Deambulando por las callecitas de Ámsterdam, en la zona de la Plaza Rembrandt, sin rumbo fijo y sin desconocer su existencia, llegué al museo Willet-Holthuysen, sobre la calle Herengracht, casi frente al Museo Hermitage, en una zona poco concurrida, sobre el canal, a pocos pasos del rio Amstel.
Zona por cierto muy elegante que alberga casas de la nobleza, donde también se encuentra la colección Six en la cual aun habían los descendientes de quien fuera uno de los hombres mas ricos de la ciudad, Jan Dix (1618-1700).
Lo primero que nos llama la atención al llegar al museo Willet-Holthuysen, es el tamaño del edificio, atípico para la ciudad, que denota su jerarquía, siendo una de las mansiones mas grandes de la ciudad.
La casa fue construida en 1685 pasando por varios propietarios hasta que Pieter Holthuysen (1788-1858) la adquiriera, heredándola su hija Louisa quien a su muerte en 1895, sin descendencia, la dona a la ciudad con todo su mobiliario y alhajamiento.
Louisa Willet-Holthuysen (1824-1895), única hija, de un exquisito gusto por el arte, en 1861 se casa ya bastante mayor con Abraham Willet (1825-1888), un bon vivant perteneciente a una familia acomodada quien abandono sus estudios de abogacía, también amante y mecenas del arte, reformando la residencia al estilo francés y conformando una colección de obras de época incluidas pinturas, cerámicas, escultura, muebles así como cristalería. Su casa era un referente social, donde recibían a diario, con mucha solemnidad y protocolo, con minutos contados para sus visitas, con el fin de enseñar sus obras, compartir una velada musical o deleitarse a la hora del té.
Ambos tenían un afecto muy grande hacia los perros y siempre tuvieron varios que se ven retratados en varias obras. Para Louisa quien había sido única hija, sus perros fueron los compañeros de su niñez.
Es una bendición poder contar con estas oportunidades para visitar una casa típica de la nobleza del SXIX y adentrarnos en lo que fuera su época, máxime que no es un sitio popular y es muy poco el público que recibe, lo que favorece su recorrido en algunos casos sin otras personas alrededor.
La casa compuesta por planta de acceso donde la cocina y dos pisos nobles, esta rematada por un hermoso jardín francés que también ha mantenido su diseño original urbano de principios del SXVIII, de un tamaño bastante reducido para nuestros parámetros pero muy considerable para la ciudad.
Destacan varias habitaciones como la sala de damas donde Louise recibía a sus invitados entre las dos y media y las cinco de la tarde, en visitas que no solían durar mas de veinte minutos.
En cambio, la sala de los caballeros, era donde Abraham organizaba sus demostraciones de arte, enseñando sus obras que consistían en grabados, dibujos y fotografías.
Otra estancia de la residencia destacable es la sala de baile de estilo Luis XVI donde organizaban bailes, fiestas de disfraces y tertulias literarias.
La casa museo aun mantiene todo su mobiliario original a excepción del dormitorio decorado con muebles de época, así como su vajilla. A pesar de haber estado durante muchos años abandonada, habiendo sido también albergue durante la II GM, su cuidado fue legado al Rijksmuseum quien vela por su cuidado y mantenimiento al día de hoy.
Luego que salí de allí, el resto del día creí estar viviendo en el sXIX, reparando en detalles de época, prestando atención a ciertos rincones inmunes la paso del tiempo y observando a cuanto perrito paseaba con su amo, por supuesto que también todos de tamaño chico como todo en Ámsterdam, pensando en los paseos que solería hacer Louise con los suyos.
En la esquina de su casa, hay una librería que invita a viajar en el tiempo, un apacible y cálido lugar para pasarse un rato hojeando libros donde algunos te cuentan sobre épocas pasadas que no dejan de ser presente en nuestros viajes a través del tiempo ayudados por estas visitas donde se siente el espíritu presente de sus eternos moradores.






































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