Cerro Timbó

Maldonado, Uruguay.

Casi que oculto en medio de la fastuosa naturaleza que reúne San Carlos y sus inmediaciones, sobre la ruta 9 a la altura del kilómetro 128, se encuentra una chacra que desciende desde su punto mas alto en forma piramidal.

Coronado con una casa con grandes ventanales de cristales desde donde se aprecia todo el entorno se ha ubicado desde 2006 Carlos Abboud (Buenos Aires, 1947), quien se ha venido ocupando desde entonces a modo de pájaro que va realizando su nido, conformar el lugar de acuerdo a su gusto personal respetando el entorno natural.

Se trata de un sueño llevado a cabo donde Abboud habita la mitad del año cuando no se encuentra en su residencia parisina.

Carlos, nacido en Argentina, cursó la carrera de abogacía pero su espíritu aventurero y su afán constructivo lo llevó a sus 28 años a mudarse a París donde fue desarrollando una faceta comercial llegando a lo que es hoy su principal negocio destinado a la comercialización internacional de jugos naturales llamado Eurotrade Juice.

Rondando los 80 años, Abboud no cesa de proyectar sus sueños, espíritu que le ha llevado a construir un espacio de acuerdo a sus ideas.

Cuando visitó por primera vez este cerro, no dudó de que allí había encontrado su lugar en el mundo, lo que le permite estar también cerca de sus afectos de Argentina.

Abboud se caracteriza por su impronta así como por su curioso sentido para conllevar la vida.

En 2006 construyó en la cima del cerro su casa diseñada por el arquitecto Edgardo Minond nacido en Santa Fe, Argentina, construcción que por cierto ha sido galardonada en el 11 Premio Bienal de Arquitectura SCA-CPAU.

La casa fue realizada atenta al entorno natural del lugar desde donde se puede apreciar la Laguna del Sauce. Seducido por los arboles Timbó los fue incorporando en los alrededores de su chacra, término que luego adoptará para nombrar la misma.

A través de una vista aérea el lugar se percibe como un gran espiral coronado por la casa, elemento asociado a la vida, símbolo del cambio constante, del flujo, de la transformación así como del desarrollo por el que transita el universo y junto con él, los seres humanos.

Abboud siempre ha estado rodeado por artistas plásticos. Estuvo casado con la escultora Pascale Founier, con quien tuvo tres hijos.

Actualmente y desde hace 20 años vive con otra francesa Virginie Isbell, también artista.

Con su espíritu creativo y provocado por sus idea, en 2013 Abboud convocó a quince artistas amigos suyos con la consigna de que cada uno le realizara una escultura para emplazar en los lugares que escogieran en su chacra compuesta por 35 hectáreas.

La hazaña representó un gran desafío pues ninguno de sus amigos artistas habían incursionado en la escultura.

Carlos les pidió que las mismas formaran parte del entrono sin buscar la magestualidad por encima del espacio, debiendo ser visualizadas pero sin demasiado protagonismo. Tampoco quiso que aquello fuera un concurso y les dio total libertad en diseños y materiales teniendo en cuenta las inclemencias del tiempo ya que allí el viento sopla arrastrando también el salitre del mar.

A partir de esa consigna la cual se convirtió en un desafío para sus amigos, todos debieron visitar el lugar y llevaron cabo sus obras en miniatura para luego ser pasadas al tamaño definitivo.

Entre esos primeros quince artistas convocados se encuentran los reconocidos Antonio Seguí, Luis Felipe Noé, Eduardo Stupía, entre otros, donde también hay obras de su arquitecto, de su ex esposa y de la esposa actual.

Para Antonio Seguí (Córdoba, 1937-2022) fue un gran desafío logrando una obra que casi podría tratarse del icono del lugar con una gran visibilidad y humor inherente, tratándose de un superman especie de veleta giratoria que marca el sentido del viento.

En cierto aspecto ese personaje tan activo, poderoso y dispuesto a volar para donde lo lleve al viento, caracteriza la personalidad del propio Abboud.

Es así que en una suerte de búsqueda, el visitante va encontrando las esculturas que emergen a modo de árboles en distintos lugares que comulgan con el lugar, haciéndose un espacio sin incomodar a la naturaleza que las rodea. Todo está muy bien integrado.

A partir de allí, y siempre provocado por su espíritu altruista, Abboud se fue comprometiendo con el ámbito artístico pero siempre detrás de su principal razón que es la de munir al lugar con objetos de su agrado y sin ninguna línea curatorial mas que la dictada por su corazón.

En otra instancia invitó al artista japonés Susumu Shingu (Osaka, 1937), conocido como “el escultor del viento”, quien se desempeña dentro del arte cinético, estilo que se adecua perfectamente al lugar siempre tan asediado por las corrientes de aire.

Abboud es un apasionado por el cine y dispone de una sala con placares donde aloja centenas de DVD de películas y fue a través de un film que tomó conocimiento de este artista.

Shingu se tomó su tiempo para responderle, pero como bien dijo en una entrevista, difícilmente se le pueda negar algo a Carlos quien convoca siempre desde una cálida propuesta.

Una obra suya y en estas latitudes del fin del mundo de acuerdo a la idea da Shingu no entraba en sus planes, pero finalmente accedió y quedó fascinado con el lugar del cual se enamoró a primera vista convirtiéndose en amigo cercano de Abboud, común denominador de todos aquellos que han accedido a trabajar allí.

La amistad es un tema inherente en todo lo que Carlos lleva a cabo. Es su corazón quien le dicta sus caprichos y poco le importa ser considerado o no como un coleccionista. Tampoco le interesa ocupar un lugar dentro del ámbito artístico de la zona. En una ocasión participó dentro del marco de la feria Este Arte pero no está dentro de sus planes continuar dentro de esa línea.

Disfruta mucho de planificar sus invitaciones a la vez que se involucra con los artistas durante los emplazamientos de las obras razón por la cual deben de alojarse en su casa compartiendo lindas veladas que Carlos atesora en su corazón.

En breve comenzará a publicar los relatos de cada obra en Spotify, donde comentará las variadas instancias de cada caso.

Otro gran motivo de alegría suya fue cuando trajo al artista holandés Theo Jansen (Scheveningen, 1948), quien también trabaja dentro del arte cinético, conocido internacionalmente por su esculturas móviles donde logra la movilidad de las mismas producto de una fusión de arte e ingeniería.

Los temas de sus esculturas son una especie de animales, mas bien esqueletos, que se desplazan impulsados por el viento.

Para ello Abboud debió de construir un espacio plano en medio de las sierras, para que las piezas pudieran desplazarse sumado a un contenedor para albergarlas mientras no son usadas.

Una de las obras mas destacadas sin lugar a dudas, es la realizada por Leandro Erlich (Buenos Aires, 1973) quien vive en Uruguay.

Cerro Timbó alberga una escultura suya dentro de la serie de nubes que el artista ha llevado a cabo a partir de una sucesión de cristales colocados en forma paralela para crear una suerte de nube que flota en el espacio.

La amplia variedad de nubes de nuestros cielos se hacen allí muy visibles y a todas las horas del día el escenario va cambiando dejando siempre al espectador maravillado, logrando captar nuestra atención casi que de modo enigmático.

Ese aspecto que a Carlos tampoco ha dejado indiferente, fue la razón por la cual le llevó a proponer a Erlich que representara una nube dentro del ámbito artístico.

Esta obra había sido concebida para el mercado japonés pero la pieza no había encontrado lugar en el mercado nipón, razón por la cual Erlich lo incitó a Abboud a adquirirla por lo cual este se ocupó de embarcarla y traerla.

Para albergarla se construyó un contenedor lo menos distorcionador posible con el entorno, para lo cual se construyó un recinto con piedras extraídas del propio lugar dude acuerdo a los lineamientos del arquitecto Minond.

Sin lugar a dudas que se trató de un gran acierto para ambos, artista y cliente. La visita a la misma, donde fue colocado un techo vidriado que permite el ingreso de la luz natural, sumado al efecto sonoro de los pasos al caminar por encima de las piedras, es una experiencia de carácter de arte inmersivo. Contar con ella es una gran suerte para nuestro país.

La fortuna que hermana a todos estos artistas que se han sumado a la idea “loca” si se quiere de Abboud, da cabida a un lugar único y particular el cual es muy difícil de clasificar dentro del ámbito artístico.

Para lograr su asimilación y comprensión basta con conocer a Carlos quien disfruta recibiendo a los visitantes dispensado de tiempo para sus relatos y explicaciones, siempre con entusiasmo y por encima de todo con mucha simpatía.

A partir de sus personalidad tan ecléctica se nos hace mas fácil la comprensión de su espacio y enseguida nos dejamos envolver por su linda insania y espíritu jovial que nos hace suyos e invita al goce.

Dentro del acervo escultórico se encuentra una obra de Ricardo Pascale (Montevideo,1942-2024), otra conjunta realizada por Ana Tiscornia (Montevideo, 1951) y Liliana Porter (Buenos Aires,1941). Asimismo dentro de la casa hay obra de Dani Umpi (Tacuarembó, 1974), así como una pintura muy particular de Pedro Figari (Montevideo, 1861-1934) que llegó hasta allí producto de una causalidad, por nombrar solo a algunos artistas nacionales que integran acervo.

Del exterior destacan las esculturas de Nicola Costantino (Rosario, 1964) y las pinturas tanto de Nora Douady (París, 1964), así como las de Virginie Isbell (Maryland, 1959), quien recientemente llevó a cabo una instalación en el Museo Atchugarry así como una muestra colectiva de pinturas en Galería Sur en su local de La Barra.

La convivencia con su mujer Virginie así como la gran complicidad entre ambos, es un factor determinante para convertir el cerro en un lugar artístico el cual sumado con la carga energética del lugar, no dejan indiferente a ningún visitante convirtiendo la chacra en una suerte de nueva dimensión que nos hace participes del universo.

El ingrediente común a todo lo que habita allí es el goce generado a partir del afecto y la amistad y Carlos disfruta mucho relacionándose con sus amigos escultores así como con las persones que lo visitan.

En otro orden de cosas, fascinado por las esculturas cicládicas datadas en el III milenio A.C., así como por la cultura proveniente de la Mesopotamia, Abboud ha conformado con piezas no originales pero de gran calidad, un pequeño museo que alberga dentro de un vagón de tren ubicado en medio de la chacra.

Carlos no para y no se queda en un solo lugar ni con una sola idea. En principio no tiene intención de adquirir nuevas esculturas y hoy día está abocado a convertir su chacra en un emprendimiento agrícola para lo cual ya viene produciendo desde hace un tiempo mermeladas que comercializa.

Para ello ha reconvertido espacios de la chacra tan pedregosos y poco cultivables, en huertas donde ha plantado distintos especies de árboles frutales.

Este será otro motivo para visitar en breve este lugar que pronto será abierto al público con el fin de comercializar sus productos y disfrutar de las maravillosas vistas del paisaje, las esculturas, la variedad de nubes que siempre habitan ese espacio sideral, sumado a la magia enigmática del cerro y sus alrededores.


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