De la casa a la ruta le llevaba media hora de a caballo.
La noche anterior se había acostado con mucha ilusión y nerviosismo.
A la mañana temprano vio que los caballos no estaban en el piquete.
Le llevó más del tiempo dispuesto llegar a la ruta para tomar la Onda de las seis de la mañana.
Nunca se había lamentado tanto haberla perdido. “Recién había pasado”, le dijo un paisano que venía a trote lento.
Llegar a Montevideo le llevaba tres horas y media y para aprovechar el día solo podía hacerlo en la coche de primera hora.
No creía volver a tener otra oportunidad como esa y se maldecía por el error cometido. Ya nunca más su vida sería la misma.
Era tanto el fastidio que tenía consigo mismo que no supo siquiera entender la noticia cuando escuchó en el informativo del mediodía que el coche de Onda con destino a Montevideo de aquella mañana había sufrido un severo accidente habiendo perecido todos los pasajeros.
La vida le estaba entregando nuevamente naipes y comenzaba otro partido.



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