María Freire

*Pintura en acrílico, 1987 : 44 x 27 cm

María Freire (Montevideo, 1917-2015)

Nació en Montevideo el 7 de noviembre de 1917. Estudió escultura y pintura en el Círculo de Bellas Artes (con José Cuneo y con Severino Pose) y en la Universidad del Trabajo (con Antonio Pose), entre 1938 y 1943. Recibió la beca «Gallinal» y viajó a estudiar a Europa (en Amsterdam y en París, 1957-1960).

En 1966 hizo un segundo viaje de estudios, en misión oficial. Por concurso de oposición fue profesora de Dibujo en Enseñanza Secundaria y de Historia y Cultura Artística en Preparatorios de Arquitectura. Ejerció la crítica de arte en el diario «Acción» (1962-1973). Fue cofundadora del Grupo de Arte No Figurativo (1952). Entre 1954 y 1992 participó en 17 exposiciones individuales en Montevideo, San Pablo, Río de Janeiro, Buenos Aires, Barcelona, Bruselas y Washington. 

Formo parte de numerosas muestras colectivas: Salones Nacionales y Municipales de Artes Plásticas (1953-1972); Bienal de San Pablo (1953-1957); «Pintores Sudamericanos» (Nueva York, 1961); XXXIII Bienal de Venecia (1966); «Cuatro Pintores Latinoamericanos» (San Pablo, 1980); «From Torres García to Soto» (Washington, 1992); «Arte Latinoamericano» (Londres, 1996), etc. Recibió varias distinciones: Premio de Honor en la Bienal de San Pablo (1957); Primer Premio (Acuarela), en el Salón Nacional (1961); Premio al Tema Libre (Dibujo), en el Salón Nacional (1964); Gran Premio de Pintura en el Salón Nacional (1968); Gran Premio de Pintura en el VII Salón de Primavera de Salto (1978), etc. 

En 1996 le fue concedido el Premio Figari. La obra de Freire pasó por una etapa de exploración escultórica indeterminada entre lo espacial y lo tridimensional, y luego consumó una ortodoxia pictórica abstracta que la convirtió en la protagonista de la abstracción dura en el Uruguay. Obras suyas se encuentran en museos de Uruguay, Brasil y España, así como en colecciones privadas uruguayas y extranjeras.

Fuente: MNAV

MARÍA FREIRE (1917-2015): EL VIGOR CREADOR

Nelson Di Maggio – 26.06.15 – Voces

Como sucede con los premios y diversas distinciones (como visitantes y ciudadanos ilustres) que se reparten en el país, los homenajes y reconocimientos póstumos se caracterizan por la sorprendente liviandad, confundiendo popularidad y difusión mediática con calidad y auténtica creación, sin saber distinguir entre lo que ni siquiera está hecho con oficio y lo que además de oficio lleva la carga eléctrica de un talento indiscutible.

Algunos laureados, han sido los primeros de todos los segundos. El viernes último, a los 98 años, murió María Freire, la gran personalidad de las artes visuales uruguayas cuando a partir de la segunda mitad del siglo XX, la abstracción se convirtió en el santo grial del arte moderno que ella abrazó con especial pasión. Mantuvo la coherencia, aún en sus variaciones a través de los años y le dio a su obra una consistencia, un ser en el mundo (heideggerianamente) que impone a su escultura y pintura como el medio insoslayable para que lo más intenso del arte se manifieste. Montevideana, nació con la revolución rusa, el 7 de noviembre de 1917.

Estudió en el Círculo de Bellas Artes y en UTU, entre 1938 y 1943, con los profesores Antonio Pena, Severino Pose, Eduardo Yepes, Guillermo Laborde y José Cuneo. Cofundadora del grupo de Arte No Figurativo en 1952, que integrará junto a José Pedro Costigliolo y Antonio Llorens, comenzó de joven la docencia en el liceo de Colonia compartiendo la actividad y las inquietudes estéticas con Rohd Rothfuss, maestro del Arte Madí, al mismo tiempo que en la capital estrechaba vínculos con Costigliolo, compañero de por vida.

Influída por la lectura de la célebre revista Art d ́Aujourd ́huiuna de las pocas que documentaban la actualidad artística mundial, el arte tribal africano y en especial, por las visitas a las bienales de San Pablo, a partir de 1953, con la presencia del Guernica de Picasso y otras estrellas del arte moderno, María Freire fue elaborando una de las obras más vigorosas y consistentes del arte nacional.

Se impuso, en 1954 desde la Galería Salamanca, por el soberbio sentido espacial y el deslumbrante despliegue expresivo (al lado, nada menos, que de Costigliolo y Llorens). En esos años había logrado una extraña madurez y solidez de oficio, propios de su carácter temperamental y vigoroso que trasmitía a las estructuras formales.

Becada, viajó Europa (1957-60), visitando países, museos y personalidades y luego, en misión oficial (1966), experimentando de primera mano los maestros de arte moderno que esporádicamente conoció en las bienales paulistas. En sus comienzos, su escultura fue dependiente del arte negro africano, figuras y máscaras en yeso pintado y bronce, pero a partir de 1951 capturó los códigos de la abstracción del constructivismo ruso (preferentemente de Moholy Nagy, entre otros), utilizando el hierro, varillas de metal, el plexiglas y la madera pintada de fuerte cromatismo (propia del arte madí) con una poderosa imaginación que junto a la pintura, conformó el primer y gran período de su rica trayectoria. Pudo ser la gran escultora de la modernidad pero diversas circunstancias (la pequeñez del taller en la calle Tarumán, la carestía de los materiales) la obligaron a concentrarse en la pintura. Adquirió así, una libertad formal en la dinámica espacial donde los signos navegan en una rítmica personal para derivar, más estáticos pero no menos persuasivos, en blancos y negros de la serie Sudamericana (1958), síntesis de sus preocupaciones madistas y suprematismo ruso.

Luego del viaje a Europa, los signos adquieren nuevo protagonismo, los ritmos más vibrantes y envolventes, la entonación dramática (Capricornio,1965/67), pasa a incorporar el color en la siguiente serie (Córdoba, 1967/85)
y la composición se hace más cerrada y de carácter escultórico (América del Sur, 1991) en marcada oposición entre lo vertical y lo horizontal, con ciertas reminiscencias madí. Su infalible buen gusto en la elección y distribución de los colores, vibrantes y expansivos, la alejaron de las composiciones agradables y epidérmicas. Ejerció la critica de arte en el diario Acción (1963-74) y efectuó varias unipersonales y pequeñas retrospectivas en los años ochenta y noventa, intervino en varias colectivas (bienales de San Pablo y Venecia), recibió el Premio Figari 1996, y figura, entre otras, en la Colección Mercedes Benz, Alemania, exhibida en el Malba de Buenos Aires, en 2010.

El crítico Gabriel Pérez Barreiro escribió una monografía, publicada en San Pablo, un texto breve e insuficiente, con numerosas fotografías que repasan cronológicamente la producción de la artista. En el Parque de Esculturas de la ex Presidencia de la República, se encuentra una de las esculturas más significativas de la autora.

Parece obvio afirmar que el Estado tiene una asignatura pendiente con una retrospectiva y una investigación en serio sobre María Freire.


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