En un paseito exprés por el interior que incluyó Flores, Río Negro, Paysandú, Salto, Artigas, Rivera, Tacuarembó, Durazno, Florida, tuve la oportunidad de apreciar la situación de gran parte de nuestro país.
La gente del interior son de un trato especial, sanas, generosas, entregadas, amables. Lindas instancias que deberíamos de frecuentar más seguido.
El campo está bien verde y es un descanso visual y espiritual.
Pena que se vea tan poco ganado y tantos montes de eucaliptos.
Hay tramos en la Ruta 5 en que se viaja en un túnel de árboles sabiendo que esos árboles no son autóctonos y que tanto mal le hacen a nuestras tierras.
La ruta que une Salto y Artigas (190 km) está deshecha, llena de pozos con tramos de piedras.
¿Por que no invirtieron en infraestructura vial en el período de bonanza?
El tramo Artigas – Rivera lo hicimos dentro de Brasil (Quarai-Santana do Livramento) y la ruta es infinitamente superior a las nuestras. Sentí angustia y envidia estando uno junto al otro.
Los centros de las ciudades se han plagiado en cada una: la misma diagramación urbanística, estrechez de las calle, las mismas cadenas de negocios, muchos de ellos extranjeros lo que ha producido el cierre de muchos negocios locales clásicos y de tantos años. ¿Quienes tomaron esa decisión? Habría que iniciarles un juicio y obligarles a revertir nuestros paisajes urbanos!.
Nuestras ciudades perdieron el encanto que antaño las caracterizaba. Son todas iguales y si te largan de ojos cerrados no podes determinar dónde estás.
No me gustó lo que vi amén del desconformismo general de la gente que se queja de la gran desocupación.
La enorme feria informal de Salto es un buen detonante de la situación económica.
El agro no atraviesa por su mejor momento tampoco el comercio.
Pienso en todos las generaciones de chicos que hacen carreras facilitados por las universidades que hay en el interior donde el ámbito laboral cada vez se les reduce más.
Regresé contento de nuestro recorrido pero con el corazón estrujado.




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