Esta artista ya ha dejado de ser una joven promesa para convertirse en una realidad.
Desde el momento en que coincidí con ella en una residencia artística, me percaté que estaba frente a una excelente artista.
Y de esto no ha pasado tanto tiempo, sin embargo en tan solo unos años Florencia ha dejado en claro su virtuosismo en varias muestras que la llevaron a ser la ganadora del Premio Paul Cézanne en 2024.
La obra de Florencia Martínez Aysa (1994) está cargada de una gran pericia dictada desde sus entrañas.
A pesar de su corta edad, la artista con sus obras propone una amplia variedad de alternativas haciendo uso de su sensibilidad con la cual se desempeña.
A través de elementos muy simples, muy heterogéneos y muy elocuentes, pero siempre relacionados con la naturaleza, Florencia crea un lenguaje universal.
No necesitamos saber el nombre de los materiales que utiliza. Basta con observarlos, con pararse frente a sus obras, para que las mismas nos transmitan su cometido, mejor dicho su desgarrante quehacer.
Florencia nació en el centro del país, precisamente en Florida, inmersa en el campo, rodeada de verde, de animales, en la misma tierra que tanto guió a José Cuneo cuando habitó por allí buscando fuentes de inspiración.
Producto del Premio Cézanne, Florencia viajó a Francia para llevar a cabo una residencia y un open studio en la Cité Internationale en la cual tuvo la oportunidad de continuar trabajando dentro de su línea.
Una sucesión de hechos inesperados la fueron moldeando al lugar y a las circunstancias que la aguardaban, las que afectaron su discurso como era de esperar teniendo en cuenta su desmesurada sensibilidad y su poder de observación.
Florencia es una gran escucha entre sus pares y amigos, virtud que también aplica frente a la naturaleza en circunstancias que la van viviendo a la vez que ella las va involucrando dentro de su cotidianeidad, temas que la sensibilizan y que serán motivo de inspiración artística.
Pude entender su quehacer frente a la vida caminando con ella por el campo junto a largas charlas, donde iba atenta a todo su alrededor dejándose abrazar por el entorno.
Su obra es tan sutil como ella misma. Mas allá de que se trate de temáticas desgarradoras, sus obras no son atronadoras sino que por el contrario, bajo un aparente silencio y quietud, logran transmitir el dolor que habita en ellas.
Todo su obra es poética sin dejar de ser penosa. Florencia aborda propuestas con el dolor que cala hondo pero de forma sublime.
Para ello selecciona elementos de la naturaleza que le permiten transmitir esa angustia o inquietud que habita en ella a pesar de su apariencia y de su satisfacción tan sosegada.
El abrojo en sus distintas facetas es un constante compañero de ruta.
El mismo le proporciona las notas necesarias para relatar su dolor.
Esta planta espinosa que crece en lugares sin cultivar y su presencia es sinónimo de dificultades por que ocasiona problemas, en su caso se transforma en un gran aliado para el uso de su narrativa.
Al abrojo no lo escogemos, es él quien se ciñe a nuestro cuerpo sin contar con nuestra aprobación, de la misma manera que sucede con los dolores que nos aquejan a lo largo de nuestra vida, y al igual que las angustias el abrojo no nos suelta.
El nombre de la exposición “Je lui ai chuchoté de ne pas oublier les fleurs” ha sido escogido a modo de homenaje a la Embajada Francesa que le permitió llevar a cabo la residencia la que le propició tanto crecimiento personal como artístico y que también le permitió exponer en otras ciudades como fue el caso de Roma.
Un título que por cierto tiene mucho que ver con el repertorio de Florencia, quien a través de la observación de la naturaleza se deja susurrar al oído tomando partido de ese vínculo que le permite transmitir sus pareceres personales con los cuales convive.
En esta ocasión, la muestra, es un compendio de varios de sus últimos trabajos donde no faltó el libro de artista, los trazos sobre papel, la fotografía, el video, los dibujos, entre otros soportes donde la artista se manifiesta con habilidad.
Destaca un panel de grandes dimensiones compuesto por lana ovina de donde penden abrojos “cuernos de diablo”, el cual inunda la sala con su exquisito aroma a lana recién esquilada. Esa lana que también hace relación a la nuestra, a nuestra dermis, que también sufre a raíz de los abrojos que se nos van adhiriendo a lo largo de la vida.
La muestra está curada por Ce (Cecilia) Vignolo quien también fuera ganadora del Premio Cézanne en su edición de 2007 y quien la ha sabido acompañar enriqueciendo su propuesta.
La Alianza Francesa ofrece una sala de generosas dimensiones la que en algunas ocasiones, con su nula versatilidad, alejado a los requerimientos del arte contemporáneo, disminuye las posibilidades del enriquecimiento de las exposiciones.
En este caso, las obras de Florencia hubieran logrado un mayor impacto si la sala se hubiera subdividido en diferentes celdas logrando la intimidad acorde, facilitando un vínculo mas efectivo con el espectador.
Florencia es docente de Comunicación Visual, egresada del Instituto de Profesores Artigas I.P.A (2013-2017) y se desempeña en educación media desde 2016.
Ha formado parte del taller de Gustavo Tabares quien supo ver rápidamente su potencial creativo y la impulsó a continuar creciendo.
Ademas de la residencia en Francia, también Florencia realizó otra en Jabutipê, un espacio cultural en Porto Alegre, Brasil, experiencias que han ido enriqueciendo su discurso artístico.
Asimismo fue la artista galardonada para realizar la obra del Premio Nacional de Ordenamiento Territorial – Urbanismo 23′ y premiada con el Fondo Regional para la Cultura 2023.
Y es que hay Florencia para rato. Merece la pena acercarse a la sala de la Alianza Francesa para dejarse envolver por esta gran propuesta que una vez mas denota las aptitudes así como el refinamiento y la amplia sensibilidad de la artista.
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