Volver a Roma es viajar a un tiempo pasado.
A diferencia de otras capitales europeas que se han actualizado, “la ciudad eterna”, pseudónimo que la acompaña desde hace mucho tiempo, nació en 753 AC pero le cuesta desprenderse de su pasado.
Aun preserva sus callecitas angostas, sus construcciones de época lo que sumado a los maravillosos palacios y sus ruinas, permiten al viajero disfrutar de una ciudad histórica. ¡ Quién dijera que habiendo sido la capital del Imperio Romano durante tantos siglos con un apetito voraz de protagonismo, debiera hoy día estar tan sosegada y a la sombra de tantas otras ciudades!.
Es la ciudad europea que más frecuentemente he visitado y al llegar allí mi ansiedad me lleva a recorrerla a pie durante el primer día. Quiero sentirla, repasarla, controlar que todo esté en su sitio, abrazarla y que me abrace. En un tour que arranco desde el Coliseo, luego el Foro Romano con todas sus ruinas, voy caminando por todos sus barrios céntricos en un zigzag que no deja de sorprenderme a pesar luego de tanto tiempo.
El impacto cuando arribo a Piazza Campidoglio es siempre el mismo. No hay una plaza tan bella y escenográfica como esta, diseñada por Miguel Ángel (1475-1564). Paso a paso sigo por el Monumento Nacional a Vittorio Emanuelle II, tomo vía del Corso que me lleva a Piazza del Popolo, , Piazza di Spagna, via Condoti, el Panteón, Piazza Navona, Fontanta di Trevi sin dejar de lado la maravillosa Piazza Farnese, Campo de Fiori. Cada lugar tiene su hora adecuada para ser visitada. Piazza Farnese con su feria es ideal para sorprenderla por la mañana mientras la gente hace sus compras de frutas, verduras, lácteos y demás donde tampoco faltan los fideos, flores y artículos de vestir. A Trastevere mejor se lo soprende a la tardecita para luego de un trago cenar en alguno de sus tantos restaurantes.
Uno de los mayores placeres de la ciudad y de Italia entera es su comida en particular el café, sin dejar de lado el helado, su pizza y la pasta cualquiera sea pero nunca olvidarse de la salsa típica alla amattriciana que se prepara con jugo de tomate, cerdo y queso Pecorino. Ir haciendo altos a medida que la recorremos acompañado por cafecitos, para luego ir avanzando hasta el aperitivo, que puede ser un Spritz o una copa de vino, para luego del almuerzo deleitarnos con un rico helado en Giolitti.
Sin dudas mis citas obligatorias pasan por las cafeterías. El Antico Caffé Greco (1760), el más antiguo de Roma, sobre vía Condotti No 86, a pocos pasos de Piazza Spagna, es como nuestra amiga aristocrática. Siempre esbelta, elegante y bien vestida me da su bienvenida. A pesar de ser muy cara, no dejo de sentarme un largo rato a leer y saborear un espressotan amargo como la vida misma. Pero donde me siento en casa, en forma plena es en Sant’ Eustachio donde para mi se toma el café más rico.
Deleite no menor es el recorrido de los palacios abiertos al público. El Palazzo Doria-Pamphiij es de visita obligatoria. Es como la casa de los primos. Cuando entro respiro hondo y trato de percibir de forma profunda sus interiores barrocos que luego me acompañaran durante el resto de mis paseos por la ciudad. El Palazzo Barberini, el Palazzo Spada, el Palazo Borghese, Palazzo Colonna, Villa Farnesina, entre otros lugares que se mantienen con la misma decoración de época, recargados de obras de artes de quienes fueran sus coleccionistas.
Y hoy vuelvo a Roma a través de un libro que me regalara un amigo hace tanto años y que me provoca esta nota.
–Ya le llegara su momento, – le decía a mi amigo cada vez me preguntaba si lo había leído.
Escrito por Carlos López-Tapia (Madrid, 1953) y a través de la palabra que le cede a la propia ciudad, al igual lo hiciera Mujica Laínez en su novela La casa quien le da la palaba a la casa, el relato es realizado en primera persona contando su historia así como las vicisitudes que ha vivido desde sus inicios. En un recorrido de lugares exquisitos nos permite acompañarlo tomados de su mano. Para quienes conocemos la ciudad, es un placer enorme ir avanzando a través de sus calles y rincones con cuentos y anécdotas de su historia.
Este escritor, también un enamorado de Roma, ha estado allí mas de 30 veces y se ha encargado de indagar y recopilar particularidades de la capital italiana.
Ave, bárbaro! Es el saludo con que nos recibe la ciudad. Víctima de tantos saqueos desde hace 17 siglos, sigue siendo atacada por los bárbaros que hoy día y en forma no menos agresiva llegan en hordas turísticas y que poco la respetan continuando en un manoseo y uso desmedido en forma indiscriminada.
López-Tapia en su prologo dice que se trata de “un libro pensado para leer a la sombra de un ciprés en un jardín romano o en el pórtico de una iglesia”. Lamento no haber seguido sus recomendaciones. Haberlo leído durante alguno de mis tantos viajes por allí le hubiera generado un encanto especial.
Recorridos por iglesias, plazas, palacios, calles, todo lo que va acompañando con historias particulares, el autor nos permiten viajar y recorrerla desde nuestro sofá. Si lo hacemos con una copa de vino y música acorde el viaje sería completo, seguramente más disfrutable no teniendo que lidiar con los rebaños de turistas insensibles que la recorren sin siquiera saludarla como se merece una señora de su edad.
El relato textual del escritor alemán Goethe (1749-1832) cuando la visita en 1786 en pleno carnaval y que López-Tapia transcribe, es un deleite casi visual. A modo de reportero de viajes hace una descripción exhausta del movimiento y la vida de Vía del Corso en plenos festejos carnavalescos.
A pesar de que Roma se ha visto modificada a partir del SXV, período renacentista, promovida por los Papas que anhelaban dejar su impronta en la historia para ser recordados, la ciudad no tiene calles tan largas ni anchas como sus vecinas.
Paris que fue demolida y transformada por George-Eugene Haussman(1809-1891) para dar cabida a nuevos espacios de la burguesa floreciente luego de la Revolución de 1789 dejando de ser una ciudad medieval para transformarse en una urbe moderna así como Londres que debió ser reconstruida luego del gran incendio de 1666 donde Christopher Wren (1632-1723) le dio apellido a muchas iglesias y edificios que reconstruyó.
Otro relato interesante que describe López-Tapia es cuando Olimpia Maldalcini (1591-1657), también conocida como la “cuñadísima” termina apropiándose del Palazzo Doria-Pamphilj.
A partir de los restos de un antiguo edificio, un Cardenal comenzó a recuperarlo en el SXVI y se jactó ante el Papa Julio II luego de haberlo acabado. De la misma forma que reaccionara Luis XIV (1643-1715) frente al palacio Vaux-le-Vicomte que se construyera su ministro de finanzas Nicolás Fouquet (1615-1680), Julio II luego de felicitarlo por su buen gusto y considerando que era demasiado ostentoso para un Cardenal, lo obligó a que se lo regalara a su sobrino que siendo duque estaba más acorde para habitarlo. De esa forma y luego de que el Cardenal jactancioso fallecería acongojado tres años después, el palacio fue pasando de Cardenal en Cardenal durante un siglo hasta llegar a las manos de la familia Pamphilj gracias a la audacia de Olimpia quien con su gran ambición desmedida y poseedora de una gran audacia e inteligencia se lo apropiara.
Casada con un Pamphilj hermano de quien luego sería el Papa Inocencio X, luego de que se quedara viuda se arrimó a su cuñado en busca de beneficios. Ni bien el Papa Urbano VIII falleció, fue el Cardenal Pamphilj quien los sucediera como Inocencio X. Olimpia, siguiendo las nomas de la época, abrió las puertas del Palacio Pamphij al populacho para que cumpliese con la costumbre de saquear la casa del Cardenal elevado a Papa, no sin antes retirar los objetos de más valor y llevarlos para su propia casa. A partir del momento en que su cuñado fue nombrado Papa y a pesar de que a ella se le prohibió instalarse en el Vaticano, Inocencio X le cedió poderes para conceder privilegios, así como para distribuir cargos y tomar decisiones en su nombre, actividades que provocaron su mote de “cuñadísima”.
También resulta muy interesante el relato de la visita del pintor español Diego Velázquez (1599-1660) cuando visitó Roma y retrató a Inocencio X, obra que se convirtiera en una de las más importantes del pintor y que aun se mantiene en el acervo del Palazzo Doria-Pamphilj y que todo visitante puede apreciar junto a la escultura del mismo Papa realizado por Gian Lorenzo Bernini (1598-1680).
El tema crucial radicaba en lo poco agraciado físicamente que era el Papa y Velázquez quien ya estaba acostumbrado a retratar a los integrantes de la familia real española con el rey Felipe IV (1605-1665) al frente que tampoco presumían de su belleza precisamente ya estaba acostumbrado.
Luego de la muerte de Inocencio X, Olimpia lo sobrevivió un año y dejando de heredero universal a su hijo de una inmensa fortuna en la cual estaba el palacio así como el cuadro. A pesar de que se abrió un proceso en su contra por apropiación indebida, su muerte repentina a raíz de una epidemia, la salvó de la condena y su fortuna permaneció en manos de su hijo, bienes que aun mantiene la familia Pamphij. El palacio esta dividido en dos partes, una privada donde aun es habitado por la familia que lo usa de residencia cuando vienen de paseo por Roma, ya que viven en Londres y otra que esta abierta al público.
Siempre detrás de los hombres de poder hay mujeres sagaces que desvían la historia a raíz de sus ambiciones y caprichos.
Y si Paris bien vale una misa, Roma bien vale un helado.










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