Montevideo, Uruguay.
Este jueves 21 pasado se llevó a cabo en la sala del Centro de Exposiciones SUBTE la inauguración de la exposición de Ricardo Lanzarini (Montevideo, 1963).
Bajo el titulo de “Electrocardiograma escultórico” el artista desplegó sus habituales dibujos cubriendo todas las paredes de la espaciosa sala de 600 metros cuadros y en esta oportunidad acompañó su propuesta con una serie de máquinas voladoras que permiten la participación del espectador.
Compuestas por partes de bicicletas, esta especie de vaso comunicante une a través de largos cables los pedales los cuales son accionados por el público con los dibujos los que a partir de esta acción son iluminados a modo de hallazgo personal de cada participante.
La idea de Lanzarini, que nos recuerda de cierta manera el ámbito que también suele anidar Eduardo Basualdo (Buenos Aires, 1977), es introducirnos dentro de su mente, la cual a través de chispeantes ideas lo llevan crear esta serie de cómicos y satíricos dibujos que emergen de las paredes.
Mas allá de la funcionalidad lograda, los mismos cables crean una suerte de dibujo espacial que acompañan y complementan las sinuosas líneas características de los personajes que Lanzarini recrea.
Estos figuras danzantes, travestizadas, semidesnudas vestidas con pequeños y atrevidos calzoncillos coloridos que aportan a la vez que contrastan con el incoloro resto del dibujo, en algunas ocasiones con sus partes íntimas al descubierto, son sorprendidos por los espectadores quienes parecen irrumpir una gran fiesta.
En algunos casos y en forma genial los dibujos emergen de papeles pegados a la pared complementádose sobre el mismo muro, aspecto que les aporta la movilidad que el artista persigue.
Los personajes son sorprendidos en plena fiesta y en algunos caso apenas giran su cabeza hacia el espectador sin cesar de bailar.
Las bombillas de luz que funcionan a partir del accionar del pedaleo de las máquinas esculturas representan la creatividad del artista las que asimismo pueden ser leídas también como corazones palpitantes de los propios personajes.
Un aspecto no menor a considerar a la hora de recorrer visualmente las paredes son las sombras proyectadas en algunos casos de las máquinas sobre las obras.
Se trata de una obra site-specific o sea que fue llevada a cabo en forma particular teniendo en cuenta las características de la sala.
Ricardo Lanzarini es un artista de larga data con reconocimiento internacional lo que lo ha llevado a convertirse en uno de nuestros principales representantes tanto en salas locales como en el exterior.
Trabaja en forma consecuente dando cuenta siempre, y en forma constante, de su mundo plagado de personajes con sentido lúdico a la vez que con mucho ironía los que habitan dentro de su creativa mente.
Una alternativa que podría resultar mas enriquecedora aun, sería dejar la sala totalmente a oscuras y que las bombillas fueran solo el foco de luz para descubrir cada sector de las partes utilizadas a modo de pizarra.
Tan sutil como efectivos sus dibujos a mano alzada nunca nos dejan indiferentes.
Me complazco de que un par de sus obras hayan formado parte de nuestra colección de arte cuando mi esposa se los compró en 1998.
La muestra es acompañada por la curaduría de Ticio Escobar (Asunción,1947), crítico de arte y pensador que tanto aporta al ámbito artístico en la región, quien en propias palabras y dentro de su texto dice al respecto de esta propuesta:
“En esa zona oscura y llena de energías se gesta la “tormenta interior”, según figura del artista, la que empuja más allá de todo cálculo mercantil e impide que la obra encalle en la connivencia con lo establecido. Esa es la fuerza micropolítica de la obra: la que busca sortear las manipulaciones de un sistema empeñado en someter la imaginación a la lógica del beneficio rentable”.
Contar con su análisis así como con su presencia es también un gran plus para la muestra.
El SUBTE, sala principal de toda la actividad artística de Montevideo, no fue creada para albergar muestras de arte contemporáneo y está compuesta por una serie de columnas que interceden la total visibilidad de la misma jugando en la mayoría de las veces en contra de las propuestas llevada a cabo allí.
Sin embargo ello pone a prueba la genialidad de los artistas quienes en muchos casos, como lo es este, logran vencer dichos obstáculos convirtiéndoles en elementos a favor.
Es así que la enorme y versátil sala para cada exposición se adecua a los requerimientos acordes logrando potenciarse para complacer al artista. En cada muestra parece una sala diferente.
En ello tiene mucho que ver la generosidad tanto de su directora María Eugenia Vidal así como del curador de la sala Martín Craciun, quienes siempre dan la libertad de acción necesaria frente a cada propuesta.
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