Ciudad de México, México.
Museo Soumaya y Museo Jumex ubicados en Plaza Carso, dos museos confrontados dentro de una mismo espacio físico, opuestos desde varios puntos de vista.
El Ying y el Yang se podrían definir pues se tratan de dos fuerzas complementarias pero contrapuestas. Aunque atendiendo a un mismo objetivo que no es mas que la difusión de las artes visuales, estos dos museos competitivos funcionan en forma diferente, uno con aciertos y el otro no.
En Plaza Carso en el barrio Nuevo Polanco en Ciudad de México fueron construidos con muy poco tiempo de diferencia.
Por un lado el Museo Soumaya fue construido por el arquitecto Fernando Romero (CDMX, 1971) como encargo de quien fuera en ese momento su suegro el multimillonario Carlos Slims (CDMX, 1940) para albergar su colección de tenor ecléctico.
Para ello Romero contó con la asesoría de su colega Frank Gehry (Toronto, 1929) y se decantó con un edificio de forma irregular de líneas minimalistas compuestos
La forma del mismo parece un cubo que luego fuera extruído, rotado y contorsionado en su parte central, lo que le ha llevado a ser popularmente bautizado como florero, licuadora, boing apachurrado e inodoro, siendo este último el mas reciente y en tono despectivo cuando se le conoció el contenido.
Exteriormente la forma del contenedor simula una gran escultura. Su forma ondulante esta revestida de 16.000 mosaicos hexagonales de aluminio plateados los que no permiten una sola formación de esquinas generando una textura particular y variante dependiendo desde donde se le observe.
Hasta aquí todo parecería estar bien pero basta ingresar para que los errores nos apabullen.
Está compuesto por seis pisos que se acceden a través de una rampa en forma de espiral similar al Museo Guggenhein construido por Frank Loyd Wright ubicado en Manhattan, el cual tampoco ofrece los mejores espacios expositivos para el arte contemporáneo condicionando las muestras, algo que también ocurre con el Museo Guggenheim de Bilbao diseñado por Frank Ghery.
Los tres museos compiten con las obras de arte que albergan pues buscan la espectacularidad del edificio cual obra escultórica, algo que también sucede con el Museo de Arte Contemporáneo de Atchugarry ubicado en Manantiales diseñado por Carlos Ott.
Romero se formó junto a uno de los mejores arquitectos del mundo como lo es Rem Koolhass (Rotterdam, 1940) aunque parece no haber aprendido mucho de su profesor. Si bien la variedad ecléctica de esta colección le implicó un gran desafío, incluyendo tantos formatos como escultura, pintura, fotografía, mondas y muebles, no logró un espacio acorde a ello.
Tampoco las formas exteriores se perciben desde dentro todo iluminado con luz artificial a excepción del último piso.
Por otro lado cabe acotar el contenido que acoge este museo.
Se trata de un rejunte de obras de diversos orígenes internacionales producto del berrinche comprador de un hombre rico quien a la hora de gastar no tiene límites.
Todo bien si estas piezas forman parte de una colección privada que este señor albergue dentro de su casa, pero al momento en que convierte la misma en un museo abierto al público y con carácter educativo, debería de contar con una severa selección de piezas.
La colección está formada por 70 mil piezas divididas en dieciséis grupos que abarcan antiguos maestros europeos, maestros novohispánicos, monedas del siglo XVIII y XIX, billetes, piezas de oro virreinales, arte vanguardia, la obra completa del poeta libanés Jalil Gibran, renacimiento, manierismo, barroco, arte neoclásico, romanticismo, Escuela Barbizón e impresionismo.
Una especie de Museo Británico dentro de un edificio de arte contemporáneo de diseño logrado a través de programas de computación.
Difícilmente el espectador pueda salir con algún concepto claro luego de una visita a este museo.
No solo que la variedad de obras es enorme sino que tampoco todas son originales habiendo no solo copias sino obras de artistas menores junto a otros destacados por ejemplo del Renacimiento que confunden.
Le falta rigor expositivo, carácter severo y claridad en los conceptos.
Tal vez estaría bueno confrontar obras originales con copias o imitaciones pero buscando guiar la mirada del espectador para realzar las diferencias.
La gran cantidad de esculturas de Auguste Rodin (París, 1840-1917) es demasiado y van desde la planta baja hasta el último piso donde las obras parecieran estar girando en círculos antes de ser devoradas por las astas de una licuadora.
La responsabilidad de un coleccionista que abre las puertas de su acervo al público hoy día implica otro compromiso.
El Soumaya da cuenta solamente del gran patrimonio que tiene el Sr. Slim que como nuevo rico le gusta ostentar y presumir de su riqueza.
No se trata para nada de una visita estimulante ni disfrutable. Es mareadora y todo converge cual licuadora. Hay quienes afirman que todo su contenido es una “mierda” razón por la cual se le ha denominado el inodoro.
Una pena pues contando con excelentes obras de arte de calidad internacional se podría lograr otro fin. Tal vez Slim no se haya enterado que hoy día ningún museo expone todo el acervo en forma unísona sino que a través de la selección y la confrontación de piezas dispares se logran mejores resultados y por cierto mas educativo para el público.
Otro aspecto que denota su falta de compromiso con el arte contemporáneo es la falta de salas destinadas a albergar muestras temporales de artistas vigentes o emergentes.
Lo mas destacable y rescatable es el mural de Diego Rivera (Guanajuato,1866-1957) llamado Río Juchitán (1953-1956) con imágenes de anverso y reverso de casi 27 metros de largo, realizado con mosaicos venecianos expuesto en plata baja.
Otra pieza que destaca es el mural de Rufino Tamayo (Oaxaca, 1899-1991), una naturaleza muerta pintada en 1956.
Haber conocido este museo no me ha resultado una desilusión pues no esperaba otra cosa.
El Museo Soumaya insumió un costo de construcción de 80 millones de dólares y fue inaugurado en 2011 con la presencia de quien fuera presidente de México Felipe Calderón.
Por su lado el Museo Jumex a cargo del coleccionista de arte contemporáneo Eugenio Lopez Alonso (CDMX, 1968), el coleccionista de arte mas importante de América Latina, se confronta con el Souamaya a pocos metros de distancia.
La colección de Lopez Alonso está conformada por piezas desde los años 50 del siglo XX haciendo énfasis en las obras de finales de los 90, hasta la actualidad.
Su museo está al servicio de la difusión de los artistas contemporáneos lo que denota un verdadero y generoso gesto filantrópico cediendo todo le protagonismo a los artistas.
Fue diseñado por David Chipperfield (Londres, 1953) quien con gran acierto logró una construcción elegante de corte moderno para nada ostentoso.
Lo fascinante del museo es que invita al público transeúnte a ingresar con amplias terrazas integradas a la plaza donde la gente se sienta a descansar sin darse cuenta de que ya está dentro del museo.
Chipperfield convirtió el lobby del museo en al living de la Plaza Carso.
Fue inaugurado en 2013 lo que significó un gran desafío teniendo el Soumaya ya construido.
Compuesto por cinco pisos con 1.600 m2 para exhibición, el Jumex está dividido en dos partes. Los últimos pisos son mas estáticos y solemnes donde se invita a una contemplación mas pausada y reflexiva. El resto del museo está mucho mas comprometido con la ciudad contando con mayor cantidad de luz natural convirtiendo las salas en espacios mas dinámicos y relajados.
Cabe tener presente que Chipperfield también diseñó el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) en Ciudad de México, otro espacio lleno de luz con salas acordes a las necesidades del arte contemporáneo.
De líneas rectas y con grandes ventanales vidriados, el Jumex permite una constante visión exterior ofreciendo espléndidas salas para albergar muestras temporales de arte contemporáneo.
Chipperfield a diferencia de tantos arquitectos estrellas que pretenden mayor espectacularidad de diseño sin considerar la versatilidad de las salas expositivas, dotó a las salas de espacios acorde para exhibir la variedad de formas y tamaños de las obras máxime aun tratándose de arte contemporáneo.
Actualmente se está llevando a cabo la muestra Politécnico Nacional de Gabriel Orozco (Xalapa-Enríquez, México, 1962) uno de los artistas contemporáneos mas destacados del país. La muestra está curada por Bryoni Fer y cuenta con la asistencia de Carolina Estrada García.
La exposición inaugurada el 01 de febrero que se podrá visitar hasta el 03 de agosto de 2025 reúne obras claves del artista incluyendo fotografías, dibujos, esculturas, pintura, así como el diseño de jardines y puentes.
Abarca alrededor de 300 obras que Orozco ha realizado durante su carrera, desde pequeñas esculturas hasta instalaciones complejas, entre fotografía y dibujo, acompañadas de pintura, escultura, ensamblajes y juegos.
La muestra permite a través de su discurso así como de la confrontación de las obras, llevar a cabo un análisis del planteo que el artista se propone narrar en su constante impronta.
Es un placer para todos los sentidos recorrerla. Cuenta con las distancias acordes entre las piezas lo que sumado a la claridad y espaciosidad de la salas permiten no solo una asimilación noble sino un reseteo constante a la hora de apreciar el exterior del museo inmerso en un gran parque que actúa como un gran aliado en el vínculo entre espectador y obras.
La generosidad de las salas permiten una mejor apreciación y asimilación de las obras, donde el espectador se siente pertenecido a las propuestas, la antítesis de lo que ocurre en el Soumaya donde uno sale totalmente atomizado sin saber que fue lo que vio.
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