Líbano, a mi regreso

Tenía mucha expectativa por conocer Líbano fundamentado en su historia que la antecede así como por los comentarios de sus descendientes, hijos de inmigrantes que se instalaron en Uruguay, que poco a poco se van animando a regresar para visitar su país de origen.

Cabe aclarar que el ánimo a que hago referencia no es en relación al temor, sino a que la diáspora de ese país, que tiene cuatro veces más habitantes fuera que en su propio territorio, ha sido muy silenciosa.

Una comunidad que se dejó abrazar por la civilización de cada lugar donde fueron acogidos, pasando casi desapercibidos. Al menos podemos apreciarlo así en nuestro país.

En Estados Unidos son una comunidad muy grande y fuerte. No sé basado en qué, si por temor, vergüenza, tacto, falta de amor propio, etc, el hecho es que hasta hace muy poco tiempo no sabíamos de la existencia de tantos libaneses en nuestro país. Para nosotros eran todos “turcos” como solíamos llamarlos. ¡Cuántas familias amigas desde nuestra niñez nos venimos a enterar de que son libaneses!. Sin dudas hay un gran trabajo de la embajada libanesa detrás.

Líbano (10.452 km2) es del tamaño de un departamento nuestro, un poco más chico que Artigas que tiene 11.928 km2. Tiene una población que ronda los 4 millones de libaneses y hay 16 millones que viven en el exterior y que son gran parte sustento de la economía del país. También tienen un par de millones de inmigrantes entre los cuales destaca la comunidad siria.

Los libaneses transmiten la nacionalidad a través del padre, a diferencia de la mayoría de los países que lo hacen a través de las madres. Esto es debido a que quieren protegerse de tantos árabes en su mayoría que llegan allí con el propósito de buscar un ámbito de paz y terminan casados con las mujeres del país.

Su idioma oficial es el árabe pero gran parte habla el francés como segunda lengua pues hasta 1943 estuvieron dominados por Francia. El 54% de los ciudadanos son musulmanes, un 40% cristianos hjmayormente maronitas y ortodoxos y un 6% aproximadamente drusos.

Beirut llamada “el Paris de Oriente Medio”, tiene tintes franceses a pesar de que se le nota muy demacrada. Se percibe una ciudad nostálgica. La ciudad que ha tenido su esplendor, está viviendo un rebrote constructivo con torres muy modernas que se erigen como hongos, debiendo convivir con los edificios cascoteados y en algunos casos abandonados, producto de la Guerra Civil que azotó al país entre 1975 y 1990 además de la guerra con Israel acaecida en 2006, también denominada Guerra Israel – Hezbollah durante 34 días. Edificios que no tienen presupuestos para ser reconstruidos, con marcas visibles del balaceo de los enfrentamientos bélicos, van siendo abandonados contrastando con las nuevas torres. 

Para resguardarse del calor, los apartamentos se protegen con toldos que cuelgan de las ventanas a modo de pesados cortinados, en su mayoría roídos por le paso del tiempo, lo que viste a la ciudad con un traje de fajina o de entre casa que la empobrece estéticamente.  Si debiéramos buscar una palabra para definir la ciudad, podríamos aplicar el término  contraste. 

Sede de varios países que buscan allí un sosiego de paz, viven de los vaivenes de las economías de sus vecinos y en este momento en que Siria está tan asediada, se nota la paralización de las inversiones. 

Se trata de una ciudad  frente al mar Mediterráneo con unas vistas muy bellas que se perciben desde su Corniche (rambla costera) que acompaña el serpenteo de la larga costa.  

Destaca su barrio más cosmopolita llamado Hamra al cual se llega siguiendo el olor del café y de los humos aromáticos de los narguilehs.  Punto de encuentro de los jóvenes, la plaza Hamra es su punto neurálgico y está rodeada de cafeterías. “Ta Marbouta” es una buena opción para convivir un rato con los beirunenses aunque  imposible pasar desapercibido.  Una amplia variedad de platos así como de tragos donde el típico es la limonada con hierbabuena muy refrescante para los días de sofocante calor. 

El centro de la ciudad, esta conformado por elegantes y bonitos edificios dotados de tiendas de las mejores marcas internacionales, pero se ve muy poco gente que se mueva por allí. Otro lugar muy chic para pasear y comer, es el Zaitunay Bay, puerto de hermosos yates y veleros que dan cuenta de una clase económica opulenta.

Vale la pena darse una vuelta por el Museo Arqueológico de Beirut que abrió sus puertas al público en octubre 2016 luego de décadas de restauración luego de los destrozos de la Guerra Civil amén de una inundación acaecida en 1991. Cuenta con una escueta pero exquisita selección de obras que han conformado su pasado con sarcófagos, mosaicos, joyas donde destaca la tumba de Tiro del siglo II  d. C.  con unos frescos fuera de serie. También llaman la atención la serie de sarcófagos antropoides del siglo VI a.C. que son aquellos que representan figuras humanas todas diferentes. Muchas de las obras fueron robadas y otras destruidas durante la guerra, pero con la ayuda de un procedimiento de protección, donde las piezas fueron cubiertas por bloques de cemento, que es enseñado a los visitantes a través de un video documental, se aprecia el arduo trabajo realizado, transmitiendo al espectador cierta emotividad por el resultado logrado .

Beirut carece básicamente de transporte público. No hay metro y los buses privados son casi imperceptibles. Se mueven por la ciudad como los buses que solemos ver aun en algunos países centroamericanos, a modo de taxis colectivos.

Salir de la ciudad a conocer el país es casi imperceptible pues debido al tamaño del mismo las ciudades están una pegada a la otra.  

Byblos (Yebeil en árabe) es una ciudad de origen fenicio, suerte de barrio de Beirut por su cercanía, donde una zona antigua muy pintoresca con amplia oferta de restaurantes y una bonita marina que la transforma en un lugar muy demandado fundamentalmente los fines de semana. También es asombroso el paisaje de llanuras rodeadas por montañas de picos nevados y encantadores pueblos con gente muy receptiva , con castillos y templos de civilizaciones anteriores a las griega y romana.

En el Valle de Qadisha se pueden ver varios monasterios de monjes cristianos maronitas que viven en severa soledad difícil de verlos a no ser el caso excepcional de que bajen por causas médicas o cuando están muy ancianitos. Allí en el Valle se encuentra el pequeño pueblo llamado Becharri donde viviera el poeta libanes de fama internacional Gibran Jalil Gibran (1883-1931). Hoy día , en su casa convertida en museo, cuelgan de las paredes su vasta obra pictórica desconocida entre su público literario. Su obra literaria más conocida que fuera tan popular en nuestro país, es el místico libro llamado “El profeta”. Es un texto atemporal con un estilo casi religioso que siempre invita a ser abordado. Leerlo allí en ese entorno donde fue concebido, genera un ámbito especial. 
Es común ver en las calles de la ciudades, fotos de mártires fallecidos, la mayoría jóvenes, que lucharon en movimientos de liberación nacional, con lemas como «siempre estarás en nuestro corazón».

En temporada invernal los centros de esquí funcionan a tope y el más importante es la estación Los Cedros que hace alusión al símbolo nacional representado en el estandarte del país.

Pensar en Líbano es tragar saliva. Tienen una gama de platos salados preparados con verduras siempre frescas y diversas. Ensaladas como el Tabuleh o la Fatush acompañadas con hummus(crema de garbanzo) y variedad de quesos cremosos, son los antipastos ideales antes del plato principal. Los apetitosos Falafel y los Shawarma así como una amplia variedad de bocadillos preparados con masa de harina rellenos de productos como carne, quesos, verduras, etc, complementan la oferta gastronómica. El Zaatar, similar a nuestro tomillo, preparado con semillas de sésamo, es un ingrediente típico que está presente en muchos platos fundamentalmente encima de panes caseros preparados en horno de leña.  A la hora del postre, una enorme diversidad que no pueden faltar en ninguna mesa libanesa. Los dulces, un tanto empalagosos, se venden en trocitos pequeños seguramente por ello. Destaca el pistacho muy usado tanto en postres, helados así como en  platillos salados. Muy recomendables las panaderías  Moulin d’Or que ofrece tanto especialidades dulces como saladas. 

Merece un destaque especial el postre llamado Talej Talej que sirven en el restaurante Beit Nazha en Byblos, preparado a base de helado de crema  cubierto por el algodón dulce, similar al coloreado que solíamos comer de niños, cubierto por trocitos de pistacho. 

Los libaneses son muy simpáticos, receptivos, curiosos y atentos a lo que el turista necesita. Siempre con una sonrisa en la cara lo que hace mucho más disfrutable el paseo por dicho país. En ningún momento se percibe peligro alguno y es un país muy accesible y apetecible para ser recorrido.


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Comentarios

3 respuestas a «Líbano, a mi regreso»

  1. Avatar de Daniel Benoit Cassou

    Muy bueno tu articulo Daniel
    Saludos
    Elsa Marsicano

  2. Avatar de Daniel Benoit Cassou

    fotos muy bien seleccionadas y el artículo perfecto en su brevedad
    Saludos
    Ana Celana

  3. Avatar de Daniel Benoit Cassou

    Muchas gracias Daniel, buenísimas las fotografías y los comentarios. Una muy buena ayuda memoria.
    Nos vemos en la tarde.
    Cariños, Marta Saez

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