La novela histórica “El misionero Santo” (2010), está basada en la vida de Don Jacinto Vera (1813-1881) y da cuenta de la conformación de nuestra idiosincrasia que nos caracteriza(ra).
Hombre de trabajo, de corazón noble y origen humilde, llegó a nuestro país en un barco que partió desde las Islas Canarias habiendo nacido en el trayecto, frente a las costas de Rio Grande do Sul y bautizado en Florianópolis.
El libro escrito por la montevideana Laura Álvarez Goyoaga (Montevideo, 1962), está divido en dos partes. Un relato concomitante al momento en que fue escrito donde el personaje principal va descubriendo la vida de Jacinto Vera que va plasmando en capítulos en la otra historia que va intercalando.
El relato de quien fuera nuestro primer Obispo atrapa a cristianos y a no creyentes pues habla de la historia de nuestro país durante gran parte del siglo XIX donde participan personajes como Bernardo Prudencio Berro, Venancio Flores, Dr. Dámaso Antonio Larrañaga, Dr. José Benito Lamas, Eduardo Acevedo, Dr. Joaquín Requena ,el presbítero Lázaro Gadea, entre otros nombres que han pasado al olvido popular más allá de estar presentes en los nombres de algunas calles. También se hace alusión a los hechos acaecidos durante esos años como fuera la Guerra Grande (1838-1851).
Monseñor Jacinto Vera ha sido descrito por Isidoro de María como una persona con “modelo de virtudes, personificación de la caridad evangélica, y dechado de mansedumbre”. Fue el primer y más grande misionero de nuestro país habiendo recorrido toda la República durante tres oportunidades cubriendo 150.000 kilómetros poniendo una cruz en cada lugar que visitaba, algunas de las cuales aun se mantienen en pie.
Producto de su vocación destinada a la vida conventual, tuvo que trasladarse a la ciudad de Buenos Aires con un gran esfuerzo económico para realizar su carrera eclesiástica donde fue ordenado sacerdote en 1841 en la Compañía de Jesús (Ignacio de Loyola, fundador de la orden), llamada así por la vocación de servir únicamente a Jesucristo.
“Saber estar junto a la cruz es una de las tareas más difíciles que debe aprender el cristiano. La cruz propia y la ajena”.
Se caracterizó por su afán de auxiliar a los necesitados y renunciar a las posesiones materiales, razón por la cual nunca tuvo un capital personal pues todo lo daba a los demás.
Fue un personaje de nuestro acontecer social que conformó las bases no solo de nuestra Diócesis sino del ámbito social del país. Como bien dice en el libro, terminas enamorándote de él. Su primer carta pastoral en 1860 dirigida al Clero y al pueblo, cita a San Agustín refiriéndose a la fe católica, diciendo que “es el verdadero pacto social de las Naciones, el código político y moral del universo, la salud y vida de los imperios”.
Es increíble como a través de sus palabras y de su proceder, reconocemos la base de nuestros principios morales que conforman nuestra idiosincrasia nacional.
Paz, sabiduría y pureza eran algunas de las características de Mons. Jacinto Vera modelo de fidelidad y muy allegado a la gente humilde. Dormía muy poco y no le daba el día para cumplir con todos sus compromisos. Se dice que confesaba más que todos los sacerdotes juntos en Montevideo durante el día.
“La sabiduría y la necesidad pueden ofrecerse lo mismo con palabras cultas y escogidas que con expresiones corrientes y vulgares” decía San Agustín en el sigo IV y este mismo lema se aplica en la vida de nuestro Santo, llamado el Misionero Santo.
A pesar de haber tenido la oportunidad de llevar una vida holgada económicamente, siempre fue fiel a sus orígenes, mantuvo un bajo perfil, nunca se le vio en galardonado bajo telas bordadas de oro como suelen vestir los obispos y las joyas que recibiera de regalo siempre las usaba para financiar obras de corderos de su rebaño. Cabe la pena citar parte de la carta que el padre Lasagna enviara a Don Bosco, al referirse a él:
“apóstol en el verdadero y más grande sentido de la palabra. …su apostolado no lo ejerce en salones cubiertos de tapices bordados de oro, ni desde un escritorio, hundido en un suave sillón con posa brazos, sino en la cabecera de los moribundos, en el tugurio maloliente del mendigo que visita y socorre en persona, en el confesionario dentro del cual se encierra durante largas, larguísimas jornadas enteras dispensando a sus hambrientas ovejas el pan del consejo y del perdón”.
Fue el artífice de la conformación de la diócesis de nuestro país (1878), y habiéndose consagrado obispo en 1865 no pudo jurar como tal hasta el 12 de enero de 1879, dejando de aparecer desde ese momento la iglesia uruguaya detrás de las demás iglesias del continente americano como una estrella eclipsada.
El padre de la Iglesia del Uruguay, falleció el 6 de mayo de 1881 a los sesenta y ocho años de edad en Pan de Azúcar, en plena campaña misionera a raíz de una “congestión cerebral” como rezaba en su certificado de defunción.
Sus ultimas palabras momentos antes de recibir la sagrada eucaristía y la extremaunción, fueron –gracias a Dios que esta todo hecho-.
Nunca se había visto una ovación tan imponente en todo el siglo XIX y fue despedido con las palabras del Poeta de la Patria, don Juan Zorrilla de San Martin a pesar de tratarse de una persona atea.
Su cuerpo embalsamado reposa en la Catedral de Montevideo, junto a un monumento de mármol esculpido por un artista italiano, financiado por el aporte de todos los uruguayos a quienes no se les permitía colaborar con mas de cincuenta centavos. Su corazón fue llevado a la iglesia Nuestra Señora del Carmen del Cordón y parte de sus vísceras a la catedral de la ciudad de Canelones.
Gaucho enamorado de Cristo que se entregó por completo a su misión y se vio enfrentado en varias oportunidades al adverso lema “Tu no puedes”, que al contrario de lo previsto, le dio mucha fuerza. Fue un gran defensor de los principios cristianos y enfrentó la intolerancia, el laicismo de la sociedad así como la prosecución de lo católico lo que le llevó a confrontarse con el gobierno de Berro que le obligo a exilarse en Buenos Aires durante dos años.
El pueblo uruguayo lo tiene un poco olvidado y es hora de ir tomando nota del mismo, pues Jacinto Vera ha sido proclamado Venerable por el papa Francisco en mayo de 2015, etapa previa a ser declarado santo, para lo cual se espera su revelación a través de sus milagros que esperamos se den pronto si Dios quiere.






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