Me había negado a verla creyendo que ya estaba todo dicho, pero luego de hablar con unos amigos extranjeros que me pidieron mi opinión no me quedó otra opción.
La película recientemente estrenada, dirigida por el español Juan Antonio Bayona (Barcelona, 1975), está muy bien realizada honrando principalmente a quienes perdieron la vida en el trágico accidente en 1972.
Recuerdo siendo un niño, la preocupación y tristeza que se vivía en mi casa por aquellos chicos a quienes se les daba por muertos.
También recuerdo claramente el estado de alegría de mi madre el día que se supo que habían sobrevivientes.
No se me olvida más la foto de cada uno publicados en él periódico.
Mi madre nos leía en voz alta los nombres de cada uno de ellos celebrando aquellos que conocíamos a la vez que se ponía triste por los otros que no había logrado sobrevivir.
La película nos devela momentos trágicos personales logrando transmitir el temor en cada persona, el desasosegado así como los casos de angustia de algunos chicos clamando por sus padres.
Asimilar la muerte en cada caso a la vez que tener que sobrevivir junto a los cuerpos sin vida, consolar a quienes habían perdido a sus familiares así como la decisión de alimentarse de los cadaveres, está muy bien tratado..
Todo eso que siempre supimos y que tan difícil es imaginarlo.
La voz en off de los fallecidos y el repesto con el que se les homenajea es muy destacable.
La continuidad de la vida de los aquellos que la perdieron en los sobrevivientes es muy conmovedor a la vez que venerable.
Creo que esta película de alguna manera visualiza los hechos con dignidad a la vez que sella una herida nacional, si se quiere, pues todo el pueblo uruguayo sufrió esa tragedia.
Me comentaron los familiares que quedaron satisfechos con el film y con el trato que se les brindó tanto a fallecidos como a sobrevivientes y eso es lo más importante.
Difícil verla sin dejar de llorar pero también hay que pensar en la continuidad de la vida y de todos esos chicos que tuvieron la oportunidad de retomar sus vidas y conformar sus familias.
Un ejemplo de tenacidad humana que da cuenta de que nunca hay que bajar los brazos.
Un detalle no menor que valoramos mucho es que está hablado en “uruguayo” y haciendo mención a detalles montevideanos como los chivitos del Bar Arocena entre otros ya forman parte de nuestra idiosincrasia
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