Cecily Brown

New York, Estados Unidos.

Dentro de los artistas que llamaron mi atención en New York, se encuentra Cecily Brown, quien está exponiendo una serie de pinturas bajo el titulo de «Death ande the maid» en el Metropolitan Museum (MET).

Su obra es de fuerte carácter, expresionista y hasta si se quiere figurativa además de algunas claramente con elementos reconocidos, pero mas allá de la interpretación, es su descarga cromática y envolvente, lo que conduce y atrapa la mirada del espectador.

Imposible pasar indiferente frente a su obra.

El MET tiene grandes vidrieras de arte y para quien va de visita por la ciudad esporádicamente, siempre obliga a pasar por su salas de arte clásico y moderno, que de por sí son numerosas, lo que hace que las muestras temporales pasen a segundo plano, o no.

Generalmente en este tipo de museos que he visitado en varias oportunidades, me intereso por las temporales.

En esta oportunidad pretendía ver la exposición del diseñador Karl Lagerfeld, pero la enorme fila para su ingreso, sumado a que la temática no era de sumo interés para mi, hizo que deambulara por otras salas y así me encontré con la propuesta de esta artista.

A propósito, la muestra de Lagerfeld, me llevó a recordar las críticas recibidas al Guggenheim de Bilbao, cuando que fue el primer museo en acoger una muestra de diseñadores, como fue el caso de Giorgio Armani.

Cecily Brown (Londres,1969), está radicada en New York desde 1994, a partir de su representado como es la galería de Larry Gagosian, nada menos.

Sus pinturas son expresionistas a mas no poder, pero también se pueden apreciar ciertos detalles figurativos a partir de un acercamiento frontal con la obra.

Su madre es escritora y su padre David Sylvester, es crítico de arte, influencias que claramente se aprecian en sus obras, o mas bien en los escritos de sus catálogos.

A pesar de la bravura de sus pinceladas que nos conducen a un gran torbellino, detrás de ellas, Brown evoca temas clásicos de la historia del arte, que hay que descubrir con mucho ingenio, tiempo y ánimo.

Proviene de una familia con varios integrantes artistas y está casada

con el crítico de arquitectura Nicolai Ouroussoff, o sea que tiene todo el material arrimado para ser una artista, mas bien una buena artista.

También se ha ocupado de su formación con una larga carrera profesional en varias universidades.

Y como bien dice su biografía, Brown reúne en sus obras aspectos inherentes a grandes pintores como Goya, de Kooning, Mitchell, Kokoschka, así como también de Rubens y Poussin, lo que denota su gran conocimiento de la historia del arte, seguramente aportada por su padre.

No deja de tener influencias de los ingleses Lucien Freud y Francis Bacon y en los Estados Unidos se la relaciona con la obra de Philip Guston.

El título de la muestra podríamos decir que es una guiñada para con su madre escritora, habiendo escogido “La muerte y la criada” que la relaciona con Margaret Atwood.

Pero la verdad es que en su obra no se percibe criada alguna, ni ninguna otra cosa. En todo caso, la criada sería necesaria para poner orden en sus obras, y tal vez vaya por ahí su propuesta.

Su cuadros son narrativas puras tanto individualmente como en forma grupal donde se crea otro repertorio. Cada uno conforma un poema o un cuento, y si los uniéramos, podríamos crear una novela, hablando en términos literarios.

Se trata de una obra post Covid-19, que como a todos, nos ha provocado nuevas disertaciones, en este caso, artísticas,

El colgado, compuesto por 50 obras, tan convencional y ocupando espacios que no se comunican, le quitan fuerza en la propuesta en general. Tal vez se lograría un mayor impacto y efectividad, si todas sus obras fueran expuestas una junto a la otra en una misma sala, pero eso sería imposible en MET.

Las obras se han expuesto en dos mitades distintas aunque complementarias.

Por un lado Brown se propone examinar la preocupación del artista por las ilustraciones de juventud y belleza de principios del siglo XX que recuerdan al espectador, a través de una calavera fantasmal, que la muerte está siempre presente (memento mori).

Por otro lado la artista combina sus interiores exquisitamente desordenados y las divertidas escenas de picnic con sus exploraciones más recientes de bodegones holandeses y flamencos del siglo XVII, según reza en el catálogo.

Esto de acuerdo a su propuesta, pero hay infinitas lecturas, tantas como espectadores la visiten. Lo que que queda claro son sus memento mori y su formación académica, el resto es una invitación abierta a los visitantes.

Me sorprendió ver su obra allí, la cual mi criterio debería de ocupar alguna sala mas osada, menos convencional, que la relacione con el presente, y no con el pasado como sucede en MET.

Su osadía y bravura no están alineadas con los lineamientos de ese museo, mas allá del prestigio que genera exponer en un uno de los mas importantes del mundo.

Me costó percibir su obra, viniendo de salas históricas, razón por la cual la debí de visitar dos veces.

En resumidas cuentas, no se que me hubiera ocurrido si hubiera visto esta exhibición fuera del MET y sin tanta información que precede a la artista. Da para reflexionar. También en el Río de la Plata tenemos artistas expresionistas que transitan por allí y no siempre son de calidad, aunque se trate de personas provenientes de estratos sociales altos o familias conocidas.


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