Ciudad de México, México.
“Devuelvo al pueblo lo que de la herencia artística de sus ancestros pude rescatar”. Diego Rivera
La faceta de coleccionista de arte prehispánico de Diego Rivera (Guanajuato 1886-1957) es la menos conocida dentro de su carrera. Le dedicó más de treinta años conformando una colección de piezas de figuras teotihuacanas, toltecas, nahuas, olmecas, zapotecas y del nordeste de México en una época en que esas adquisiciones eran permitidas por la ley.
Al igual que Joaquín Torres García (Montevideo 1874-1949) quien regresara de Europa sediento de estrecharse con los orígenes pre hispánicos, Rivera sintió la misma necesidad. Fue el máximo exponente del muralismo, manifestación artística con fines sociales que también supieron usar las tribus antes de la llegada de Hernán Cortés, más allá de su relacionamiento directo con la Unión Soviética.
Con edad avanzada, a los 56, Rivera consciente del paso del tiempo, comenzó construyendo un rancho con la ayuda de su esposa Frida Kahlo con el ánimo a refugiarse y regresar a un estilo de vida rural para cultivar y alimentarse con lo producido por sus manos. Eran años donde el mundo estaba siendo sacudido por la II Guerra Mundial Y Rivera sentía la necesidad de refigurarse “fuera del alcance de los bombardeos”.
Admirador de la naturaleza nativa, Rivera escogió la zona llamada el Pedregal de San Ángel formado por la erupción del volcán Xilte ocurrida en el 400 a.c. de caminos de lava y piedras centenarias. Ubicada en el estado de México donde emergen plantas desérticas entre las cuales el cactus elemento tan presente en su obra, rodeando el pueblo San Pablo Tepetlapa, el lugar funciona como pulmón de la Ciudad de México.
Luego de su periplo de formación artística que le llevara por diferentes países de Europa durante veinte años, Rivera había regresado a su México natal con el afán de rescatar el pasado histórico esplendoroso donde conviven ricas y variadas expresiones de distintas civilizaciones.
Comienza a adquirir piezas a modo de rescate para rendirles el homenaje que a su modo de ver se merecían. Es así que reúne durante sus últimos 15 años de vida, más de 2000 piezas.
Se toma ese actividad muy en serio y con un compromiso social decide legar las piezas al publico convirtiendo su museo en la colección mas grande e importante de México de obras pre colombinas. Para su catalogación se ayuda por quien fuera su amiga, la antropóloga Eulalia Guzmán (México 1890-1985)
Para albergar las piezas, a las cuales les llamaba “el idolaje”, decide construir un edificio el cual fue diseñado enteramente por él en aquel lugar donde había decidido realizar su granja. Contrata a otro de sus amigos, el arquitecto Juan O’Gorman (Ciudad de México 1905-1982) quien se ayuda del asesoramiento de su colega Frank Lloyd Wright (Wisconsin 1867-1959).
El proyecto comenzó a tomar vida en 1942 luego de sus largas estancias en Estados Unidos. El edificio de tenor ecológico, debía de comulgar no solo con el lugar sino que también debía rendir homenaje a las civilizaciones indígenas donde la naturaleza y la cosmogonía prehispánica se daban la mano.
Para denominar su museo, escogió el nombre Anahuacalli (Casa de Anahuac), casa de tierra entre dos mares, imitando un teocalli que significa “casa de los dioses”. Esta conformado por 23 salas
Cada esquina del edificio recoge las imágenes de los cuatro elementos naturales representados por sus dioses:
Tierra: la diosa del maíz Chicomecóatl; Aire: el dios del viento Ehécatl; Fuego: Huehuetéatl, dios del fuego; Agua: Tláloc, dios de la lluvia.
Consciente del final de su vida luego de haber sido diagnosticado de cáncer en 1955, Rivera se apoya en su amiga Dolores Olmedo (Ciudad de México 1908-2002) quien se ocupara del financiamiento para finalizar el museo. Junto con Ruth Rivera (Ciudad de México 1927-1969), hija de Diego con Lupe Martín, el museo fue abierto al público en 1964. Actualmente el museo alberga mas de cuarenta y cinco mil piezas de las cuales dos mil corresponden al acervo permanente.
La obras no están exhibidas dentro de un orden cronológico sino que siguen pura y exclusivamente un criterio estético para el deleite del visitante. Tampoco cuentan con una ficha explicativa para ser apreciadas por lo que son y no por lo que representan. Un criterio bastante revolucionario y vanguardistico que recién veremos en la inauguración del Tate Modern de Londres en 2000.
Los techos de las salas contienen mosaicos que fueron diseñados por el propio Rivera. Los de planta baja son en blanco y negro, en cambio los de las plantas superiores fueron confeccionados con piedras coloridas de Taxco.
En ellos, el pintor retrató la cosmovisión prehispánica y sus dualidades en un recorrido que transcurre de la oscuridad a la luz. La vista desde su terraza nos permite una extensa y rica vista que cubre toda el Pedregal.
El Museo Anahuacalli es un espacio vivo en permanente gestación que Rivera concibió no solo para albergar su colección sino también como lugar receptivo de otras manifestaciones artísticas como la danza, teatro, pintura y música. Es así que allí se pueden realizar tanto exposiciones como talleres formativos.
Está dirigido por Hilda Trujillo Soto y se puede visitar de martes a domingo en el horario de 11 a 16 horas.
El museo se recorre guiado por especialistas en la flora y fauna del lugar arribando a las piezas luego de una preparación espiritual.
Dirección: Museo 150, San Pablo Tepetlapa, Coyoacán, 04620 Ciudad de México, CDMX, México.




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