Bodas de sangre

Montevideo, Uruguay.

Luego de haber visto “La omisión de la familia Coleman”, que nos acerca a la vanguardia teatral, las obras clásicas interpretadas en forma tradicional, pierden efectividad.

Es así que “Bodas de sangre” me resultó una obra lenta, aburrida y un tanto tediosa.

La genialidad de Federico García Lorca es indiscutible, pero los tiempos han cambiado y nuestra sensibilidad ha cambiado en virtud de la vorágine y la velocidad en que el mundo se nos presenta.

El vértigo del uso de los dispositivos electrónicos, nos han acelerado el ritmo de vida y todo debe de ser asimilado con otro ritmo con una efectividad más emotiva.

Para bien y para mal, es a lo que debemos adaptarnos.

La obra presenta las escenas en forma de instalaciones bajando el enorme y pesado telón de la sala principal del teatro, luego de cada una, lo que resta efectividad y continuidad a la historia.

El corte abrupto luego de cada escena, retrotrae al espectador trayéndolo nuevamente al mundo real, a la platea cuando debería de estar en el escenario envuelvo en la escena.

Otro elemento que no juega a favor con Lorca, es la inmensidad de la sala del Teatro General San Martín, que no consigue el acercamiento del espectador con la obra, que es a lo que apunta hoy día el teatro que ha venido ocupando salas más chicas, más íntimas logrando una complicidad del espectador con los actores.

Ese acercamiento logra que el espectador pase de la pasividad a un postura activa vibrando en cada escena.

Las actuaciones de los actores no lograron captar el espíritu andaluz con el cual se debería interpretar a Lorca . El timbre de voz de la madre no consigue compenetrar al espectador en el ámbito de la época.

El actor que interpreta a la sirvienta es magistral pero opaca la actuación de la novia.

La escenografía de Guillermo Kuitca, más allá del efecto visual, pierde efectividad en virtud del gran tamaño del escenario.

El inicio del segundo acto, comienza con una escena donde emerge de forma magistral e impactante la ambientación del bosque, en el cual se desarrollará la mejor parte de la obra.

La actuación de un leñador interpretado por una actriz que se viste de luna, es lo mejor de la obra.

La declamación de un poema de Lorca hacia la luna, logra transmitir el espíritu del poeta.

La obra no logra transmitir el dolor lorquiano. La sangre no consigue derramarse por la sala y el dolor no encuentra cabida en el público que está más provocado por escenas cómicas.

Estaba deseando que la obra acabara para irme y eso es más que suficiente para medir el impacto de la misma.

Una pena pues no logran la efectividad deseada máxime cuando cuentan con todos los recursos necesarios.

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