Montevideo, Uruguay.
La exhibición realizada a partir de la selección de obras de Jorge Páez (Montevideo, 19.05.1922 – 1994), da cuenta de su gran carácter creativo.
Asimismo se trata de un necesario homenaje que no solo favorece la carrera de este artista, sino que también representa un gran aporte para el arte nacional.
Conformamos una sociedad con tendencia a cultivar una amnesia genérica. Ello nos impide el crecimiento progresivo artístico, lo que sumado a la falta de espacios museísticos, nos dificulta el desarrollo de una plataforma acorde a nuestro quehacer artístico.
Quienes tuvimos la oportunidad de frecuentar a Páez, conocemos no solo su creatividad, sino que sabemos de su gran generosidad para con el medio artístico.
Era muy querido y apreciado por todos sus colegas. En mi caso lo conocí a través de Hugo Longa y de Águeda Dicancro quienes le tenían un gran afecto, respeto y admiración.
El evento más esperado y disfrutado en la temporada estival esteña, era la apertura de su espacio artístico denominado Museo de Arte Americano de Maldonado, con muestras temporales que facilitaban la difusión de diversas propuestas artísticas que denotaban su generosidad de Páez.
Asimismo recorrer las salas que albergaban su colección de arte precolombino y artesanías de diferentes procedencias con un claro afán antropológico era una verdadera experiencia espiritual.
Esas noches representaban la oportunidad no sólo de deleitarnos recorriendo sus salas de tenor místico mágico, sino que también nos permitía sociabilizar gozando de la generosidad de su espacio acompañados de la presencia de Jorge, quien siempre estaba de brazos abiertos recibiendo a sus amigos.
La oportunidad de haber tenido un museo de esas características, fue única y ha sido irrepetible hasta el momento.
Seres humanos con la sensibilidad y generosidad como la de Jorge, son de edición limitada.
En mi caso fue motivo inspirador para modestamente imitarle en el acercamiento hacia las artesanías.
Recorrer esas salas nos transportaba a la selección de piezas antropológicas que los Rockefeller legaron al MoMA, pero el museo de Páez tenía una magia única pautada por la casa colonial, sus habitaciones así como los colores de sus paredes.
La disolución de esa colección ha sido una gran pérdida para nuestro país.
Lamentablemente las piezas se fueron vendiendo con posteridad a su fallecimiento y por fortuna logré adquirir un par de las mismas.
Jorge Páez con una sólida formación humanista, no solo fue un destacado artista nacional sino que fue también un importante agente del arte que se desempeñó como mecenas, coleccionista, jurado, curador y crítico de arte publicando sus notas en varios medios.
Integró comisiones al servicio del patrimonio nacional.
Como artista visual representó a Uruguay en la Bienal de San Pablo en la edición de 1963 y en la Bienal de Venecia al año siguiente.
Su obra transitó por el arte abstracto con marcada influencia del Grupo CoBrA (París, 1948-1951), basado en las raíces de las tradiciones populares y en el arte primitivo local.
Con posterioridad y a partir de la década de los 60 se manifestó dentro del informalismo con obras de cargado empaste matérico, no dejando de expresarse también dentro del Pop Art que lo asimilaba a través de su profesión de publicista.
En sus obras plasmaba temas populares e históricos uruguayos, considerando asimismo el género del retrato que lo llevaría a homenajear a destacadas personalidades tanto internacionales como locales donde no faltaban sus amigos y familiares.
La retrospectiva titulada “Otro expresionismo, Jorge Páez Vilaró 100 años”, en virtud de que este año se cumple el centenario de su nacimiento, curada por Manuel Neves, nos devuelve su actuación como artista y agente de arte a nuestra memoria colectiva necesaria.
En un recorrido muy ilustrativo de sus épocas, la muestra presenta las diferentes etapas del artista que nos permiten acercarnos no solo a su faceta como artista, sino también percibir su afán humanista y el afecto para con su familia y amigos.
No es un dato menor ni casual, que en su texto presentación, Neves cite también a Fernando García Esteban, otro gran mecenas nacional a quien también solemos olvidar, habiendo sido un pilar para nuestra historia del arte nacional.
En vida, Páez tampoco logró el reconocimiento merecido por sus pares, sin embargo fue galardonado en el exterior a partir de sus exposiciones.
Integró y presidió la Comisión Nacional de Bellas Artes, formando parte de la comisión que adquirió el pabellón de Uruguay dentro de la Bienal de Venecia que tan bien nos posiciona a nivel internacional.
Amigo de sus amigos, Jorge Páez fue una persona de una gran generosidad siempre pensando en el bien de su país.
No tenía el esplendor social que generaba su hermano el popular Carlos Páez Vilaró, pero no por ello brilló menos.
Su ausencia se nota en el medio y su colección se echa de menos.
Esta muestra es necesaria y debería de marcar el camino para homenajear a otros artistas e intelectuales que han sido de un gran aporte dentro del arte nacional.




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