San Miguel de Allende, México.
Me animo a afirmar que en México habitan colores únicos que en el resto mundo no existen.
Los colores emergen tanto de la naturaleza como de la historia.
Rufino Tamayo afirmaba que sus pigmentos provenían del mundo que lo rodeaba, colores que la gente veía y usaba en sus vidas:
azul índigo, agua, cielo. Naranja mango, púrpura berenjena, blanco pared de yeso.
De esa manera la variedad de colores se vuelve infinita y cada ciudad y artista crea los suyos.
Sin dudas que México se trata del país de Latinoamérica más rico en manifestaciones artísticas producto del enjambre proveniente del arte de los indígenas y del europeo.
España se estrenó como colonizador aquí y como padre principiante cometió varios errores y como todo hijo mayor, México arrastra traumas y problemas irresueltos que se conjugan en una personalidad única y muchas veces incomprensible para los extranjeros.
Al día de hoy los mexicanos no logran encontrar una definición propia y auténtica como nación y continúan en varios aspectos q
ligados a España.
Y allí en ese gran entuerto habita el país más rico en todas las manifestaciones artísticas.
Sus artistas y artesanos son el producto de esa lucha constante de independencia rescatando el pasado pre colombino dándole asimismo cabida a toda su autenticidad contemporánea.
Lo más sobresaliente en arte se da cuando ambos soportes se conjugan creando arte contemporáneo con piezas provenientes de las diferentes manifestaciones de la artesanía.
San Miguel de Allende explota en color y creatividad aspectos que se perciben en cada calle, rincón, restaurantes y locales destinados a la comercialización del arte.
Una gran cantidad de jubilados norteamericanos han escogido la ciudad y se han radicado allí para vivir sus últimos años lo que de alguna manera ha incidido en una fisonomía particular tergiversando la autenticidad de la ciudad razón por la cual la hace única dentro del país.
En virtud de ello, a la ciudad llega un público mucho mas exigente detrás del arte y la ciudad no los decepciona.
Cada local de artesanía reúne una selección de obras particulares y únicas que nos dejan boquiabiertos.
La mezcla así como la fusión con culturas indígenas pre hispánicas se combinan para lograr la más amplia y variada manifestación artesanal.
El local Marquesa de Mancera ubicado frente a la parroquia de San Miguel y vecino del museo Allende es un buen ejemplo de ello.
Dirigido por la española Marina Fernández de Córdova, quien se ha ocupado de divulgar sus piezas tanto de mobiliario como decorativo por toda Europa, alberga una ecléctica selección de piezas provenientes de todo México.
El local cuenta con una exquisita selección de obras que Marina se ocupa en forma personal de descubrir y promover tanto allí como en diferentes ferias afines, colaborando estrechamente con diseñadores y arquitectos a la hora de desarrollar proyectos.
Allí reúne piezas de arte textil, cerámicas, esculturas y pinturas convirtiendo el lugar en un espacio inmersivo producto del diálogo creadas entre ellas.
Fui atendido por Paz a quien agradezco el tiempo que me dispensó para darme información tanto sobre la idiosincrasia del local así como de las obras en exhibición, todo lo que me generó una enriquecedora visita, razón por la cual me costó abandonar el lugar y muchos más aún salir con las manos vacías.
Los cuadros figurativos creados con plumería multicolor son fuera de serie.
Llega un momento en que uno dice basta! , basta de tantas obras tan particulares como estéticamente bien logradas que logran emocionarnos una tras otra y cuando creemos que hemos visto todo nos damos cuenta que nos hemos equivocado.
Enhorabuena a todo el equipo por promover y difundir obras que seguramente muchos artesanos no lo lograrían en forma personal.
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