Ni bien Cristina cerró la puerta, verificó llevar el filtro solar en el bolso.
El día había amanecido muy soleado, ideal para bajar un rato a la playa.
Durante el verano la rutina era casi la misma a diario.
-Ojalá hoy no baje- pensó al poner un pie en la arena.
La buscó fugazmente en el sitio habitual y no estaba. Sería una buena oportunidad para descansar de tanto chusmerío y de comenzar un libro que le habían prestado.
Luego de abrir la silla y sacarse la blusa, se dio cuenta de que no tendría quien le pasara el filtro por la espalda.
Pasó el resto de la mañana buscándola con la mirada.
Eran amigas solteras de muchos años que se acompañaban una a la otra.
Tampoco lograba concentrarse en la lectura. ¿Que le habrá sucedido?
Al regreso, pasaría por su casa.
Estuvo llamado a su puerta un buen rato y nada. También insistió durante la tarde con el teléfono sin éxito.
¿Se habría ofendido por algo que hubiera dicho?.
No encontraba una explicación. Eran tan amigas que cualquier cosa le debería de haber comentado, pues se contaban todo.
A la mañana siguiente el mismo rito y otra vez su amiga que no estaba.
No pasó mucho rato cuando la vio aparecer entre la multitud, caminando por la orilla. No iba sola. Un hombre atractivo la acompañaba.
La miró para saludarla, pero ella sutilmente desvió su mirada hacia el mar y siguió caminando como si no la hubiera visto.
No todo era materia de ser contado, no temas de hombres.
-No pasará mucho tiempo para que regrese- pensó Cristina y abrió su libro.



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