Viena, Austria.
Una grata sorpresa fue la muestra temporal de Marc Quinn (Londres, 1964) en las salas del Belvedere.
El artista se expresa a través de la pintura, pero más destaca aún más como escultor y a partir de sus obras realiza instalaciones.
Quinn explora el ser humano a través del análisis del cuerpo, la genética, la identidad, el medio ambiente y los medios de comunicación.
En sus obras utiliza materiales como sangre, pan, flores, mármol y acero inoxidable.
Perteneció al movimiento de los Young British Artists, revelado en la década de 1990.
Sus piezas han sido expuestas en la Tate Gallery, en la National Portrait Gallery de Londres, en la Fundación Prada de Milán, así como la prestigiosa Fundación Beyeler en Suiza entre otros lugares.
En esta ocasión presenta una serie de bustos que denotan fundamentalmente estados psicológicos de sus personajes.
En forma individual, perturban.
En forma grupal apabullan logrando un ámbito de alta sonoridad que confronta con el mutismo de las tallas.
Se trata de un artista de destacada carrera y fue un golpe de suerte verlo allí.
¿Quien dice que el arte contemporáneo no tiene nada que ver con el histórico?
El vínculo creado entre sus muestras y el resto del museo
Belvedere, genera otra obra adicional de la cual Klimt, Schiele y Kokoschka, se sentirán complacidos.




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