Gustave Caillebote

París, Francia.

La historia siempre es cambiante aun más cuando ha sido injusta, desatenta o desconsiderada. Instancias, hechos y personas bajo distintos lentes y en distintas épocas, generan otras posturas y visiones donde la historia se mueve y varía dándonos la oportunidad de nuevas versiones.

El caso de este artista es un claro ejemplo de ello.

En su momento y a raíz de su posición social y económica, Gustave Caillebote (París, 1848-1894), no fue asimilado ni considerado dentro de los artistas destacados de su entorno y época. No encajaba y tampoco existía el ánimo de ello.

Perteneciente a una familia acaudalada, lo que no le permitía meterse dentro del traje de artista, y luego de haberse recibido de abogado, con veinticinco años y con el consentimiento de su familia, comenzó a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de París.

Sus obras fueron rechazadas por el Salón Oficial lo que le generó un acercamiento hacia los rechazados donde se encontraban los impresionistas. A partir de allí, se hizo amigo de ellos y se convirtió en un gran mecenas y coleccionista. Ayudó a Monet, Degas y a Renoir a quien le alquiló un apartamento para que pudiera vivir y pintar.

Logró, a pesar de su corta vida, conformar una sustanciosa colección de obras tanto en cantidad como el calidad, pero temeroso de ser incomprendida y luego de haberla legado al estado francés, sugirió considerarla luego de veinte años, dándole tiempo a la burocracia y gusto oficial para su asimilación y comprensión. Pero no necesitó de ese tiempo ya que su amigo Renoir intervino a favor suyo.

Su colección estaba conformada por obras de artista como Degas, Monet, Renoir, Pisarro, Cezanne, Sisley y Manet entre otros.

Hoy día sus obras ocupan destacados espacios dentro del Museo D’Orsay.

Se lo encasilló como coleccionista y se desconsideró su faceta de artista debiendo esperar nuevas miradas y análisis de sus obras.

Hoy es considerado una estrella destacada dentro del arte de fines del siglo XIX y sus cuadros gozan de una gran demanda visual a la vez que han logrado altas cotizaciones.

Sus cuadros tienen un encanto especial que al igual que las pinturas de Vermeer, son perseguidos para ser vistos como auténticas joyas de destaque.

La temáticas de sus obras de carácter urbanista de París, también lo han llevado s ser considerado como el Edward Hopper parisino.

Sus escenas urbanas resultaban demasiado modernas, inusuales y desafiantes para el público de su época. Producto de sus características, no podían ser contempladas sin provocar inquietud entre los espectadores.

Caillebotte realizó su debut artístico en la segunda exposición de los impresionistas en 1876 donde presentó ocho pinturas incluyendo una de sus mas valoradas obras como es “Los acuchilladores de parqué” la cual había sido rechazada en el Salón de 1875.

Su postura social de “niño rico”, nunca se casó, sumado a su desafiante forma de pensar tan moderna, le jugó en contra a la hora de encontrar un lugar dentro del arte como artista.

En 1881 compró una casa junto al Sena, un estilo de vida muy perseguido por los impresionistas quienes buscaban fuentes de inspiración para reflejar la naturaleza así como el agua bañados por la luz solar.

A partir de ese momento, donde dedica su tiempo al remo, la jardinería y la filatelia, compone sus pinturas con barcas y pintorescas casas de la zona, selección de obras que expone el Museo de L’Orangerie para deleite de los visitantes.

La suerte de los impresionistas no hubiera corrido con la misma suerte sin su participación. Siempre estuvo apoyándolos no solo con buenos comentarios sino alentando sus trabajos que adquiría con asiduidad, ademas de ocuparse de velar por la vida de los pintores para que vivieran de su arte.

Tanto él como Berthe Morisot, fueron grandes impulsores de los impresionistas y sin ellos la historia hubiera sido otra.


Publicado

en

por

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *