Montevideo, Uruguay.
Se trata de la reciente obra de teatro estrenada en el día de ayer en la sala Vaz Ferrerira del Sodre.
Bajo la dirección de María Dodera, la obra de carácter denunciativa transcurre en un escenario muy escueto de escenografía y con la actuación de dos actores quienes nunca abandonan el escenario.
Partiendo del hilo conductor de la que fuera seguramente la mejor novela de Sandor Marai que lleva el mismo nombre, Dodera da vida a una historia escalofriante.
La narrativa está dividida en tres secciones, seguramente no solo para dar tiempo de recuperación a los actores, sino también para que los espectadores tomen aire y aflojen su tensión.
Dos hombres de distintas edades se reencuentran luego de diez años cuando el mayor se había recluido fuera del alance de su compañero. La secuencia de la historia se va presentando paulatinamente con un desenlace final impactante.
Hacía mucho tiempo no veía una obra de arte encime de un escenario con este nivel.
Dodera de forma muy inteligente y sagaz, va dando vida a la temática durante 70 minutos, a través de diálogos muy perturbadores e inquietantes, que provocan el afán del espectador a la hora de comprender la historia.
Para ello recurre al uso de elementos indirectos que enriquecen el discurso de la propuesta como es por ejemplo la cría de lombrices que viven entre la bosta de los animales.
Los actores no podrían haber sido mejor escogidos. Cada uno dentro de su personajes, bordan sus papeles. Ambos muy bien “lookeados”, se lucen trasmitiendo de forma magistral diferentes e inquietantes sensaciones.
Horacio Camandule y Franco Rilla son quienes dan vida a los personajes.
Más allá de la temática incómoda, aunque muy actual, que cala hondo y prevalece en la propuesta, Dodera da cabida también al amor dentro de esa cruda historia.
Soledad, desasosiego, incomprensión, tensión y denuncia social, son algunos de los componentes de su propuesta.
La directora hace suyo al espectador provocando distintas emociones que los van sorprendiendo en un «in crescendo”.
Otro aspecto a destacar es la musicalización en vivo a cargo de Federico Deutsch, que va siendo reproducida en el escenario a lo largo de la obra.
Fotografias de Alejandro Persichetti




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