Perro en la tintorería

Montevideo, Uruguay.

Esta obra de teatro fue escrita por la española Angélica Liddell (Figueras, 1966), quien se caracteriza por sus temáticas vanguardistas no escatimando en recursos actorales y visuales para manifestar la agresión que se ha apoderado de nuestra época, entre otras temáticas candentes.

Liddell es una escritora, poeta, directora de escena y actriz con una larga carrera donde ha recibido numerosos premios que la consagran, aspecto nada menor a la hora de darle crédito a una obra.

Lo mismo sucede con la directora de teatro María Dodera (Florida, 1964), quien busca obras que siempre nos sorprenden, no carentes de un fuerte impacto a la hora de acercarnos a sus interpretaciones.

El denominador de sus obras recientes es el miedo, o más bien el terror qué atañe al mundo entero elemento que nos paraliza y nos conduce en algunos casos a la paranoia.

Este aspecto fue la temática central también de Slaughter, de Sergio Blanco, con la cual Dodera recibió tres premios Florencio en 2022.

Dodera que también ha llevado a escenas obras escritas por ella misma, dedica parte del tiempo que administra de forma muy eficiente a dar clases de arte escénico y teoría del teatro sin dejar de trabajar dentro del ámbito administrativo donde ejerce asimismo como contadora pública.

Tiene una larga trayectoria con más de 40 obras en escena con la que ha recibido más de 70 nominaciones al Florencio.

Desde sus inicios, su formación ha llevado a formarse en varias ciudades del mundo y ha sido condecorada con los premios más importantes de nuestro medio.

Dicho esto, vuelvo a decir, aspecto no menor para quien se inmiscuye desde afuera en el teatro, amén de que somos amigos personales, no dejo de ver ninguna de sus obras sabiendo que no me será fácil soportarla, pues siempre se trata de propuestas que nos golpean fuertemente.

En esta oportunidad la obra escogida y que se está representando en la sala principal del Teatro De la Gaviota, implica ir munido con una coraza.

Lo innovador es que más allá de dirigirla, Dodera actúa y es ella quien se presenta en la primera escena.

La sala ambientada de forma magistral, nos facilita ingresar en la temática de forma más eficiente.

El escenario representa una tintorería muy particular, rodeada de percheros donde cuelga indumentaria que poco a poco vamos percibiendo su tenor.

Se tratan de “vestidos almas” de nylon que también penden del techo de la gran sala junto con algunos cuerpos del mismo material lo que nos facilita la introducción en el tema central de la obra.

Asimismo para entrar a la sala hay que atravesar un cortinado también de nylon el cual nos induce a ingresar en escena como un personaje más.

En el escenario actúan seis actores y la propia directora que se da el gusto de participar, aspecto valorado, quien nos conduce hacia el tema.

Comienza de una forma muy agresiva difícil de soportar más allá de que ya hayamos entrado preparados.

El tintorero preso del miedo que le genera la presencia de un perro de un cliente que quedó allí el cual simplemente lo había observado, lo mata y esa sangre será la que contaminará toda la escena dando pie para todo lo que se desarrollará luego.

Esa muerte representa las muertes de tantas personas que son sacrificadas impunemente en forma diaria y constante.

La decisión de que haya sido un perro asesinado, suaviza la trama sin dejar de conducir a la situación que implica.

A partir de allí y siempre haciendo uso de la misma escenografía la cual también cuenta con proyecciones de textos aludiendo al lugar así como a los diferentes actos, se dan una serie de circunstancias en las cuales se generan constantes discusiones entre los personajes provocados por el pánico que subyace en ellos.

Todo ese pánico es representado por el grupo que actúa cual equipo gimnástico que en forma coral y en permanente agite, están dirigidos por un tétrico personaje el cual claramente representa al mal y que cala hondo en nuestro interior.

Cuerpos sudorosos que no paran de moverse sumado a la sangre que se desprende del espacio, facilitan la comprensión de la temática en cuestión.

Las confrontaciones entre ellos son muy fuertes y los personajes han sufrido severos traumas de vida donde habitan la agresión física y verbal, el sexo en extremo cargado también de agresión, la prostitución, la violación, el incesto, la pedofilia, entre otras manifestaciones provenientes del mal que habita en cada ser humano que nos corroe en forma incesante.

A esa tintorería acuden las personas a limpiar las manchas de sus vidas representadas en esos vestidos que el tintorero no lograr quitar esmerándose en ello, siendo él mismo quien tiene su indumentaria más percudida.

Todos están manipulados por el miedo el que también los lleva a habitar situaciones delirantes radicadas dentro de sus mentes actuando a su vez como paralizadores basados en ese temor constate que los lleva a crear un entorno no real, aunque tampoco ajeno a la realidad.

Cada personaje tiene su propia patología que en algunos casos comparten y se potencian entre ellos socavando aún con mayor incidencia.

A pesar de la fuerte paliza que nos da la obra durante hora y media, también tiene un mensaje alentador incitando a la lucha contra el miedo.

La obra no es fácil, tampoco es para todo público, pero partiendo de esta premisa señalada y remarcada en esta nota, es muy recomendable.

Esta alineada con todo lo que sucede a nuestro alrededor. Señal de ello sin ir más lejos, basta prender la televisión y ver programas de realities donde provocados por un juego los personajes sacan de dentro suyo aspectos inimaginables en sus vidas y en algunos casos perversos, donde la falta de valores parece vencer el decoro y las buenas costumbres a la hora de sociabilizar. Otro tanto con los noticieros donde la realidad es fuente de inspiración de la ficción.

El elenco está compuesto por :

Leonor Chavarría, Sebastián Silvera Perdomo, Daniel Plada, Anthony Alan, Diana Torena, Patricia Freíer y María Dodera.

Música: Federico Deutsch y Sylvia Meyer

Diseño escenográfico: Sebastián Silvera Perdomo

Diseño iluminación: Nicolás Amorín

Diseño vestuario: Florencia Rivas


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