Llegar a Río de Janeiro en estos días en pleno campeonato mundial de fútbol, es estar en el “ombligo del mundo”.
Todo el planeta globalizado, post moderno, esta mirando hacia Brasil y en Rio se hierve el plato fuerte a fuego lento.
Desplazarse por la costa es como sobrevolar los cinco continentes, con todos los colores de las banderas presentes de los diferentes países participantes.
Eso si, a medida de que van quedando fuera del campeonato, se van apagando las luces de tales colores y van brillando con mas esplendor los sobrevivientes.
El gobierno de Dilma se ha ocupado de erradicar cualquier vestigio de pobreza, de peligro, de disconformidad y el control se ve tanto en tierra con bases militares en todas las esquinas, por mar, mediante un barco de guerra que no deja de desplazarse entre Copacabana y Leblon y por aire, donde constantemente sobrevuelan helicópteros. A veces uno puede pensar que en vez de un campeonato de futbol, esta en un campo de batalla bélica.
De todas formas las manifestaciones en contra del gobierno y del Mundial, aunque custodiadas, se hacen presentes en las calles en forma pacífica.
Quien ha visitado en otras ocasiones la Cidade maravilhosa, está acostumbrado a ver gente que baja de las favelas buscando oportunidades entre el público tanto local como extranjero, que pueden significar o no un motivo de riesgo, formando parte de la farándula de la ciudad, pero en esta oportunidad brillan por su ausencia. Al contrario, es ahora el público viajero, quien sube a los morros a visitar a las favelas como es el caso de la Rocinha.
Pero Rio no es solo samba, ni playa. También es arte, lugar donde se han instalado a la par de los museos que otrora caracterizaran el centro de la ciudad (Centro Cultural Banco do Brasil, Museo Naif, MNBA para nombrar solo algunos), nuevas salas con lineamientos vanguardistas como es el caso del Museo de Arte de Rio, popularmente llamado MAR, y el mas reciente, inaugurado también el año pasado, Casa Daros, proveniente de Zúrich, Suiza con su enorme edificio recientemente remodelado, donde su presencia en América, para su Colección Daros Latinoamérica.
El edificio erguido en el barrio de Botafogo, fue construido en 1866 como sede la Santa Sede de Misericordia, cuenta con mas de 11 mil metros cuadrados y fue declarado Patrimonio de la ciudad en 1987.
Pero o bien sobran metros cuadrados, o bien falta obra. El día en que jugaba Brasil en la Copa, estaba cerrado durante todo del día, debiendo regresar al día siguiente. El recorrido que comenzamos con mucha expectativa, se fue apagando poco a poco a medida que se avanza por las salas con apenas cuatro exposiciones de bajo porte, tratándose de un espacio tan espectacular: Fabian Marcaccio, Luiz Zerbini, Guilermo Kuitca + Eduardo Berliner, Carlos Cruz-Diez.
Sin embargo, la propuesta de MAR apela a llegar a un público mas masivo, mas popular con propuestas diversas que se dan de la mano con la calle, uniendo el ámbito museístico con diferentes espacios sociales como pueden ser la favelas.
Su lema es “MAR na copa”, donde se invita al público que asiste al campeonato de la FIFA a visitar el Museo de Arte de Rio como parte del juego.
Instalado en la zona portuaria , en la Plaza Mauá, en un edificio de estilo modernista, edificado específicamente para albergar el museo, se conecta a través de un techo volado con el Palacio Dom Joao VI y cuenta con 15 mil metros cuadrados.
Actualmente ofrece cuatro exposiciones que recorren temáticas variadas, como Tatu: futbol, adversidad y cultura de Caatinga con una mirada crítica hacia las dificultades de reinvención del pueblo brasileño; Do Valongo a la Favela: imaginario y periferia; Eu como Voce, que explora el cuerpo humano y Josephine Baker y Le Corbusier en Rio a raíz del encuentro de ambos personajes en Rio en 1929.
Un museo con unas salas muy interactivas, participativas, donde la muestra de Josephine Baker esta prohibida para chicos menores de 13 años por sus fotos de desnudos así como por el contrario en otra, se invita a los chicos a escribir sobre las paredes, recostarse en un hamaca así como jugar al futbol a puro pelotazo.
La oferta culinaria es otra atracción de la ciudad que se puede degustar tanto en buenos restaurantes como en los chiringuitos que hay cada 100 mts.
La oferta de la moda también esta latente, pero eso si, si va por Brasil, lleve la billetera gordita, pues los precios están por las nubes en ocasiones casi en forma obscena.
La FIFA monto en plena playa de Copacabana el llamado Fifa Fan Fest, un escenario plagado de propuestas tanto visuales, auditivas como de entretenimiento físico, con una pantalla gigante donde se pueden apreciar los diferentes partidos y por la noche, espectáculos musicales.
Si la opción es perderse un poco del mundanal ruido, una forma de acercarse a las tradiciones de Brasil, es ir hasta San Cristobal, (frente al Maracaná, para no perder la referencia futbolera) donde un parque con un zoológico donde los domingos se llena de familias en busca de tranquilidad y dispersión. Pero lo interesante es la feria que se celebra allí cerca, donde decenas de puestos de venta de comidas típicas de todo el país, como los deliciosos platos mineiros, shows de música como el Forró y la Samba, y una oferta de locales plagados de artesanías.





















































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