Mi llegada a Oaxaca fue mágica.
Ni bien salí del hotel ubicado en el Zócalo, al llegar a la plaza, sentí que la ciudad me abrazaba. Un aire especial, una energía envolvente me hacían confirmar mi decisión de haber llegado hasta allí.
Oaxaca me susurró: “hace 3000 años que te espero”.
Comencé a caminar sigilosamente pero con un ansia desenfrenada. Reparaba en cada cara de las personas, en sus casas, en sus portales y cuando la oportunidad me lo permitía me adentraba para conocer sus interiores y sus patios tan coloniales.
Las iglesias allí son un caso especial. Manos indígenas que tan toscamente siguieron las indicaciones barrocas de la época europea generando un estilo particular. Tallas atiborradas, unas pegadas a otras con colores llamativos y contrastantes. Basílica de Nuestra Señora de la Soledad, Santo Domingo, catedral de Nuestra Señora de la Asunción, Compañía de Jesús, San Felipe Neri, San Matías Jalatlaco, parroquia de Consolación, Nuestra Señora de las Nieves, San Juan de Dios, por nombrar solo algunas de las más de veinte que hay allí.
En el momento en que llego a Santo Domingo de Guzmán, barroca novo hispana del siglo XVI, estaba por comenzar un casamiento. Fue una bendición ver ese templo decorado para una boda en todo su esplendor de luces y colores. Toda la entrada rodeada por guardias particulares armados hasta los dientes , protegiendo a los invitados.
Mi imaginación comenzó a dispararse entre mis recuerdos de películas y libros sobre luchas de narcos, pero preferí disfrutar de la ceremonia. Entré detrás de la novia y presencié la boda sentado en un discreto lugar para no molestar a los invitados.
Sin dudas mi presencia no incomodó a los guardias que me franquearon el paso a pesar de mi atuendo turístico que contrastaba con la vestimenta de fiesta llamativa de los presentes.
Siempre recordaré mi llegada a esta ciudad. Cierro los ojos y siento la emoción que recorría mi cuerpo en ese momento. Y me vuelvo a sentar en la Plaza de la Constitución debajo de las enormes , frondosas y centenarias Ceibas frente a los portales que la rodean viendo pasar al vendedor de globos.
Quiero regresar pronto por allí pero temo mi memoria me juegue una mala jugada y las cosas se hayan corrido de lugar y se me desvanezcan esos emotivos recuerdos que siempre vivirán en mi.


Deja una respuesta