Don Chiribón nació y se crío en el campo.
Nunca tuvo necesidad de salir de allí, de su casa adjunta a la del patrón.
El mundo estaba todo al alcance de su mano: su caballo, su perro y un almacén al cual iba una vez cada tanto para tomarse algún trago, pues nunca tenía que encargarse de compra alguna para su subsistencia.
Cuando necesitaba carne, bastaba con encerrar la majada.
También la escuela a la cual asistió durante 3 años, le quedaba al alcance de trote de su caballo.
Hablaba poco y la mayoría de sus diálogos eran con sus dos fieles amigos: Ñata y Cacique.
Un día lo encontraron inconsciente en el patio de su casa. Se había hecho encima.
Fue la primera vez que tuvo que hacer un viaje tan largo en coche.
Nunca se imaginó que la ciudad se viera tan grande y alborotada.
Ni bien entró al hospital, sintió que allí no querría regresar nunca más. Estaba muy asustado.
Le dieron el alta con el compromiso de tomar una pastilla a diario hasta la próxima consulta pautada a los diez días.
El recuerdo de todo su viaje le causó mucha angustia y decidió no tomar el medicamento y no volver a salir de su mundo, donde se afianzó para siempre.



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