X Bienal de Montevideo

Montevideo, Uruguay.

Una bienal floja y sin grandes aportes.

El 25 de octubre pasado quedó inaugurada la quinta edición de la Bienal de Montevideo.

Es motivo de orgullo para nuestra ciudad así como para el Uruguay contar con una bienal con difusión internacional.

Se trata de un esfuerzo titánico pues la misma tiene implícito altos costos y a falta de ley de mecenazgo, pocas son las empresas dispuestas a gastar dinero en ello. Deberíamos de decir invertir, como ocurre en otros países donde los auspiciares pueden descontar lo aportado de sus impuestos, pero a falta de ley que lo contemple, aquí no aplica.

Sin dudas el factor económico es el mas complicado. Graciela Rompani quien no para, es la responsable de aunar esfuerzos y contactos y siempre ha logrado que la Bienal se celebre.

Por su lado el Estado, presta la Sala de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, lo que resulta insuficiente.

Cabe aclarar que esta hermosa y ecléctica sala juega a favor así como también en contra de las obras.

A favor, en el sentido que propicia alojamiento así como otros servicios necesarios para su emplazamiento, y en contra pues la sala contiene demasiada información con la cual las obras deben competir. Los decorados, columnas así como la variedad de pisos y mármoles multicolores, no favorecen la clara visualización de las obras.

Estaría bueno disponer de algún espacio minimalista, un espacio que funcione como caja blanca, donde sean solamente la obras las estrellas de la muestra.

Otro aspecto no menor, es la reiteración desde la edición número uno, del mismo director, algo inaudito en otras bienales, donde siempre van variando.

Alfons Hug (Hochdorf, 1950) es un alemán radicado en Brasil que gentilmente se ha venido ocupando desde el inicio y que también ha sido director de otras bienales de la región como el caso de Ushuaia entre otras.

Mas allá de que siempre cuenta con la colaboración de curadores que van variando, en este caso contó con la asistencia de Rulfo Álvarez, es de desear que la Bienal de Montevideo, tome vuelo propio y se proyecte con la independencia necesaria para establecer una forma de asistencia mas democrática, si se quiere.

Claro que todo eso remite al mismo problema del presupuesto que implicaría contratar a otros gestores a nivel internacional que nos aporten otra mirada, no mejor ni peor, sino diferente.

Es muy destacable y valioso, la participación que Hug ha venido llevando a cabo con la participación de colectivos y artistas afro descendientes, quienes anteriormente no tenían la misma injerencia dentro de las artes visuales de nuestro país.

En esta edición la cantidad de obras es menor (30) que en otra anteriores, lo que genera una mayor holgura de espacio permitiendo una mejor identificación, sin embargo algunas piezas ubicadas en el cuerpo principal del salón interceden con otras y obstaculizan una mayor claridad a la hora de captar su esencia.

La selección de artistas nacionales que participan ha dejado muy bien representado a nuestro país de cara al resto del mundo.

La larga mesa atiborrada de piezas escultóricas de *Guadalupe Ayala (Buenos Aires, 1976), hace alusión a una cena de comensales que nunca llegaron, de acuerdo a lo que reza el texto. Sin embargo, se puede pensar que es el producto del pasaje de sus comensales luego de haber compartido una cena donde hubo confrontaciones y disputas.

Los cristales de coches hechos añicos que la artista usa en forma recurrente, le genera una carga de tensión aun mayor y esa vajilla tan formal que da cuenta de un ritmo pautado por el protocolo, queda totalmente ultrajada por la tensión y la violencia que se ha vivido en esa reunión de carácter familiar o social.

El vestido de novia de tamaño monumental de *Alejandra González Soca (Montevideo, 1973), es la pieza protagónica de la bienal por su lugar de emplazamiento estratégico amén de su tamaño, logrando una visibilidad de todos los rincones de la sala. La obra de carácter grupal, está compuesta por decenas de vestidos de otras novias que los cedieron con el fin de darle un nuevo contexto a sus bodas.

La obra se enmarca dentro del ritual del casamiento, donde las mujeres se presentan vestidas de blanco, lo que genera una función simbólica pues en ellos están puestas muchas ilusiones y sueños que no siempre se llevan cabo.

Por otro lado se encuentra en primera línea la enorme instalación “Burocracia” de *Gustavo Jauge (Montevideo, 1973) muy rica en simbología.

Se trata de un círculo conformado por biblioratos, elemento que ha quedado en desuso a partir de la irrupción de las computadoras. Jauge con atinado criterio, emula las obras del Land Art de Richard Long, provocando una conmoción que habla también del paso del tiempo, el que galopa rápidamente y del cual tomamos consciencia una vez que miramos hacia nuestros costados donde ciertos artículos han desaparecido del contexto habitual.

Los biblioratos en tanta cantidad aluden a la burocracia que corroen a tantas oficinas públicas, donde el Palacio Legislativo tampoco escapa del caso.

Es una lástima que esta pieza tan bien lograda no tenga la posibilidad de una visión aérea y que tampoco tenga la iluminación que requiere para lograr un efecto lúgubre, aspecto que entiendo considera el artista.

La iluminación es otro de los factores no bien resueltos en todas las obras. Todas están iluminadas con la luz cenital de la sala y muchas obras pierden la posibilidad de potenciarse ayudadas por ases de luz que les proporcionarían un mayor impacto así como las sombras respectivas que tampoco aparecen.

*Santiago Grandal (Montevideo, 1992), un artista que se viene destacando en lo últimos años, presenta para la ocasión una de las obras con mayor éxito en efecto y resolución.

El artista se decanta con una instalación compuesta por una casa de muñecas que ha intervenido con una gran cantidad de objetos que desde el centro de la casita desbordan hacia afuera, haciendo alusión al Síndrome de Diógenes.

La genial obra de Grandal está generada desde su experiencia personal. Desde niño viene acompañando la evolución de la esclerosis múltiple que sufre su madre, centro principal de atención para toda la familia, que sin dudas ha incidido en su desarrollo personal.

Al ver, la casa en tonos rosa y pasteles propios al ámbito de la niñez, no nos preparan para la sorpresa que recibimos al acercarnos, momento en el cual percibimos una variedad de objetos que hablan de otros aspectos diferentes al ámbito de los niños.

Si bien la obra es de carácter específico actuando como elemento de sanación del artista, la acumulación de objetos reales y de experiencias buscadas, es una característica de nuestro tiempo donde todo pasa por la abundancia y esa necesidad de poseerlo todo, como si la vida se nos fuera a terminar al otro día y es allí donde la obra factura de forma magistral con carácter denunciativo, con otro mensaje mas universal a la vez que con mayor abarcamiento.

Por su lado, *Santiago Dieste (Montevideo, 1984), otro joven artista que fue finalista del Premio Cézanne entre otros destaques, interviene algunos rincones de la sala con una serie de pesados zapatos de granito.

“Zapatitos de hormigón”, es una instalación conformada por zapatos que el artista fue recogiendo en la calles de Montevideo.

Ese vestigio que da cuenta de seres humanos, donde la ausencia de los mismos genera un gran aporte, tiene una lectura universal. Mas allá de la alusión al alto consumo y a las personas que habitan en las calles, también es aplicable en estos tiempos a las personas que alguna vez los calzaron y que han perdido la vida producto de las guerras.

Podría haber sido mas efectivo poniendo menos zapatos en un solo lugar y mejor iluminados, nuevamente el factor luz, aunque ver zapatos aislados dispersos por la sala, aporta lo suyo.

*Juliana Rosales (Mercedes, 1960) optó por una obra en la cual ya viene trabajando, dentro de la línea de las cartografías. “Hum” realizada mediante la técnica de sublimación sobre tela, alude a la relación del territorio y del esquema donde la historia y la memoria hacen un aporte importante.

Sus obras basadas en territorios donde la artista creció, cargados también de elementos históricos del país, componen un cúmulo de recuerdos y vivencias personales buscando crear una autobiografía aplicable también a los espectadores que extrapolan las sensaciones que las mismas generan. Territorios que Rosales logra relacionar con sucesos acaecidos en años y siglos diferentes, le permiten construir una identidad de los seres humanos producto de avatares históricos. “No somos, sino que estamos-siendo devenir”, reza en la ficha informativa de sus obras.

*Mayra da Silva (Montevideo, 1983), una de las artistas mas jovenes de la selección uruguaya, insiste dentro de su temática con la cual hace alusión a las personas afro descendientes, en este caso presentando en una vitrina, once cepillos y peines con diferentes mechones de pelo que han quedado enredados luego de haber sido usados.

Su propuesta discurre dentro de un entramado de discurso post colonial, donde el tipo, el color y la forma del peinado de las mujeres, definían un modelo de personas caucásicas blancas y con los pelos laciados, lo que junto a las motas de la población esclavizada provenientes de África, genera una confrontación analítica que se puede apreciar de la simple observación de los modelos estéticos productos de la colonización europea en nuestras tierras.

*Fabricio Guaragna (Montevideo, 1984) lleva a cabo una performance a partir de la interpretación de un personaje “drag queer” que presenta los sábados y domingos.

La obra de *Yudi Yudoyoko (Jakarta, 1973) radicado en Montevideo desde hace varios años, pierde efectividad por su presentación dispersa de difícil asimilación visual.

Está compuesta por seis trajes intervenidos por el artista los que dan cuenta de distintas actividades donde Yudoko alude a la imagen de las personas a partir de la indumentaria usada, para presentarse frente al resto. Para desvirtuar lo que podemos entender como nuestra segunda piel, el artista las ha intervenido y modificado, buscando nuevas pautas de asimilación de cada persona.

Por su lado *Ana Aristimuño (Tacuarembó, 1969) pierde notoriedad con su performance llevada a cabo el día de la inauguración, compuesta por un escritorio y dos sillas donde la artista recibe a los espectadores para discutir sus problemas.

Algo ya visto cuando Marina Abramovic, presentó una idea similar donde se sentaba frente a los espectadores comunicándose solamente a través de las miradas.

Dentro de los extranjeros destacan *Antonio Tarsis (Salvador, Brasil, 1995) con una instalación titulada Trauma compuesta por dos columnas armada con cajas de fósforos usadas

El “Obelisco Negro” de *Nikita Kadan (Kiev, 1982) logra una optima visibilidad en detrimento de sus vecinos. Partiendo de la imagen de los obeliscos que ocupan lugares estratégicos en distintas ciudades del mundo y que hacen alusión a distintas conquistas, el de Kadan refleja la vergüenza de tantos conflictos de guerra que han caracterizado tanto el siglo XX como el XXI.

El artista incita a aquiltranar los obeliscos, como ha sido objeto el obelisco de la Plaza de Trocadero de París que en determinado momento fue envuelto en un gran preservativo.

*Verena Issel (Munich, 1982) presenta una instalación aludiendo a las alfombras de Azerbaiyán, hecha con bolsa plásticas usadas para desechar la basura entre otros elementos similares. Nada llamativo para una bienal.

Tampoco las telas de *Ana Mazzei (San Pablo, 1979) colgadas de los balcones, logran efectividad alguna y no están en sintonía con el resto de las obras, así como tampoco es bien exhibida la maravillosa tela de *Edgar Novíssimo (São Paulo, 1983) colgada fuera del alcance de la vista del espectador.

Por otro lado en televisores de pequeños formatos se presentan ocho videos de artistas provenientes de Brasil, Ucrania, Irán, Indonesia, Malasia, Abjasia y su vecina Georgia, perdiendo atención en semejante sala y a falta de una ambientación adecuada.

Destaca el video correspondiente a *Tiago Sant’Ana (Bahía, 1990) quien alude a la época colonial cuando a los esclavos no se les permitía usar calzado.

El tiempo para la exhibición de esta edición es muy corto si pensamos en los habituales dispuestos en otras ciudades. Va del 25 de octubre al 30 noviembre solamente, seguro que en virtud de los compromisos del Palacio.

Una bienal que podría haber logrado un mayor efecto visual en otras salas y con espacios mas holgados para cada obra.

No todas las obras logran comunicarse una frente a la otra sino que algunas requieren un espacio especial, y en el caso de los videos requieren salas enteras dedicadas a cada obra.

Es de desear que la próxima bienal se presente en otras salas que les permitan una mejor notoriedad a las obras así como a los artistas.


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