Instancias Viajeras: Simon & Garfunkel

New York, Estados Unidos.

Estando de viaje de trabajo en New York City y en otra era pasada totalmente distinta a la actual, llegué al “ombligo del mundo” para cumplir con mi objetivo: trabajar.

No es que haya pasado tanto tiempo desde este viaje, sino que en estos años el mundo ha cambiado mucho a partir de los avances de los medios de comunicación.

Distinta, digo por que no existía Internet, al menos no en Uruguay y no teníamos acceso para preparar nuestros programas viajeros. Acudíamos a los lugares de acuerdo a recomendaciones, eventualmente notas televisivas o periodísticas buscando los diarios en lugres como la Alianza USA que los recibía, pero siempre los programas los armábamos in situ. También podíamos contar con la ayuda de algún amigo que viviendo allá, nos comprara entradas para algún espectáculo en forma anticipada.

No era este mi caso. Era agosto de 1991. La palabra Internet recién comenzaba a sonar en nuestras conversaciones y todos nos preguntábamos que querría decir www.

También en esos años recién estaban llegando los primeros teléfonos móviles a nuestro país y no eran de fácil acceso. El hecho está que yo aun no manejaba ninguno de ambos productos, como la mayoría de los uruguayos.

No se trataba de mi primer viaje a New York y tenía claro que si quería divertirme debería de pasar por Broadway, cita obligatoria en Manhattan.

El primer día que llegamos compramos unas entradas para ver una obra en Broadway que no recuerdo su nombre, pero que era muy buena. A la noche, y luego de una larga y densa jornada laboral, me dirigía al teatro en un yellow cab en medio de un tránsito muy lento y pesado.

-¿Qué sucede?, – le pregunto al chofer frente a la situación.

– Es que hoy esta el recital de Simon & Garfunkel y está toda la zona con embotellamientos, – me respondió.

Yo no había oído nada, pero sí sabía que hacía mucho tiempo que el dúo no actuaba y que se habían separado.

Mientras el coche avanzaba lentamente, a paso de tortuga y viendo la cantidad de personas que corrían con afán para adentrase a Central Park, me dejé tentar por la idea y ordenando al taxi parar, me bajé sin dudarlo y comencé a correr a la par de los fans.

A medida que me acercaba, la adrenalina era cada vez más fuerte y podía sentir mis pulsaciones con ahínco.

No es que fuera un fanático del dúo que llevaba 30 años cantando, pero me gustaban mucho y la oportunidad de verlos y en Central Park luego de diez años de su último concierto fue motivo para olvidarme de Broadway que siempre estaría a diferencia de este gran evento.

Estando allí, fui tomando nota del show. Solo actuaba Paul Simon producto de una decisión personal que había tomado casi en forma precipitada, por lo cual Art Garfunkel había optado por no actuar aduciendo a que a él nadie lo había invitado. “No soy lo suficientemente bueno para ser invitado” se leyó en las paginas del New York Times, por lo cual el recital se llamaba Paul Simon’s Concert in the Park.

De acuerdo a las estimaciones en ese predio de casi 41 mil metros cuadrados podrían acceder algo así como no más de 48.500 personas, pero las estimaciones hablaron al otro día en los medios de 600 mil asistentes.

Yo nunca había visto tanta gente reunida alrededor de un escenario. Los había encima de las piedras y por todos lados donde cupiera una persona.

Simon, en una gira que venía haciendo desde hacía un año en apoyo de su Rhythm of the Saints LP, presentó nuevas canciones además de sus temas clásicos y me quedó grabado en la memoria un grupo de percusionistas llamados Grupo Cultural Olodum de Bahía, Brasil a quienes Paul presentó uno a uno.

Lo anecdótico de esta instancia viajera maravillosa, máxime cuando se trata de un evento que no estaba programado lo que siempre genera un sabor especial, es que yo también estaba impresionado no solo con el show, sino con los primeros celulares que veía.

Los jóvenes retransmitían a sus amigos el concierto a través de sus celulares imposibles de no ver pues más allá de su gran tamaño, los subían en alto para captar mejor el sonido.

Hace poco vi grabaciones de ese concierto y me cuesta creer aun que formé parte del mismo y hasta lo miro con el ánimo de verme entre el público. Una experiencia alucinante que siempre quiero recordar.

Nunca eché en falta la obra de teatro que seguramente debo de haber visto con posterioridad, pero tampoco nunca me arrepentí de ese cambio de planes


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