Por una cabeza

Montevideo, Uruguay.

En el Museo Zorrilla ubicado en el barrio de Punta Carretas, se está llevando a cabo una muestra colectiva donde participan siete artistas que se expresan en diferentes soportes.

La propuesta surgió a partir de una idea conjunta de Nora Kimelman y Adriana Rostovsky, ambas participantes, quienes propusieron al grupo el abordaje sobre un acontecimiento verídico suscitado en la casa de los Zorrilla.

A instancias de quien fuera vecino lindero del escultor José Luis Zorrilla de San Martín (Madrid, 1891-1975), Rómulo Raggio (Buenos Aires, 1976-1959) propuso levantar un muro que delimitara ambas propiedades pagando a medias el mismo.

Zorrilla se excusó de no tener presupuesto por lo que aceptó pagar su parte con un busto escultórico de Raggio.

Así se llevó a cabo la obra pero a Raggio no le convenció la escultura que le hizo Zorrilla puesto que había quedado con la nariz de un color diferente al resto del busto, lo que motivó un distanciamiento entre ambos vecinos y no la aceptó.

A través de la participación de un grupo interdisciplinario compuesto por Horacio Bernardo (filósofo), María Eugenia Grau, Jacqueline Lacasa (ambas teóricas del arte) y William Rey (Director General de la Comisión del Patrimonio Nacional), los artistas fueron participando en distintas reuniones virtuales, descubriendo y encontrando diferentes ángulos así como facetas para desarrollar la temática propuesta.

Para ello se ubicó el busto el cual se encontraba dentro del acervo del Museo Nacional de Artes Visuales bajo otro nombre.

Federico Arnaud trabajó en escultura realizando un autorretrato estableciendo un diálogo con el busto de Raggio en un ejercicio de investigación que alude el concepto del rostro humano interrogando su visión objetiva para lograr el suyo propio.

El mismo lo acompaña con el vídeo donde llevó a cabo la elaboración de su discurso con María Eugenia Grau, del cual va tomando nota de sus propios rasgos faciales para elaborar su autorretrato.

Guadalupe Ayala confronta dos piezas ensambladas con vajillas y cristales de coches hechos añicos a modo de un diálogo violento entre ambos vecinos.

Pablo Conde se decanta con unas mini esculturas que habitan dentro de un foco de luz urbano continuando la línea que viene desarrollando desde hace bastantes años. Casi que a modo escenográfico, arremete contra la ausencia de la mujer en el arte, ningueneadas a lo largo de la historia del arte.

Adriana Rostovosky, arquitecta de profesión presenta la deconstrucción de un huevo útero construido en papel de dibujo de planos de inmuebles.

Los mismos son presentados sobre el piso en forma chata a modo de muro derruido. Pero la obra no se remite a ello solamente puesto que también su propuesta está integrada por un vídeo arte.

Allí la artista a través de una actuación personal, lúdica a la vez que poética, va relacionándose con el objeto a medida que va deconstruyendo la obra entrando y saliendo de la misma.

Una pena que el vídeo pase desapercibido en una pantalla de dimensiones minúsculas frente al contexto general del resto de las obras.

Debería de haber dado protagonismo al vídeo exhibiéndolo en un amplio espacio pues la obra destaca por sus cualidades artísticas muy seductoras a la vez qué conmovedoras.

Alejandra Soca confronta el busto de Raggio con un triángulo de mármol de las mismas dimensiones que el mismo.

Su obra se encuentra en un estado donde la piedra se presenta antes de ser descubierta el retrato, tal cual lo afirmara Miguel Ángel quien sostenía que a las trozos de mármol solamente había que retirarles el sobrante hasta descubrir la figura.

De su pieza emergen voces registradas en audios indescifrables, productos de grabaciones de las charlas sostenidas en los análisis llevados a cabo con los teóricos del equipo.

Nora Kimelman irrumpe en la sala con una serie de imágenes dibujadas sobre telas aludiendo al silencio de las cinco hijas de Zorrilla que vivían en el ámbito familiar con características machistas.

De las cinco hermanas, dos solamente lograron notoriedad como fueran los casos de China y Guma quienes fueron reconocidas en el ámbito teatral y de la moda respectivamente.

Las otras hermanas se convirtieron en las esposas de sus maridos, sin embargo las cinco formaron parte de la historia que la muestra colectiva alude más allá de haber sido silenciadas.

Para lograr el objetivo, Kimelman participó en varias entrevistas que llevó a cabo con los descendientes de las hermanas y con la única sobreviviente de las cinco cómo es el caso de Marica.

“Mientras Marica tocaba el piano”, revela la invisibilidad de la mujer dentro del ámbito artístico y familiar de la época, evocada a través de la presencia de las hermanas que rodean un banco usado para tocar el piano.

Por último, la pieza de Lucía Pittaluga propone la construcción de un rostro escultórico que va logrando con el amasado de arcilla que lleva a cabo a través de un vídeo.

Su obra es un “work in progress” puesto que la misma será llevada a cabo con la finalización de la misma en un trabajo que la artista realizará en un futuro próximo en el jardín del museo.

“Por una cabeza” se trata de una propuesta curatorial elaborada a partir de una discusión grupal respaldaba por el equipo interdisciplinario que genera un aporte adicional a una temática particular que sirve de excusa para despertar iniciativas artísticas de diferente índole no solo entre las piezas sino también insólitas dentro de las manifestaciones habituales de los integrantes.

Una buena iniciativa que promueve y despierta diferentes formas alternativas de crear dentro de un ámbito post moderno que busca sensibilizar al espectador ávido de emociones y propuestas innovadoras.

Del 15 de Noviembre al 12 de Febrero de 2022.


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