Montevideo, Uruguay.
Mesurada, pausada, reflexiva. Así podemos definir la obra de Yvonne D’Acosta (Montevideo 1949) que da cuenta de un proceso de madurez artístico que llega a su vida en el momento justo.
Sus trabajos son el producto de un proceso paulatino que avanza año a año desde no hace muchos cuando su obra toma otro rumbo. El cambio surgió cuando comenzó a trabajar con sus esculturas blandas que desarrolló en diferentes formatos y tamaños.
Luego, en forma indisoluble, y casi sin que ella se percatara, estos objetos tridimensionales se fueron metiendo en sus telas de formato bidimensional formando parte de coloridos paisajes surrealistas.
Siguiendo los pasos de nuestros artistas planistas de la segunda década del Siglo XX, Yvonne recrea paisajes carentes tanto de perspectiva como de claroscuros poblándolos a su vez con sus piezas amorfas de blanco blanquecino que se incrustan sobre los campos verdes o que emergen de los mismos en un orden que queda sujeto a la interpretación de cada espectador. Pero a diferencia de los paisajes, esas formas están realizadas con la perspectiva renacentista y generando sombras un tanto tenebrosas.
Da la sensación de que se unen dos o más dimensiones en un solo plano al mejor estilo “borgeano”.
Nada queda resuelto más allá de la provocación inquietante que producen, único elemento cierto que envuelve al espectador.
De colores brillantes, vibrantes y sugestivos, D’Acosta recrea espacios verdes que nos invitan a ser recorridos aunque de forma muy cautelosa pues no corresponden a nuestra realidad palpable.
Valdrá la pena esperar su próxima exhibición donde recreará este su nuevo ámbito que presentará en las salas del Espacio de Arte Contemporáneo, ex-cárcel Miguelete.




Deja una respuesta