Henti Rousseau

París, Francia.

Henri Rousseau (Laval, 1844-1910) es un pintor enigmático que a medida que pasa el tiempo, su obra logra seducir y cautivar cada vez más. Los espectadores quedan estupefactos frente a sus pinturas.

Además de su estilo muy sutil, lo más sorprendente son sus relatos pues allí no está la narrativa resuelta y cada espectador deberá de terminar la historia.

En su tiempo no fue comprendido por el gusto oficial de los salones, por lo cual debió de exponer en el salón de los independientes.

Tenía una sólida formación cultural contrario a lo que se suele pensar a partir sus pinturas de carácter Naif.

Se trata de pinturas ingenuas, de tono poético, en las cuales prevalece la búsqueda de lo exótico reflejo de una aparente sensibilidad infantil propia de los artistas con poca o nula formación académica, lo que le jugara en contra a la hora de ser evaluado.

Rousseau comenzó a pintar cuando tenía cuarenta años y con casi cincuenta decide abandonar su trabajo de empleado de la Oficina de Recaudación de Arbitrios de donde le viene el sobrenombre del Aduanero, un apodo que le puso el poeta y dramaturgo Alfred Jarry.

Luego de abandonar su trabajo sobre fines del siglo XIX, se dedica de lleno a sus dos pasiones, la pintura a la cual le dedica todo el día y al violín que toca por las noches.

En 1891 realiza uno de sus primeros cuadros oníricos y exóticos, ¡Sorprendido! (Tigre en una tormenta tropical), en el que pinta un tigre al acecho en la selva esperando a su víctima que no aparece en el cuadro.

Según Rousseau la presa del tigre está en los ojos del propio animal. Lo expone en el Salón de los Independientes donde causa un asombro extraordinario entre la crítica habiendo sido recibido con cierta ironía basada en lo que era interpretado como torpeza en su ejecución.

El crítico de arte de Le Mercure de France, Louis Roy escribió que “esta manifestación ha podido parecer extraña porque no evocaba ninguna idea de algo ya visto. ¿Acaso no es esto una calidad principal?, (el Aduanero) tiene el mérito, escaso hoy en día, de ser absolutamente personal. Tiende hacia un arte nuevo…”.

Con esta obra anticipa las “pinturas selváticas” que pintará a partir de 1904.

Su vida artística aunque no extensa en tiempo, si lo fue en calidad pues le dedicó sus últimos veintiséis años a tiempo completo, habiendo dejado una importante cantidad de obras de gran calidad.

Contó con él apoyo de importantes mecenas y galeristas como Wilhelm Uhde y Paul Guillaume y también con la aprobación de artistas como Paul Cézanne, Paul Gauguin, Giorgio Morandi, Vassily Kandinsky entre otros.

Pablo Picasso, admirador suyo también, en 1908 le compró Retrato de mujer, y le organizó un homenaje en su taller del Bateau-Lavoir. En esa ocasión Rousseau saludó a Picasso con la famosa frase “Somos los dos mejores pintores de nuestro tiempo, tú (Picasso) en el estilo egipcio y yo en el estilo moderno”

Rousseau falleció el 2 de setiembre de 1910 y a su entierro solo acudieron siete personas entre las cuales dos de sus únicos hijos sobrevivientes entre nueve que tuvo.

Se le suele incluir dentro del post-impresionismo francés, aunque su estilo único como fueran el de Van Gogh y Gauguin, es único e intuitivo, lo que le otorga un lugar destacado dentro de la pintura francesa de finales del XIX y principios del XX.

El museo de la Orangerie cuenta con una buena selección de obras suyas adquiridas por el coleccionista Guillaume y que luego su viuda donara al estado francés base de este hermoso museo.


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