Aquella mañana Irla se despertó con mucha ilusión. Había algo inquieto en su estómago señal de un mal presagio.
No debería por qué.
Tantos años esperando aquel momento, tantas promesas e ilusiones.
Sin duda aquel vestido de novia blanco vaporoso que había confeccionado su abuela para su madre, estaba esperando en el armario ver la luz otra vez.
Siempre recordaba cuando su madre le contaba con el afán, esmero y sacrificio con que su abuela se lo había hecho todo a mano, sin escatimar gasas, tules y festones para que fuera la novia mas hermosa de la ciudad.
Finalmente sería vuelto a usar y causaría envidia entre sus compañeras.
Su hijo llevaría los anillos.
El tiempo transcurrió y el vestido de novia regresó a su funda de nylon sin ser usado.
Alguna hermana suya lo podría aprovechar.
El día invitaba a tomar sol y el mar se llevaría todas las ilusiones en forma definitiva.



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