Suelo eludir los libros “best seller” o aquellos que vienen con muchas recomendaciones.
Siempre me ha gustado descubrir, mismo aspecto que también he aplicado tanto al arte como a otros aspectos de la vida. En definitiva, me gusta hacer mi propio camino, claro está, sin desconsiderar ciertas opiniones que considero valiosas y que provienen de personas con formación o criterio similar a mi parecer.
De este libro vengo oyendo muchos elogios desde que salió al mercado en 2019.
“El mejor libro que he leído”, “un excelente libro que no puedes dejar de leer”, “una joyita literaria”, entra otras tantas recomendaciones.
También no han faltado varias notas que lo elogian y recomiendan, razón por la cual y de acuerdo a mi criterio personal, me he alejado del mismo.
Hace unos días me lo crucé cara a cara en una librería y nuevamente el librero me lo sugirió, razón por lo cual lo agregué en mi canasta navideña para abordar en verano. Había salido de “shopping” y decidí regalármelo.
“ El infinito en un junco” se ha publicado en varias ediciones: de bolsillo, formato que odio pues me gustan los libros también estéticamente y que se me hagan cómodos para leerlos y con letras de tamaño considerado, de tapas duras que en libros de literatura no aportan nada y lo único que te obligan es a gastar mas por el mismo producto y las ediciones de tapa blandas y en tamaños “decentes” formato que siempre escojo.
En esta oportunidad me decanté por la edición Debolsillo de Siruela, otra no vi, que es de un formato razonable aunque me dio bastante trabajo no solo por el tamaño de la letra sino por que cuesta mucho trabajo abrirlo a partir de las páginas centrales mucho mas para quienes tenemos la manía de subrayarlos.
Se trata de una publicación de Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) quien cuenta con un título en filología clásica la que complementó con un doctorado llevado a cabo en Zaragoza y en Florencia.
Hay que reconocer que la temática que involucra este libro es muy atractiva.
En el mismo la autora aborda la historia de los libros desde sus orígenes haciendo hincapié en la época helenística y la romana. Para ello dividió el libro en dos grandes capítulos: Grecia imagina el futuro y Los caminos de Roma, compuestos por 87 y 48 secciones respectivamente.
Gran protagonismo tiene Alejandro Magno y la biblioteca de Alejandría que es donde comienza la necesidad de reunir libros potenciando el conocimiento.
Punto de partida para Alejandro fue Homero (Siglo VIII a.c.) y sus relatos que continuan incidiendo en la literatura hasta hoy día con la llíada y la Odisea.
La oralidad con los tejedores de historias que antecedió a la palabra escrita, así como la costumbre de leer en voz alta y para un público, las librerías ambulantes, entre otros temas, son analizados por Vallejo procurador dar sentido a toda su propuesta.
Los tablillas de piedra, los rollos de juncos, los copiadores de libros, el formato códice, la imprenta, los formatos impresos, llegando hasta los dispositivos digitales actuales, son materia de análisis de la escritora.
La destrucción permanente de los libros a lo largo de su nacimiento ha sido una constante producto de la inseguridad humana.
Los romanos y su afán de conquistar el mundo está abordado en el otro capítulo donde analiza la emulación de este imperio seducido por los griegos referentes culturales suyos.
Pero Vallejo no se ancla solo allí, sino que en forma constante va realizando análisis y comentarios que llegan hasta nuestros días recorriendo otros períodos de la historia universal.
Estos y otros tantos tópicos están abordados con afán y conocimiento dentro de un libro que no logró seducirme.
Tal vez el error parte de la manera en que el mismo ha sido vendido.
Para empezar hay que tener claro que se trata de un ensayo y mas aun un tedioso ensayo que requiere mas que lectura.
A “El infinito en un junco” no se le lee, se lo debe de estudiar. Eso conlleva un tiempo adicional que implica leerlo con un ordenador para consultas constantes.
Personajes de la historia universal, hechos históricos así como relatos de leyenda deben de ser complementados con la información inherente, ya que la escritora da por sentado el conocimiento total que el lector requiere.
Es un libro que debe se ser estudiado, analizado y subrayado y todo ello dentro de una narrativa densa que no es aquella que fluye y nos conduce a un estado idílico.
Básicamente que toda la información que Vallejo vuelca en este libro es conocida y la hemos incorporado a través de otro libros de historia pero en nuestras épocas escolares y con otro abordaje.
Lo admirable es que la escritora ha reunido todo ello en un compendio.
Lo refutable es que el abordaje parte de una gran carga subjetiva pues se trata de una historia con una impronta personal partiendo de su amor hacia los libros donde no faltan sus predilecciones.
Vallejo analiza los libros desde su parecer el que en la mayoría de los casos puede ser coincidente con los lectores, máxime por aquellos amantes de la literatura, pero no deja de ser una visión personal.
También entiendo que no hay nada totalmente objetivo y el aporte personal en la literatura es de un gran aporte pero a mi criterio en este caso le faltó la seducción narrativa mas de la mano con su visión personal.
De esta forma un libro que se ofrece como un bálsamo a la lectura no cumple con su cometido y se convierte en un denso libro de estudio, nada apropiado para tiempos vacacionales.
No lo recomendaría y mucho menos lo usaría como objeto para agasajar frente a un compromiso.
Sé de personas que lo han abandonado. En mi caso me propuse no parar hasta finalizarlo.
El hecho de que sea un libro que fisicamente no me interese que forme parte de mi biblioteca, ya me da clara pauta del poco romance que ha habido entre ambos.
Tampoco entiendo la edición de lujo con bordes de colores y páginas coloreadas como si se tratara de una joyita. Tarea mucho mas ardua para aquellos que necesitamos subrayarlos. En ese caso no dudaría en cambiarlo por otra edición.
Asimismo no deja de llamarme la atención el hecho de que nunca se me haya cruzado una nota similar a la mía con otros análisis distintos a las elogiosos.
Un aspecto no menor, es que Vallejo con un doctorado encima, continue en 2019 haciendo uso del término esclavo en lugar de esclavizado.
Otra corrección que me permito realizar, es que Vallejo utilice el término italiano en épocas del Imperio Romano. “Los emperadores ya no eran nativos de Roma ni siquiera italianos”, dice casi al finalizar el ensayo, cuando esta nacionalidad recién aparece en 1860 luego de la reunificación de Italia llevada a cabo por Giuseppe Garibaldi (Niza, 1807-1882).
Para finalizar esta nota recurro a Stefan Zweig (Viena, 1881-1942) a quien Vallejo cita al hacer referencia a “los libros se escriben para unir, por encima del propio aliento, a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido”.
Y sin dudas el principal hallazgo a la largo de la historia universal fue la imprenta en 1440 a cargo de Johannes Gutenberg pues “sin los libros, las mejores cosas de nuestro mundo se habrían esfumado en el olvido”, frase textual la frase cierre de este libro.
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