Linda Kohen

Montevideo, Uruguay.

Se trata de la artista más longeva perteneciente al Taller Torres García. A sus 95 años continúa pintando. A fines de 2021 recibió el XXV Premio Figari que se otorga a la trayectoria del arista y sus obras se encuentran expuestas en el Museo Figari bajo la curaduría de Federico Arnaud.

Hablar con Linda nos remite a otro tiempo donde no hay prisa alguna. Dialogar con ella nos traslada a su ámbito donde la pausa, la observación, la calidez nos trasladan a otro tiempo. Su cálida mirada para con el otro es la misma que aplica a la hora de capturar sus temáticas que plasma en sus cuadros.

Fiel a sus principios artísticos, Linda siempre se ha mantenido constante a su impronta donde su retórica no es otra que una gran autobiografía que incluye tanto a sus familiares como a su entorno íntimo donde ella pinta.

Su taller forma parte de su vivienda y su vivienda forma parte de su taller. Imposible disociar una de otra. Trabaja rodeada de sus objetos, de sus libros, de sus recuerdos frente a un tupido jardín que ha sabido cultivar con sus propias manos en su hermoso apartamento en medio de una urbanización densa cómo donde vive.

Tampoco faltan las plantas al frente de su apartamento donde a modo de escudo dan la sensación de protección ante el bullicio de la calle. Un ámbito natural dónde la visitan a diario también los pajaritos que ha logrado conquistar teniendo siempre agua y comida para ellos.

Su pausada voz siempre de carácter reflexivo, mezclada con el dejo de del acento de su Italia natal, nos obliga a dialogar en otra dimensión, a otro paso.

Mujer inteligente, atenta, curiosa, siempre interesada en saber del otro aspectos que la llenan de vida.

Escribió un libro de recetas de cocina ilustrado con sus dibujos y también tuvo un programa de moda femenina que llevó a la televisión cuando aun las imágenes eran en blanco y negro.

Su vida fue un trajín de corridas y mudanzas obligadas corriendo para eludir situaciones trágicas.

Primero debió abandonar su Milán natal en 1939 junto con su familia cuando tenía 15 años. Luego en 1979, la situación coyuntural de su país de adopción la obliga a mudarse a San Pablo junto con su marido Rafael Kohen regresando en 1985 luego de la reapertura democrática de Uruguay.

Las valijas han sido una constante en su trajín de vida como lo ha sido lamentablemente en el caso de varias familias judías.

Pero a pesar de la prisa y la tensión con la que la vida la ha obligado a vivir, Linda y su obra generan tranquilidad, pausa, reflexión mas allá de las temáticas. Sus pinturas representan un son de paz a la vez que reflexivas.

Linda Olivetti nación en 1924 y luego de casarse con Rafael Kohen en 1946 adoptará el apellido de su esposo. Su colega y amiga Eva Olivetti (Eva Brager, Berlín, 1924-2013) también era su cuñada casada con un hermano de Linda y fueron constantes compañeras siempre presentes en todas las exposiciones y manifestaciones de arte.

Dos artistas que trabajaron a la par, siempre bajo una temática constante donde el tiempo nunca las apremió y fundamentalmente trabajando por encima de los trajines de sus vidas.

Recorrer el amplio apartamento de Linda nos lleva a transitar a lo largo de su vida donde también hay espacio para recordar a sus seres queridos que hoy día ya no están físicamente a su lado.

Las pinturas de Linda Kohen son una demostración de la celebración de la vida. Siempre ha sido una mujer muy agradecida para con Uruguay, país que le dio acogida.

Nunca dejó de crear y a falta de modelos no dudó en echar mano a sus familiares como lo fueron su madre, su esposo, hijos y hasta ella misma con una magnífica serie de visiones parciales de piernas, manos y momentos tan íntimos como el fragmento de si misma sentada en el inodoro.

Su formación artística la llevó a recorrer los talleres de Pierre Fossey, Eduardo Vernazza, Horacio Butler, el Taller Torres García donde contó con loas enseñanzas de Augusto Torres, Julio Alpuy y José Gurvich.

Las pinturas de Linda son un remanso de sosiego a nuestra apresurada mirada. Muchas veces y con razón la hemos comparado con el artista italiano Giorgio Morandi (Bolonia, 1890-1964) por su temática tan intimista así como por su paleta de colores, ambos artistas ajenos al apresurado mundo artístico.

Pero sus obras también tienen un sesgo metafísico que nos llevan a transitar estados mentales que hablan del devenir de la vida.

Biombos y corredores que hablan del ir y venir de los seres humanos, son una constante en su obra dando cuenta del camino que nos toca transitar.

El retrato de su esposo caminando por un corredor en sentido contrario al espectador es una destacada obra que nos hace reflexionar a la vez que nos paraliza, máxime cuando estamos en su casa frente a ese corredor que da cuenta de su vida.

En 2021, le fue otorgado en virtud a su carrera, el Premio Figari que otorga el Banco Central del Uruguay bajo el jurado en esta ocasión integrado por María Eugenia Grau, Elena O’Neill y el artista Daniel Gallo.

Asimismo en reconocimiento a su carrera, recibió el Premio Morosoli en la categoría de Artes Visuales en 2013 y el 58° Salón Nacional en 2017 llevó su nombre a modo de homenaje.

Acercarse al Museo Figari para recorrer su exposición nos permite acercarnos a su obra a través de una precisa selección acompañada por los textos de su curador Federico Arnaud, que ha sabido captar el espíritu de la larga trayectoria de la artista.

Arnaud, sagazmente, diagramó la muestra dividiéndola en distintos sectores que agrupó las obras en virtud de temáticas.

A falta de museo que nos permita apreciar su obra, esta es una buena oportunidad para acercarnos.

Tampoco Linda tiene galeristas en Uruguay que la representen aunque tiene presencia en galerías en Brasil y Estados Unidos.

Actualmente dos obras suyas están formando parte de una muestra colectiva en la galeria Otro Lugar en José Ignacio.


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