Es muy fácil reconocer una obra maestra cómo es el caso de esta serie americana producida este año por HBO en medio de la pandemia.
En siete capítulos su joven creador Brad Ingelsby (Pensilvania, 1980) nos conduce por a través del mayor dolor que implica la pérdida de un hijo.
El género dramático y policíaco, versa sobre el asesinato de una joven de un pueblo pequeño de Pensilvania, Estados Unidos, socavando dentro de temas secundarios que terminan convirtiéndose en los principales.
La actuación de Kate Winslet (Reino Unido,1975) en su papel de mujer desalineada, divorciada madre de una adolescente y también madre de su nieto, nos permite apreciar una vez más el calibre de esta actriz que borda cada papel que desarrolla.
El aspecto de Kate con exceso de peso marcando su vientre abultado en tomas que perjudican su imagen estilística es digna de admiración. Se negó a que editaran las tomas para reducir su barriga.
Seguramente su trabajo sea galardonado en las próximas entregas de premio internacionales.
Las temáticas son variadas y extensas yendo desde la crisis de una mujer madura que debe de continuar viendo a su ex marido, pasando por las drogas, los jóvenes rebeldes, la pedofilia, el incesto, la amistad y fundamentalmente un profundo dolor irresuelto que se va apoderando cada vez más del espectador seducido por la compleja trama.
Tampoco falta el humor y entre lágrimas, el director se ocupa de provocar risas para aflojar tensiones, producto de situaciones muy cómicas fundamentalmente en las actuaciones de Jane Smart (Seattle,1951) en el papel de madre de la protagonista.
El ritmo de la serie nos provoca una adición imposible de vencer.
Desde el momento cero hasta el último minuto estamos sobrecogidos con los nervios y el corazón estrujados.
Existe un ritmo constante que va marcando cada instante y que la protagonista se ocupa de que así sea.
Verla es una obligación. Tener un pañuelo a mano, también.




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