Amazonas, a mi regreso

Manaos, es una ciudad carcomida por la realidad social, donde puedes percibir, prestando atención ciertos detalles de la ciudad que otrora fue o quizo ser, la parisina brasileña.

Producto de la explotación del caucho, tuvo un auge comercial entre 1890 y 1910 donde los “varones del caucho” llegaron a ser muy excéntricos a raíz de sus grandes fortunas, llegando a enviar sus ropas, a título de ejemplo, a lavarlas a Francia con el tiempo implícito del traslado de un año aproximadamente.

A criterio de las esposas de los terratenientes las aguas del Río Negro no eran lo suficientemente «limpias».

Bajo ese criterio suntuoso, se hicieron construir un teatro (Teatro Amazonas) a imagen y semejanza de la Opera de Garnier de París, trayendo todos los materiales desde Europa.


A partir del robo de las semillas de los árboles del caucho que posteriormente fueron cultivados en Malasia donde actualmente se explotan, la ciudad se vino abajo hasta 1967 en que la declararon zona franca para estimular el comercio.


Durante ese período, que ellos le llaman «100 años», la ciudad fue devorada por una realidad social tremenda y las casas fueron siendo abandonadas. Hoy día quedan muy pocas casas coloniales en pie que funcionen, y en su mayoría se han devenido en centros públicos, museos, hoteles, etc.


El Teatro Amazonas, que se construyo en 1896, fue reparado a partir de 1991, y desde su última obra en 1925 hasta esa fecha, fue utilizado como depósito habiéndolo dejado a la miseria. Hoy día se le puede apreciar nuevamente esplendoroso pero con las limitaciones del momento viendo en algunas sitios como sustituyeron el mármol por el yeso pintado.


Tuve la oportunidad de asistir a una obra de teatro allí mismo, una parodia que hacía alusión a la vida del teatro. Titulada «Carusso jamás canto aquí», la obra basaba su argumento en el desaire que hizo ese artista al no venir a cantar allí habiendo estado en Buenos Aires, Río de Janeiro y Montevideo.

Dicho hecho refleja el espíritu con majestuosos aires que daban cuenta de la grandeza que presumían en esos tiempo, instancias que luego se fueron frustraron producto de la situación económica devenida a menos.


Manaos es una ciudad volcada enteramente al río, con todo el comercio fluvial implícito donde constantemente llegan barcos con cargas y personas que circulan por las zonas.
No se puede acceder a Manaos por tierra, solo se llega por barco o por aire.

El movimiento del mercado del puerto es lo que mas me cautivó, pues ahí está concentrado el espíritu de la ciudad. Tienen un mercado exactamente igual al que fuera Les Halles de Paris. Una suerte para el visitante quien se acerca a conocerlo. Precioso, pero claro que muy desmejorado.


Obviamente que la gastronomía de la ciudad gira entorno al pescado.

Tuve la oportunidad de probar el plato mas exquisito que había comido hasta ese momento.

Se trata de tambaqui, un pez de río con su carne tipo salmón rosado, que se te deshacía en la boca. Unos costillares enormes que ibas desmenuzando sin mucho esfuerzo y sin espina alguna.


Por otro lado, y fuera de lo pintoresco, Manaos es una ciudad muy pobre desde todo punto de vista: mala hotelería, no hay restaurantes buenos ni menos buenos teniéndote que conformar con bolichitos, poca infraestructura para el turista y a cambio de todo ello, la amabilidad y simpatía de su gente, donde para responderte alguna pregunta, poco mas que dejaban de hacer lo suyo para acompañarte.


La ciudad alberga una zona mas moderna y con edificios, pero que no es lo que nos interesa a los viajeros, pues lo ves en todos lados, por lo que me conformé viéndolo desde lejos, desde el barco o desde la terraza del hotel.

Lo lindo es ver como la ciudad palpita en el puerto, en constante contacto con el río. De a momentos, trasladándonos en los barquitos, me recordaba a Venecia, con ese encanto de cuando el «vaporeto» atraca en el muelle con los tiempos implícitos de la subida y bajada de la gente así como de la carga.


En las calles se aprecia una amplia variedad de etnias y prestando atención se les puede diferenciarlos perfectamente aunque desconozcas su origen.
Muchos indígenas que llegan a la ciudad buscando mejorar su calidad de vida quedan marginados por la falta de preparación, estudios, hasta del idioma pues algunos no hablan el portugués, y quedan dando vueltas por las calles o tomando posesión de construcciones endebles muy sensibles a las grandes crecidas del río con todas las enfermedades consecuentes.


Existen solo dos estaciones: verano e invierno que duran seis meses cada. En invierno que es a partir de diciembre, llueve muchísimo produciendo subidas del río de hasta diez metros, y en verano las aguas comienzan a bajar hasta secar que algunos sitios se secan en forma total.


La selva Amazónica es cautivante. Allí por Manaos pasa el Río Negro el cual se cruza a pocos kilómetros de la ciudad con el Río Solimoes conformando el Río Amazonas, en un sitio llamado «encontro das aguas» donde se ve claramente el cruce entre ambos manteniendo durante varios kilómetros las diferencias de color y densidad entre uno y otro.

El Negro es oscuro mientras que el Solimoes es blanco producto de los componentes minerales de cada uno.
Luego de dilucidar el verdadero sitio donde nace el Río Amazonas, llegaron a la conclusión de que se trata del río mas largo del mundo, dejando al Nilo en segundo lugar, como no podría se de otra manera: «Brasil o mais grande do mundo».
La selva prácticamente vive por la noche envuelta en un concierto de sonidos alucinante.

Es durante la noche en que se pueden hacer excursiones para ver diferentes animales que durante el día están ocultos, escondidos de otros depredadores.

Es así que salimos en canoas compuestas por cinco personas cada una para recorrer el río en busca de los yacarés a los cuales no les llegas a ver mas que sus ojitos rojos.

El paseo con todo el temor implícito te obliga a no hacer movimientos bruscos para que la canoa no se vuelque. Nuestros ojos se abren en extremo para poder percibir en esa tremenda oscuridad donde la seducción máxima pasa por los diferentes sonidos de los animales convirtiéndose en una de las mejores experiencias que se pueden vivir en el lugar.


El contacto con la naturaleza nos hace sentir insignificantes, indefensos en el mundo. Que variedad de plantas y flores!.

En la selva puedes sobrevivir a todo conociendo las propiedades de sus plantas, donde las hay desde la que te ayuda a hacer una antorcha, las medicinales, las comestibles y hasta árboles con troncos que al golpearlos emiten un eco que viaja por entre la selva permitiéndote comunicar a mucha distancia, aplicable en casos de que te pierdas.
Cerca de Manaos no habitan indígenas a excepción de una reserva donde estuvimos compuesto por un grupo que ha ido creciendo y desarrollándose habiendo venido de otro sitio mas lejano buscando una oportunidad en la ciudad.

Producto de que no logran adaptarse a la ciudad se han recluido conformando una pequeña aldea, la cual permite la oportunidad al viajero de ver como viven.

Hay reservas muy grandes como la Xingu, pero lejos de allí donde solo se accede a través de un largo viaje de cuatro días en barco y con permiso previo, cosa que me gustaría hacer en alguna ocasión pero con mas tiempo.


También hay 50 tribus aproximadamente las que nunca han tenido contacto con la «civilización». Lo pongo entre comillas, pues a que le llamamos civilización cuando estos grupos son tan ricos en experiencias y sabidurías.


En fin, el paseo me dio la oportunidad de acercarme a esa selva tan enigmática y cautivante que es la Amazonas brasileña así como despertarme una mayor curiosidad por saber mas sobre ella.

La selva amazónica atraviesa nueve países, o también podríamos decir que nueve países atraviesan el Amazonas ocupando un espacio mucho mas grande que toda Europa.


La artesanía de la zona es muy escueta. Mucha plumería que es lo mas destacado que se puede apreciar pero con muy poca elaboración, pues lo bonito radica justamente en la naturaleza, los colores de las plumas de las ararás, o las semillas con las cuales crean bijoutería.

Uno queda extasiado frente a las manifestaciones diversas de la naturaleza compuesta por emotivos amaneceres, puestas de sol y el verde en toda su amplia variedad de gamas.


Otra artesanía es la talla en madera, las que hace alusión, obviamente, a sus animales. Preciosas.


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Comentarios

Una respuesta a «Amazonas, a mi regreso»

  1. Avatar de Daniel Benoit Cassou

    ¿vivirías ahí con ese clima?
    por eso, hay nada

    aunque quién sabe
    ¿el trópico también abarca zonas de igual clima?
    debí decir: ¿el turismo ocupa espacios con clima igual de malo?
    Carlos

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