Montevideo, Uruguay.
La calidad de esta obra es indiscutible. No es ninguna novedad decirlo.
Fue escrita por Keith Huff en 2007, guionista entre otras series de House of cards, Mad men y American Crime.
Su estreno se llevó a cabo en el Royal George Theater de Chicago y ha logrado importantes reconocimientos y premios.
En 2009 fue interpretada en Broadway por Hugh Jackman y Daniel Craig.
En Argentina se llevó a cabo en 2012 con las actuaciones de Rodrigo de la Serna y Joaquín Furriel.
Lo llamativo, si se quiere, es la calidad interpretativa de nuestros actores y la magistral dirección de Santiago Ventura con la colaboración de su hermano Javier Ventura responsable de la filmación en vivo.
La puesta en escena y los recursos utilizados para lograr la efectividad de la pieza teatral son formidable. Un camarógrafo que se involucra entre los actores haciendo tomas detallistas que se proyectan en una gran pantalla, sumado a las personas que van realizando el “make up” a los actores a la vez que adaptando la escenografía a las circunstancias, generan un adicional que la convierte en una obra más apetecible, más palpable.
Asimismo la participación del público, recurso del cual se valen los actores, es un detalle a destacar.
Sentado en primera fila, Carlos Rompani en su papel de “el mudo”, me involucró en una escena, detalle que atesoré como un lindo gesto.
La trama dramática de la obra es muy simple, a la vez que muy compleja, cómo la vida misma donde nada es fácil y donde nunca es lo que parece.
Dos amigos desde la niñez que se desempeñan como policías, donde todo se mezcla en un solo plato, o en un solo plató hablando en términos teatrales.
Vidas privadas, íntimas, que se enredan con instancias laborales, llevan a cabo el desarrollo de una trama compleja y muy dura.
No falta casi ningún componente : amor, desencuentros amorosos, la responsabilidad o el peso que conlleva una familia, la corrupción policial, la droga, la prostitución, los celos, la envidia, el descreimiento en la vida, el desánimo a la vez que la lucha que implica el día a día y por encima de todo la amistad.
El escenario está constantemente abordado por las actuaciones personales, como por una cámara que hace hincapié en detalles que , o bien a simple vista el espectador no ve, o resaltando instancias para acrecentar emociones que se proyectan en la pantalla.
Los recursos como la lluvia constante, que acompañan la obra, generan una ambientación excepcional que dota de una mayor credibilidad e involucramiento del público con la historia.
La narrativa de la obra va siendo revelada como una novela escrita, donde todo ya sucedió.
Los recuerdos de un caso policial mal resuelto, será el desencadenante de la obra.
El error que los policías cometieron al entregar un niño vietnamita al que decía ser su tío, cuando realmente se trataba de un pederasta caníbal, carcomerá sus conciencias.
Son los relatos de los intérpretes, en algunos casos desencontrados, que van guiando al espectador en una trama que se va desentrañando paulatinamente.
La tensión es constante.
La obra no miente. Desde el inicio se percibe el ámbito por el cual transitará.
La actuación del público es vital pues en muchos casos el espectador es cómplice a la vez que activo pues los escasos recursos que usa la pieza teatral asi lo exigen.
La caracterización de los actores es fuera de serie así como la versatilidad de ambos para ir actuando en diferentes instancias.
Conozco a Carlos Rompani de otras actuaciones en épocas de colegio y me consta su potencial, pero viéndolo en esta obra, he quedado boquiabierto.
El involucramiento en el papel, la caracterización, los gestos, las formas corporales que adopta, dan cuenta de una gran capacidad actoral.
Si no hubiese sabido que era él, me hubiera costado reconocerlo.
Su papel implica un desarrollo desde las entrañas. Su sobrenombre de “el mudo”, donde sus palabras son escasas, lo obligan a comunicarse con su cuerpo, sus posturas y gestos, cosa que lo logra con creces.
Se trata de un hombre solitario, alcohólico, que habita su vida de forma hermética y está enamorado de la esposa de su mejor amigo a quien culpabiliza por engañarla con prostitutas.
“El mudo” representa una mezcla de sentimientos de amor y traición para con su colega y amigo.
Su desdoblamiento actoral, pasando de un hombre adusto, callado, triste,
a representar a una prostituta excitada, denota la versatilidad actoral que tiene.
Gastón Torello en su papel de Gabriel, no se queda atrás.
Partiendo de un personaje totalmente opuesto al apocado amigo, se manifiesta siempre exacerbado, energético y dominante en la relación.
Es el ganador, quien conformó una familia y quien parece tener la situación de su vida clara, controlada.
Pero también tiene sus matices que lo harán transitar a través de ciertos vericuetos que le permiten demostrar su magistral capacidad actoral.
Ambos son enigmáticos.
La obra nos hace reír, también llorar, pero lo que nunca falta es la tensión.
Un elemento no menor y muy disfrutable es el idioma uruguayo que usan con tonalidades lunfardas que convierte a la obra en una pieza excepcional.
Ayer fue la última actuación de este ciclo, que es deseable se repitiera.
¡Enhorabuena a todo el equipo!




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