Montevideo, Uruguay.
El miércoles 13 de noviembre pasado, a la caída del sol, se llevó a cabo la presentación de un nuevo libro el cual acompaña una exposición sobre unos de nuestros mas célebres artistas como lo fue Pedro Figari (Montevideo,1861-1938).
La charla presentación estuvo a cargo del director del Museo Figari Pablo Thiago Rocca acompañado por Alicia Barreto y Elena O’Neill.
Han pasado 86 años desde la desaparición física de Figari y aun no lo hemos terminado de asimilar dentro de lo que debería de ser nuestro orgullo y reconocimiento patrimonial tratándose del gran artista con notoriedad internacional.
El hecho de pertenecer a un sector de la sociedad muy burguesa y dentro del ámbito jurídico y político en el cual se desempeñaba como abogado le jugó en contra. Era inadmisible que una persona con su formación profesional y perteneciente a una casta social se deviniera en artista mucho menos con una temática y un estilo de pintura incompresible para la época lo que le llevaron a catalogarlo como “garabateador de míseros muñequitos”.
Se dijo que no sabía pintar y que sus cartones no estaban a la altura de un profesional cuando realmente fue un adelantado dejando que el color de sus fondos beige formara parte de su pintura.
Figari era mas que un pintor, fue un gran artista.
A los 60 años de edad y luego de jubilarse y divorciarse comienza su carrera de arte internacional.
Primero cruzó el charco donde llevó a cabo dos exposiciones que le dieron la seguridad y el aplomo necesario para seguir adelante.
En la primera llevada a cabo, ambas en la Galería Müller, no consiguió atraer la atención de los coleccionistas hasta que luego su amigo Manuel Güiraldes (1857-1941) lo apoyara y escribiera una nota ponderando su trabajo.
Luego va a dar el paso definitivo cuando se traslada a París acompañado por su fiel hijo el también artista Juan Carlos (1893-1927), quien abandona su carrera de arquitecto y de artista para convertiste en su manager.
Esta muestra de carácter analítica que se está llevando a cabo en el Museo Figari apunta a demostrar que mas allá de sus pinturas que erróneamente se han catalogado de carácter naif, el artista tenía una gran formación profesional.
En Montevideo se formó junto al italiano Goffredo Sommavilla (1850-1944) con quien, acompañado por su esposa María de Castro, acudían a tomar clases juntos. Luego complementará su formación en Milán en el taller de Virgilio Ripari (1843-1902).
Figari siempre fue un artista con dotes profesionales y recorrió varias etapas las que alude el libro, en las cuales se puede apreciar la facilidad para el dibujo que tenía.
Período formativo (hacia 1885-1914), Período de dibujo intensivo (1915-1917), Período de “Nocturnos” o “Claro de luna” (hacia 191-1921) y Período Consagratorio (1921-1934), son las diferentes etapas en las cuales el libro aborda el libro.
Mas que la comunidad negra uruguaya con la cual lo identificamos básicamente a Figari le interesaba el pasado universal producto de un proceso mental que lo llevó a encarar temáticas como los trogloditas entre otros.
En las costumbres rurales de nuestro país y las de la comunidad afrodescendientes, encontró la manera de dar cuenta a esa filosofía artística acometida.
El echo de haberse decantado por su estilo de velorios o bailes de la comunidad afrodescendiente que lo caracteriza no se debió a que era lo único que podía realizar.
Sus diversas formas narrativas coloridas de cromatismo exultante, zigzagueantes, vibrátiles e indefinidas, hacen alusión a una gran complejidad filosófica que Figari también escritor y poeta, aborda.
Se ha dicho que podría haberse visto inspirado por las obras de los pintores nabis como Édouard Vuillard (1868-1940) y Pierre Bonnard (1867-1947) que formaban parte de la colección de Milo Berreta en Montevideo, cuando realmente fue al revés, cuando estos artistas visitaron la muestra de Figari en París en la Galería Druet en 1925.
Cuando Figari llega a Paris ese año cuenta con la ayuda y el apoyo del poeta Jules Supervielle (1884-1960) quien los pone en contacto con los artistas mas destacados de la época entre los cuales podemos citar a Pablo Picasso, Fernard Leger, Pierre Bonnard, entre otros quienes lo llegaron a catalogar como el “Gauguin uruguayo”.
Otro gran amigo que respaldara su carrera fue el destacado crítico de arte Jean Cassou (1897-1986) quien supo vislumbrar un lenguaje figariano original tanto en sus colores, movimientos de ágiles pinceladas alineado al pos impresionismo. Asimismo el crítico le realizará una exposición en el Museo de Arte Moderno de París en 1960.
Con ambos teóricos mantendrá su relación hasta el final de su vida.
En París vivirá nueve años los que fueron obviamente los mas productivos pintando mas de 3500 cartones, pues se dedicaba exclusivamente a ello.
Fue la muerte accidental de su hijo a raíz de una pulmonía luego de un baño de mar, que le llevara a una etapa de suma angustia lo que lo obligará a regresar a Montevideo en 1934 al cuidado de su hija Emma.
Aquí sobrevive cuatro años período en que solo se dedicará a retocar sus obras.
Regresa al país en el mismo año en que lo hace Joaquín Torres García (Montevideo, 1874-1949) otro artista que no terminamos de “tragar”.
A pesar de sus aparentes diferencias ambos artistas tienen puntos en común.
El hecho de que Figari haya recurrido a temáticas de épocas anteriores lo acerca al concepto de Torres García quien llegó pidiendo que buscáramos inspiración en nuestro pasado pre colonización europea.
También ambos artistas venían con una gran carga artística producto de haber frecuentado París en sus años mas efervescentes habiéndose codeado con los grandes artistas del siglo XX.
Sería muy bueno y hasta necesario que se llevara a cabo una exposición donde las obras de ambos artistas dialogaran buscando puntos de acercamiento dejando de lado las diferencias que nos llevan a tomar partido de un lado o del otro.
A diferencia de Torres, Figari no quiso ocuparse de conformar un taller para eventuales alumnos, lo que redundó aun mas a su favor pues pudo dedicarse mas a su creatividad y permanece al día de hoy siendo original e incomparable.
Desde mi punto de vista Pedro Figari al igual que Rafael Barradas (Montevideo, 1890-1929) continúan siendo nuestros mas insignes artistas a nivel internacional.
Creadores de un repertorio y corrientes únicas.
Si hubieran continuado viviendo en Europa seguramente hoy día gozarían de mayor prestigio internacional.
A lo largo de su carrera Figari pintó mas de 5000 obras, siendo la etapa parisina la mas productiva, varias de las cuales continuan circulando por remates a precios irrisorios tratándose de un artista de su talla.
Vale la pena acercarse a esta minuciosa muestra ubicada en el Museo Figari y adquirir el libro que tan bien analiza la carrera de este gran maestro.
Lamentablemente y como suele suceder, el día de la presentación del libro había una cantidad de público muy reducido, todos de edad avanzada y la ausencia de nuestros artistas da clara cuenta del poco interés a la hora de asimilar así como de apoyar este tipo de incitativas que merecen toda nuestra atención.




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