Se habían conocido en un viaje, en una tarde de mucho calor.
Ambos sabían que no lucían su mejor cara, pero el remanso de una sombra les unió, sentados procurando una tregua de los rayos del sol que abatían sin cesar.
Bastó solo una mirada, una leve sonrisa. Ni siquiera sabían que idioma hablaban y surgió un “sorry” cuando sus pies se rozaron.
Él, inmerso en sus meditaciones, ella atrapada en su lectura.
Luego cada uno siguió su trillo, pensando en la oportunidad que habían perdido de conocerse. La timidez se había colado sin pedirles permiso.
Sus caminos se habían cruzado y ninguno se percató.
De regreso cada uno a su ciudad, se volvieron a encontrar en la parada del bus.
Sus miradas se cruzaron y luego de una tenue sonrisa, surgió naturalmente un “hola, como estas?”.
Esperaban el mismo autobús, que los llevaría a un mismo destino. Se sentaron juntos, sabiendo que habían nacido el uno para el otro.



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