Montevideo, Uruguay.
En octubre de 2021 visité la muestra “Obra Reciente” de Píriz, subtítulada por su curador “La belleza intangible”, que se presentó en el Museo Torres García a partir del 30 de setiembre en su sede de Montevideo.
Producto de la mala impresión que me dio el museo en su todo, metí todo en la misma bolsa y me olvidé de la visita, hasta de la obra de Roberto.
Ya escribí en su momento sobre este museo que parece estacionado en el tiempo, que a mi criterio no se agiorna, no genera instancias provocativas dentro del ámbito artístico y lo que es más reprobable es que se trata de nuestro artista de mayor repercusión internacional.
Un lugar lúgubre donde hay que moverse en penumbras hasta tanto el sensor de la luz nos capta, con funcionarios poco comprometidos, sin información acorde, entre otras malas impresiones que me genera cada vez que voy.
¡Una pena!
El hecho es que esa mala experiencia me llevó a la no consideración de la obra de Píriz. Claro está que ni el museo ni la sala promueven la impresión que su obra se merece.
Roberto Píriz (Montevideo, 1966) es un artista consecuente, trabajador que se desenvuelve con ahínco, tesón, apostando a un lenguaje que le viene acompañando desde sus orígenes.
Claramente se trata de un artista proveniente del Taller Torres García y no se deja seducir por otros soportes o temáticas vanguardistas, si es que aún podemos recurrir a este término
en un largo período post moderno como en el cual continuamos inmersos.
Formado en los talleres de Clever Lara y Guillermo Fernández, Píriz tiene una larga trayectoria de muestras tanto individuales como colectivas con amplio reconocimiento.
Con un trazo exquisito, prolijo y amable a la vista del espectador, sus obras tienen un lenguaje rítmico que actúan a modo de danza y poesía, generando paz y armonía en la confrontación cuando nos paramos frente a las mismas.
Su obra de carácter metafórico es muy sutil devolviéndole a los trozos de maderas que pule y recorta, un lenguaje refinado creando un vínculo inmediato con nuestro inconsciente.
El análisis de sus piezas quedará a cargo de cada espectador pero tampoco es necesario obscultarlas , por el contrario hay que permitirse un vínculo sensorial más allá de nuestro esfuerzo mental.
En este caso se trata de obras de pequeño formato que es donde mejor se expresa el artista.
Me tomo la libertad de proyectar toda una gran pared cubierta por estas sutiles y metafóricas piezas buscando una experiencia sensorial.
Conozco a Roberto desde hace muchos años y me consta su tesón y convencimiento a la hora de producir.
Tengo obra suya en mi acervo y volvería a apostar por él.
Entiendo que debería de tener una mayor proyección no solo local sino internacional.
Un artista que debería de estar en la liga mayor de nuestro discurso artístico.
En mi corta experiencia como galerista fue uno de los primeros artistas que convoqué y que ocupó siempre un espacio protagónico en mis paredes.
Esta muestra, curada por Pablo Thiago Rocca, debería de ser representada en otra sala que le genere mayor visibilidad en pos del reconocimiento que Píriz se merece.
Una obra ideal para acompañar nuestro espíritu veraniego, donde las piezas dan cuenta de naufragios de piezas que se fueron diluyendo con el pazo del tiempo y que Píriz con su afán constructivo les devuelve a la vida.
En Manantiales sus obras pueden verse en Galería Sur.




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