Montevideo, Uruguay.
El elemento disparador de esta colección fue una obra de la artista abstracta geométrica, María Freire (Montevideo, 1917-2015) realizada en barro pintado, que Clara Öst adquirió en 1963 sin ser consciente de lo que ello implicaría de ahí en mas en la vida del matrimonio.
A partir de allí Carlos y Clara dedicados al negocio familiar, fueron cediendo tiempo y recursos para ir adquiriendo obras de artistas locales.
Así fueron asumiendo un compromiso tanto ellos, por lo que el desafío implicaba, como de los artistas a la vez que con el medio, hasta que en 1994 con un gran acervo que ya no entraba en su casa, tomaron la decisión de acondicionar un inmueble anexo a su clínica, para albergar la obra de puertas abiertas al público.
Los Engelman son coleccionistas de raza en en sentido de que sus adquisiciones no responden a una mera acumulación de artistas de renombre con trayectoria conocida, sino que el metier de ellos no es solo descubrir nuevos talentos sino que apostar por ellos, actividad que han venido llevando a cabo en forma intuitiva.
Ese compromiso es para ambos. Para el matrimonio quienes comienzan a estar atentos a la evolución de los trabajos de sus artistas y también para los mismos, pues tanto las adquisiciones y mucho mas aun el ámbito que genera el espacio, promueve el desarrollo y el crecimiento del arte en nuestra ciudad.
De la misma forma que los Medici promovieron y estimularon el arte en el siglo XV en Florencia, los Engelman han hecho lo mismo propiciando as oportunidades para el desarrollo de los artista de carácter audaz e innovador.
Está claro que sin su participación en el medio y sin su generoso aporte a la ciudad, nos hubiéramos privado de ver y conocer tantos artistas y me atrevo decir que varios de ellos ni siquiera existirían.
El espacio el cual paulatinamente fue creciendo en volumen de obras y en metros cuadrados de espacio, es un gran estimulante y detonador para los artistas mucho de ellos atentos y deseosos de que sus obras formen parte de esta colección que legitima y aprueba sus propuestas artísticas.
A falta de un museo contemporáneo, el Espacio Engelman-Öst cubre ese vacío.
Sin la generosidad suya, nos privaríamos de acceder al arte contemporáneo actual que tampoco cuenta con alternativas en las vidrieras de las escasas galerías de arte existentes, lo que no es lo mismo que decir almacenes de arte que es otra cosa.
La selección de obras de esta colección tiene su eje en los años 90, pero en forma constante Clara, al frente de la misma y luego de un año de la partida de su marido, continúa adquiriendo obra de artistas jóvenes siempre bajo el gusto personal que los ha caracterizado.
Son varios los soportes allí expuestos desde la pintura de caballete, esculturas, instalaciones y fotografías, que ocupan las numerosas salas, sin haber incluido otros, hasta el momento, como los proveniente de los dispositivos visuales.
Lo sorprendente y emocionante, si se quiere, es el respeto que le brindan a los artistas nunca direccionando sus obras y cediéndoles espacios a modo de museo.
Salas y rincones dedicadas exclusivamente a exhibiciones individuales de los artistas.
La sala dedicada a Agueda Dicancro (Montevideo, 1930-2019) es el espacio mas sorprendente en cuanto al espacio destinado, así como la ambientación que es propia de un museo.
La instalación titulada “Otras visiones sobre la vida y el hombre”, data de 1995 y ocupa un gran espacio dedicado en forma exclusiva para la misma.
En un subsuelo, el visitante ingresa casi que en penumbras a un ámbito sepulcral que invita, por no decir que obliga, a un absoluto silencio el cual se manifestará y acompañará de forma envolvente al espectador durante su recorrido.
También Margaret Whyte (Montevideo, 1936), ocupa un espacio donde la obra es acogida permitiendo al espectador una visibilidad a la vez que aérea, lo que potencia la instalación.
Otra sala enigmática y con mucha fuerza es la dedicada a Lacy Duarte (Solís de Mataojo, 1937-2015), en la cual dialogan esculturas, pinturas con una formidable instalación donde una ambientación rural que permite comulgar en forma efectiva con la propuesta de la artista nacida y creada en el campo.
La sala destinada a Carlos Barea (Montevideo, 1954), causa un gran efecto desde el momento de ingreso a la misma. Partiendo de una instalación formada por pupitres escolares antiguos y junto a pinturas y dibujos colgados en las paredes, abrazan a la vez que obligan al espectador a realizar un alto reflexivo.
Fue allí en esa misma sala que Catherine David (París, 1954) quien fuera la directora de documenta X celebrada en 1997 en Kassel, elogió los trabajos de Barea resaltando su obra por encima de todo lo que había visto hasta ese momento.
A Hugo Nantes (San José, 1933-2009) tampoco le falta su protagonismo dentro de la colección.
La presencia suya es mediante esculturas que acompañan todo el recorrido de las salas, ocupando un lugar presencial que en algunos casos parecería aprobar, o ser complaciente con el visitante, y en otros casos intimidando con sus poses, convirtiéndose en un compañero de ruta.
Piezas de grandes tamaños realizadas con deshechos que el artista cubrió de negro casi que a modo de Pierre Soulages o Louise Nevelson, están diseminas en una amplia cantidad de salas.
Otras salas dedicadas a Hugo Longa, Fernando López Lage, Juan Uría, Ernesto Vila, Virgina Patrone, Cecilia Brugnini entre otros, permiten no solo apreciar sus trabajos, sino comprender en todo un contexto el discurrir artístico de cada artista.
Asimismo el espacio combina sus muestras permanentes con exposiciones rotativas promoviendo la carrera de los artistas.
El espacio funciona a modo de archivo, más allá de los aspectos referidos a la conservación, legitimación, elaboración de narrativas y patrimonio.
Es allí en uno de los pocos espacios con acceso al público, que se pueden apreciar las obras también de Rimer Cardillo, Carlos Musso, Carlos Seveso, Sebastían Saez, Alvaro Pemper, Juan Burgos, Eduardo Cardozo, Agustín Sabella, Sergio Porro, Javier Abreu, entre otros, permitiéndole al espectador tener una ida mas cabal de sus carreras, a través de sus narrativas que surgen de los generosos espacios atiborrados de obras de cada artista.
En fotografía también presente esta representada por Álvaro Zinno, Magela Ferrero, Federico Rubio entre otros, con la reciente incorporación de Juan Manuel Barrios.
La lista es larga y sería un arduo y desafiante trabajo nombrarlos a todos, pero la consigna provocativa es la de visitar la sala.
No esta abierta al público y solo se ingresa con cita previa, pero vale la pena visitarla.
Hoy día Clara la gestiona con la ayuda de sus hijos, permitiendo una continuidad con energías renovadas para que la colección continúe revitalizándose para presentes y futuras generaciones,
Para los artistas incipientes, es de visita obligatoria de la misma forma en que deben de ser recorridos los museos.
Gracias Clara por tu hospitalidad y gracias a todos quienes asistieron.




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