Milán, siempre me ha resultado una ciudad charmosa donde me gustaría vivir como un milanés más, pero está claro que no es un lugar con carácter receptivo hacia los viajeros o turistas.
Ciudad de lujosos coches y extravagantes motos. Sus habitantes son cordiales pero muy poco hospitalarios a la hora de involucrar al extraño en sus ámbitos sociales. Sin dudas la crema y nata de Italia se aglutina allí donde las empresas más grandes y ricas del país con familias ancestrales que se jactan de su estirpe, aunque la mayoría hayan vendido el rico patrimonio a corporaciones rusas o chinas.
Si quieres visitar una ciudad auténtica en que nada está preparado para tergiversar la realidad, Milán es el sitio adecuado.
Uno de sus atractivos para los visitantes es la iglesia Santa Maria delle Grazie donde se encuentra la obra magistral “La última cena” pintada por Leonardo Da Vinci (1452-1519) entre 1495 y 1498, para lo cual se necesita reserva con tanto tiempo de anticipación, que el día en que te decides ir a Milán, unos meses antes, ya no quedan lugares disponibles. Yo no he logrado visitarla nunca habiendo estado varias veces por allí.
El flujo de visitantes mundiales a la ciudad provienen básicamente del sector empresarial ya que es famosa por su polo de atracción en materia de ferias comerciales que aglutinan a miles de personas año a año.
2015 esta siendo sede de la Expo Universal lo que implica el desvió de un gran flujo de turistas de todo el mundo, pero fuera de ese radio, la ciudad pareciera no enterarse y ni siquiera se ocupa de ofrecer atractivos diferentes a esa gran masa de personas. Allí se visita la Expo, el Duomo, la Galleria Vittorio Emanuele y nada más, a pesar de que la ciudad recibió un refresh en algunas zonas para albergar a los turistas.
Sin embargo se han inaugurado recientemente dos centros de arte de interés mundial que obligan al viajero interesado en el arte a darse una vuelta por allí.
Nos referimos a HangarBicocca del Grupo Pirelli y a la Fundación Prada.
Dos lugares que te dejan sin aire por lo impactantes de sus edificios y las propuestas de sus obras.
Acceder a HangarBicocca, sede cultural de la firma de los neumáticos italianos, requiere un gran esfuerzo físico pues está fuera del circuito céntrico, precisamente en zona Bicocca muy distante de la parada de metro más cercana en una zona industrial donde la aridez del entorno te hace más tedioso el arribo, pero una vez allí, te olvidas de todo.
El edificio erguido en 1886, fue restaurado en 2004 para albergar la producción de arte contemporáneo, luego de haber estado diez años abandonado. En 2012 Pirelli decide remodelarlo y rediseña los locales transformándolo en uno de los espacios culturales más grandes de Europa dedicado al arte contemporáneo con sus 15.000 mts2.
Está dirigido por el valenciano Vicente Todolí (1958) y cuenta con generosos espacios para sus muestras donde casi se podrían calificar de dimensiones industriales, siguiendo la línea de sus fundadores.
Espacios de tamaño descomunal, de dimensiones medievales podríamos decir, pues sin dudas el espectador al ingresar siente el mismo efecto que buscaban los arquitectos del gótico donde su objetivo era empequeñecer tanto al feligrés frente a la obra que sintiera miedo y respeto por el lugar sagrado ende por Dios.
Allí se encuentra la obra permanente, site-specific, del alemán Anselm Kiefer (1945) desde el año de la apertura del espacio en 2004, denominada “Siete palacios celestiales”, que impacta por la magnitud de los bloques que emergen en medio de las penumbras.
Actualmente, HangarBicocca acoge una gran muestra temporal del madrileño Antonio Muñoz (1953-2001) titulada Double Bind (Doble vinculo) que fuera realizada en el mismo año de su fallecimiento para ser expuesta en la Tate Modern de Londres donde estuvo expuesta hasta 2002.
La misma estará en exhibición hasta el 30 de agosto de este año. Se trata de una obra controversial en el sentido que la misma no ha encontrado un sitio donde puede asentarse en forma permanente luego de haber estado almacenada en forma oculta en un depósito de Madrid.
Muñoz vivió sus últimos años en Londres y siempre dejo constancia del poco apego que le tenía a su ciudad natal que denostaba, llegando a decir que deseaba verla arder al mejor estilo de Nerón. Los personajes escultóricos que integran su obras tienen rasgos chinos con rostros casi idénticos, al menos para el espectador occidental y lo increíble es que Pirelli ha vendido la mayoría de su capital accionario a un grupo chino, la compañía China National Chemical Corporation, lo que nos alienta a pensar que se podrían interesar por hallarle el lugar definitivo que la obra viene esperando.
Si Europa continua vendiendo su patrimonio cultural a Oriente, está claro que deberemos de comenzar a viajar al Louvre de Abu Dhabi o las urbes chinas a la hora de querer ver obras de arte contemporáneo referenciales. Esperemos que esto no se prolongue al resto de las obras de arte históricas, pues claro está que “La Gioconda” podría ser de una gran ayuda financiera para la Comunidad Europa entre tantas otras obras que los nuevos magnates del mundo desearían tener en sus museos.
Vicente Todolí considera que la ciudad perfecta para albergar Double Bind es Madrid y es de desear que allí recale.
La obra de Muñoz, que algunos califican como su “Capilla Sixtina”, se presenta tanto en forma personal como grupal, e invita al espectador a relacionarse con sus personajes haciendo al mismo parte integrante de la instalación, propósito del artista que nos hace adentrarnos en la obra. Recorrerla emociona y provoca al grado de erizarnos la piel. Hasta llegamos a oír lo que nos susurran sus personajes. En este caso son chinos, pero con una lectura universal que involucran a todas los visitantes tengan la procedencia que tenga. La muestra presenta una serie de escenarios que juegan con la ilusión, visibilidad e invisibilidad obligando al espectador a observar en todas las direcciones pues hay obras suspendidas y otras un tanto ocultas en receptáculos en el techo de la sala así como agujeros negros en el piso algunos de los cuales son ilusorios.
El nuevo edificio de Fundación Prada recientemente abierto, el pasado 09 de mayo, fue ubicado en una antigua destilería remodelado por uno de los principales arquitectos del mundo, Rem Koolhass (Roterdam, 1944).
El espacio consta de 19.000m2 y está dividido en diez sectores, tres recientemente construidos (Podium, Cinema y Torre) y siete antiguos: Depósito, Cisterna, Haunted House, Galería Norte, Galería Sur, Biblioteca y una cafetería que es una joyita llamado Bar Luce, inspirada en un bar milanés de los años 60, donde es factible a ojos del visitante la presencia de Rita Pavone, espíritu que se evoca a través de sus canciones provenientes de una fonoteca de época. Asimismo ya está en construcción la ampliación del espacio cultural en un edificio adjunto.
La Fundación Prada fue creada en 1993 y también tiene una sede en Venecia en el palazzo del setecento Ca’Corner della Regina. Está dirigida por una estructura abierta conformada por un departamento curatorial coordinado por Astrid Welter, Mario Mainetti y Alessia Salerno, el Thought Council donde sus integrantes van cambiando en el tiempo, los presidente Miuccia Prada y Patrizio Bertelli y el superintendente artístico Germano Celant.
Actualmente hay una muestra titulada “Serial Classic” la cual estará abierta hasta el 24 de agosto próximo, dedicada a la escultura clásica donde se analiza la temática ambivalente del original versus la copia en la época romana homenaje al arte griego, que ha sido el período en la historia del arte donde mayor culto a la copia haya existido. Asimismo en su sede veneta, se presenta en forma concomitante “Portable Classic” donde se analiza el origen y la función de las reproducciones en miniatura de la escultura clásica.
En Galería Sur y una parte del Depósito, se presenta “An Introduction” conformada por setenta obras que van desde los años sesenta, así como desde el New Dada hasta el Minimal art, con obra de Walter De María, Yves Klein, Piero Manzoni, Donald Judd y Barnet Newman.
Galería Norte presenta “In Part” con obra de Lucio Fontana y Pino Pascali, por citar algunas de las muestras que conforman Fundación Prada algunas de carácter permanente y otras temporales.
En el resto de las salas se pueden apreciar obras de Louise Bourgeois con sus típicas Celdas, Robert Gober, Eva Hesse, Damien Hirst (infaltable en todo espacio de arte que se precie de ser vanguardia), entre algunos otros.
Dos sitios que marcan la pauta artística actual que deben de ser tenidos en cuenta a la hora de evaluar y considerar el lenguaje del arte donde lo más importante no es la obra en sí, sino la forma en que se relacionan unas con otras y el efecto que generan al espectador haciéndolo parte activa de las propuestas.







































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