A lo largo del transcurrir de mi vida he llegado a pensar de que en mi caso no existen las casualidades, sino que todo ocurre en pos de algo, ya sea malo o bueno.
Y eso lo puedo afirmar como creyente donde mi vida la he puesto en manos de Dios. Mismo cuando no era consciente de ello, cuando era joven y mirado desde el ahora puedo entender ciertos actos y circunstancias que me han tocado vivir.
Todo llega cuando tiene que llegar.
No creo que mi vida vaya a trascender a modo de ejemplo para los demás, pues nada mas alejado de serlo, pero es autentica y ejemplificante para mi, para mi propia trascendencia personal.
Todo este pensamiento ha sido provocado luego de haber visto el film “El insulto” de Ziad Doueiri (Líbano,1963) que fue tan polémico en Líbano entre la población musulmana quienes promovieron un boicot para que nadie la viera.
A partir de una discusión entre dos habitantes de Beirut, uno nacido en Líbano y otro de nacionalidad palestina, se suscita un incidente que involucra a ambos pueblos debiendo participar la justicia a la cual no se le hace nada fácil dilucidar y lograr el veredicto.
Recuerdos de atrocidades vividas por el libanés siendo niño, no le permiten dar paso a la página que le obligan a continuar con un rencor alojado que renace frente a cada palestino que se le cruza.
No viene tampoco al caso analizar la situación y el origen de la misma diseccionando las circunstancias pues no alcanzaría un libro para ello y tampoco sabría como, pero como buena obra de arte, que considero que es, se puede extrapolar y aplicar a la universalidad de los hechos.
Cuántas veces somos rehenes de recuerdos o traumas que llevamos almacenados en algún rincón de nuestro disco duro, que suelen aparecer en el momento menos pensado, menos deseado jugándonos en contra o desestabilizándonos emocionalmente.
El hecho de haber visto esta película hoy día es una causalidad que me lleva a reflexionar.
En esta semana celebramos tanto católicos como judíos, fechas vitales dentro de nuestras religiones: la Pascua de Cristo y la liberación del Pueblo Judío.
Deberíamos de abrazarnos y celebrar juntos, pero a pesar de que han pasado casi dos mil años, seguimos recriminando la muerte de Jesús en manos de su hermanos. No hemos permitido en algunos casos, pues tampoco quiero ni puedo generalizar, dar paso a la página mas allá de tanto que se ha dicho y escrito.
También esta película me ha llevado a pensar en las susceptibilidades de los uruguayos que siendo tan unidos nos afloran en instancias políticas donde perdemos la razón y nos ofuscamos basados en recuerdos que nos han afectado a unos mas que otros.
Mas allá de los tratados a nivel político nacional, la paz no se logra hasta tanto persista en el corazón de las personas. Y como dice la profesora Ana Ribeiro, la historia se escribe y comprende desde la nimiedades personales que en algunas circunstancias desembocan en disturbios nacionales.
Esta magistral película que estuvo nominada al Oscar 2018, nos da la oportunidad de reflexionar objetivamente.
Cuán difícil que es sobrellevar nuestros traumas a veces tan difíciles de manejar, que afloran en el momento menos pensado provocándonos una mala jugada contraria a lo que hubiésemos querido, revelando terquedades y prejuicios interiores.



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