Montevideo, Uruguay.
Mi espíritu coleccionista siempre me ha conducido a descubrir artistas.
Visitar un taller y entablar diálogo con los artistas, me genera una gran adrenalina.
Siempre me he guiado por mi intuición la que aplico junto con mis conocimientos y ojo avizor, al momento de seleccionar una obra. Pero desde mi punto de vista personal, lo mas importante a la hora de escoger una obra de arte es creer en el artista.
La retórica de su obra dependerá de lo consecuente que sea el artista en su quehacer artístico, por ello me tomo el tiempo necesario para conversar y llegar a la médula del motivo disparador, inspirador del artista.
No me interesa su opinión sobre el contenido interpretativo de sus obras, sino el “leimotiv”, termino que hace referencia a la repetición a lo largo de la carrera, que le ha llevado a crearla.
Indagar el mundo virtual de cada artista es fascinante, máxime cuando habitan otras dimensiones diferentes a la palpables por el resto.
Los artistas crean espacios virtuales que nos invitan a recorrer a través de sus obras.
Siempre pongo de ejemplo la obra de Marco Maggi (Montevideo, 1957) que me ayuda a explicar con hechos el concepto de otras dimensiones.
La vida, desde siempre, ha sido tan virtual como real, por mas que el termino haya logrado comprensión a partir de los dispositivos electrónicos.
Solíamos llamarles locos a los artistas que transitaban por otras dimensiones.
Le sucedió a la creadora del arte abstracto Hilma af Klint (Suecia, 1862-1944), a quien trataban de paranoica, a tal punto que pidió a su sobrino que su obra fuera expuesta luego de 20 años de su fallecimiento.
Tuvimos que esperar hasta la aparición del alemán Joseph Beuys (1921-1986), quien entendió y promovió al arte como una práctica sanadora.
Haberme acercado a la obra de Joaquín Brignoni (Montevideo, 2001), me dio la posibilidad de conocer a una gran promesa artística.
Joaquín es un joven de aquellos quienes transitan por su mundo propio.
Me invitó a su taller que no es mas que su propia habitación, usando la casa de sus padres a modo de galería de arte.
Es un chico muy reflexivo, pausado, demasiado para que lo que se ve hoy día teniendo 21 años.
Es un creativo nato, lo que aplica en todos los órdenes de su vida.
Estudiante de ingeniería civil, también con muchas ganas de estudiar diseño industrial, amén de haber hecho talleres de cerámica, pintura, dibujo con Inés Olmedo y haber puesto un piecito en la Escuela de Bellas Artes, Udelar, ademas de asistir al Taller de Volumen de Javier Abdala.
Creatividad es lo que mas prevalece en su quehacer diario. Para ello se ocupa de investigar, recorriendo distintos elementos aplicables a sus ideas.
Ha tallado madera con gran acierto y actualmente está descubriendo las virtudes de materiales diversos como es el caso del poliestireno expandido.
Sus obras dan cuenta de un mundo propio. No se parecen a nada de lo visto.
En ellas desarrolla varios aspectos teóricos a través de formas amorfas, puntas filosas, donde tampoco faltan los efectos que las mismas producen con sus sombras que complementan y componen sus propuestas.
Sus piezas parecen emerger o sumergirse en las paredes o en los pisos a modo de tubérculos.
Haciendo uso de este material, obtuvo en 2022, el Primer Premio en el concurso 50 años de resiliencia para el Museo Memorial de la Tragedia (Museo Andes).
“Desde que tengo memoria me recuerdo, acompañado a mi padre en sus ratos dedicados a crear, explorar y transformar aquellos objetos que ya no tenían uso y siempre brindado recursos para que yo pudiera hacer mis propias investigaciones”, es una cita textual de Joaquín que lo define.
No tengo dudas de estar frente a un gran artista con una carrera promisoria. Mi consejo fue que indagara mas dentro suyo a partir de su intuición, que en buscar formación en talleres que le pudieran inhibir su propio discurso artístico.
Seguramente en breve logrará una mayor visibilidad y reconocimiento artístico.




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