Instancias Viajeras: Antigua, mi vida!

Antigua es una de esas ciudades que conocemos desde antes de visitarla.

Al igual que San Miguel de Allende en México por nombrar alguna, son lugares muy promocionados que despiertan motivación a través de su fama por encima de la realidad.

Es así que en el  momento en que decidí visitar Guatemala fue por la pura razón de conocer la famosa ciudad de Antigua. Para prepararme leí la novela “Antigua vida mía” de Marcela Serrano que a diferencia de lo esperado no me provocó nada.

Considero se trata de un libro muy romántico escrito por una mujer y destinado a un publico femenino que no me llegó en lo más mínimo ni me aportó interés o dato alguno para mi viaje.

De todas formas, algunos meses con anterioridad a mi partida, ya tenía mi mente en aquella ciudad. También me había informado obviamente sobre la situación del país, donde los maras son un elemento a tener en cuenta y en virtud de la peligrosidad que significan decidí evitar Ciudad de Guatemala. 

Como toda ciudad tan difundida a través de los medios publicitarios, la primera impresión que nos causa generalmente no colma nuestras expectativas, máxime cuando las mismas venden su alma al turismo.

Frente a la ágil mirada de los viajeros, enseguida son percibidos los fuegos de artificios los cuales no logran engañarnos.  Muchas situaciones armadas, montadas al grado tal que hacen dudar desde la veracidad del indiecito que se pasea con sus cabras, así como de ciertos ritos, artesanías industriales, entre otras particularidades que hay que sortear para llegar a captar la esencia pura del lugar.

Para disfrutar de un ámbito más autóctono, me alojé en un ex convento del siglo XVII situado en el corazón de la ciudad, devenido en un excelente hotel museo y spa con todos los servicios necesarios para una plácida estadía, tan bien servidos que a veces daba pereza salir de allí. Alojarse en ese hotel maravilloso era también otro viaje.

El aire de la ciudad encallada en un valle rodeada de montañas, sumado a las construcciones típicas y la gente que viene desde el campo a ofrecer sus productos, perfuma al lugar en forma singular. Tal vez la consigna del viajero sea eludir aquello armado en pos de llegar al alma de la gente que no está precisamente en el centro urbano.

Es así que la ciudad se presta para ser centro neurálgico de un recorrido que alcanza prácticamente los lugares más interesantes del país como son las ciudades de Cobán,  Chimaltenango, Chichicastenango con su amplio mercado donde variedad de frutas, verduras, flores, artesanías, trajes típicos todo bajo una enorme variedad de tonalidades de colores  que sobrepasan los ya conocidos, entre otras tantas.

Viajé específicamente en noviembre para coincidir con el día de Todos los Santos y por supuesto el día de los difuntos, para participar de la alegre festividad dentro de los cementerios que ofrecen a sus seres queridos fallecidos. 

Días previos me acerqué a Plaza Mayor donde un gran cortejo procesional muy emotivo que conmemora el día de los Fieles Difuntos.  Cargando la imagen del Señor Sepultado de la Escuela de Cristo, actividad que es muy esperada y demandada por los llamados cucuruchos o devotos cargadores, quienes se van turnando para llevar en sus hombros el enorme trono de varios metros de largo que soportan decenas de pregoneros.  

Verlos preparase para entrar, algunos de ellos ayudados y acompañados por sus madres, abuelas y esposas es conmovedor. Cuanto más pesado les resulta mayores angustias descargan y más lloran por las alma de sus seres queridos.

Yo iba muy pegado a ellos con mi cámara ávido de ver más de cerca pero la situación me fue envolviendo y conmoviendo hasta que el líder del grupo me invitó a participar. Algo atípico pues los pregoneros o cucuruchos,  están estipulados con anterioridad pero gracias a este hombre tuve la oportunidad de cargar el pesado trono durante unos minutos.

Es una linda experiencia que siempre recordaré no tanto por el hecho en sí, sino por la generosidad de esa noble persona.

Luego de un par días en Antigua, comencé a desplazarme en excursiones por el día para recorrer las ciudades vecinas. Dentro de los lugares que más me gustó fue la visita a los diferentes pueblos que rodean el lago Santiago Atitlán a los pies del volcán que lleva el mismo nombre.

Seguramente me impresionó muy bien pues allí nada esta armado para el turismo, o al menos no se percibe de esa forma y se pueden abordar a las personas en sus quehaceres cotidianos y caminar por las callecitas como un vecino más del lugar. 

La historia que me trae a recordar esta instancia viajera está relacionada con la visita de ese día. Para llegar hasta allí contraté un camioneta que recoge pasajeros por los hoteles y los va dejando en sus destinos con el mismo sistema para el regreso estipulando puntos de recogimiento.

Ya luego en el lugar uno se mueve a su aire, debiendo en mi caso tomarme embarcaciones que me llevaban de un sitio al otro a las orillas del lago. Al regreso veníamos varios pasajeros desconocidos entre sí, en su mayoría americanos y europeos.

Durante el trayecto, ya entrados en ruta, comenzamos a adormecernos hasta tanto desviamos por un camino de tierra y piedras que nos fue derivando de uno en otro y cada vez en peores condiciones. Los pasajeros comenzaron a despertar e inquietarse.

Alertas, íbamos mirando para afuera hasta tanto se adentró la noche y las pocas luces que se veían estaban a los lejos. Parecíamos que estábamos huyendo y el chofer había cambiado su serenidad por un nerviosismo constante y cada tanto se le escapaba alguna palabrota frente a la situación.

Al principio aferrados a los asientos estábamos atentos a la ruta atípica y desconocida. Luego fuimos comenzando a hablar entre nosotros hasta que algunos se animaron a preguntar al chofer por que iba manejando tan rápido y mal.  

– Es que la ruta está cortada por que están realizando arreglos , – nos dijo tratando de calmarnos.

Además del chofer, yo era el único que hablaba español pero no quería preguntarle más nada con el ánimo de calmar el ambiente. Me preocupaba ponerlo más nervioso y quería acabar lo antes posible ese tortuoso viaje. 

Llegar era la consigna!

Cuando luego de unas horas de traqueteo arribamos a la primer posada de Antigua , comentó que debíamos de agradecerle pues gracias a sus pericias y cortadas habíamos ahorrado un par de horas de viaje.

Siendo yo el último en abandonar la camioneta y luego de que se habían bajado los demás le dije que hubiera preferido un viaje mas tranquilo aunque fuera más largo y que de esa forma me desanimaba a tomarlo nuevamente, momento en el cual frena el coche, se da media vuelta y me dice mirándome a los ojos en forma muy fija:

– si no hubiéramos regresado por allí, seguramente ahora no estaríamos vivos.

No se que fue peor, si haberle dado mi opinión o saber la verdad. El hecho está que durante el camino le avisaron de que había una patrulla de asaltantes esperando la camioneta para ser emboscada, momento en que debió optar por un camino a campo travieso.

Es habitual que los maras ataquen a turistas, los roben y en algunos casos pidan rescate por ellos.

Bajé anonadado del coche, feliz de haber llegado a mi hotel que se me antojó mi casa más que nunca. Agradecí a Dios haber sorteado esas penurias y por supuesto al otro día me quedé en el hotel dando apenas una vuelta por la ciudad. 

Fueron dos instancias en que sentí a Dios a mi lado. 


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Comentarios

4 respuestas a «Instancias Viajeras: Antigua, mi vida!»

  1. Avatar de Daniel Benoit Cassou

    Estuve en Guatemala, en Chichicastenango.
    También escuché historias peligrosas.
    Lilian Lipschtz

  2. Avatar de Daniel Benoit Cassou

    Muy interesantes tus comentarios
    Rebecca Zuquelli

  3. Avatar de Daniel Benoit Cassou

    Muy buenos tus artículos Daniel. Muchas gracias
    Sarah Guerra

  4. Avatar de Daniel Benoit Cassou

    Que lástima que sea tan inseguro, ya me habían contado de Guatemala, tremendo
    Marthita Iruleguy

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