Siempre que aparece un libro póstumo hay una resistencia primaria a aceptar la autoría, máxime cuando se trata de un escritor de éxito.

Nos sucede que no terminamos de comprender como las hijas de Iréne Nemirovsky siguen encontrando en el “baúl de los recuerdos” y luego de más de 70 años, libros que nunca habían visto la luz. De todas formas, si el estilo se mantiene y  si al lector le convence, la falta no es tan grave.

A finales de 2014, Anagrama publicó una novela póstuma del exquisito Antonio Tabucchi (Venecchiano, Pisa, 1943 – Lisboa, 2012), luego de dos años de su fallecimiento.

Quienes le hemos leído, sabemos de su prosa, de su estilo, de su sensibilidad para sus relatos los cuales tienen un espíritu que van haciendo participe al lector de su historia, pidiéndole permiso en ciertas aseveraciones de modo que uno queda doblegado frente a semejante descripción que nos subyuga.

Nada de lo que dice es chocante y desde la primer palabra de la novela entramos en un ámbito de ensoñación mágica, no por el contenido de la historia sino por la forma en que la describe.

El texto no se impone sino que va seduciendo al lector que lleva de su mano a través de todos los escenarios del relato, haciéndole participe del mismo, como por ejemplo con un “bonito nombre, ¿verdad?”. Ese vinculo con el lector que nos hace creer que estamos allí.

“No había estado nunca en el Tavares en toda mi vida…”, es el comienzo de esta historia en que una vez más participan sus ya conocidos personajes Tadeus e Isabel, así como Xavier protagonista de Nocturno hindú.

La misma se desarrolla en diferentes lugares como Portugal, Macao, India, Nápoles, entre otros.

Escrita en 1996, esta novela discurre entre el ser  y el no ser, en un ámbito metafísico que pareciera entrara y saliera de la vida del escritor. Una historia un tanto excéntrica, de a ratos bastante incomprensible, difícil de creer provenga de su pluma, también perturbadora y casi rayando el realismo mágico.

En los primeros capítulos podemos reconocer claramente el estilo tabucchiano gozando del mismo, pero poco a poco se va tornando una historia mágica al mejor estilo “Harry Potter” aunque pueda sonar demasiado fuerte esta comparación.

El libro esta dividido en nueve capítulos que corresponden a los mandalas que el protagonista Tadeus tiene que recorrer para encontrar a su amada Isabel a quien no ve desde hace varias décadas.

Los cinco primeros capítulos desarrollados en Portugal son muy disfrutables pues describe una serie de lugares y detalles que hacen al país, a su «morfología  estatal». Portugal es un país que nunca se sintió pertenecido a Europa  y viceversa. Siempre ha mirado hacia el mar, lo que implica darle la espalda al continente y eso se percibe en la idiosincrasia de su gente. Viajar a Portugal no es ir a Europa y sin dudas en ello radica su encanto que Tabucchi describe tan bien a modo de pequeñas pinceladas echando mano al fado, al Oporto, al bacalao, a Salazar, a los lisboetas, al arte manuelino entre otros.

A partir del sexto capítulo, pareciera entráramos en otra dimensión literalmente, al grado tal de desconocer la mano del autor y desde ese momento el libro se torna no tan ameno deseando en determinados momentos que el mismo acabe  regrese a su narrativa anterior.

Lo leí en el día. Comencé excitado y feliz de haber dado con una buena novela que no siempre es fácil de hallar, pero lo acabé no con el mismo afán, lo que me lleva a dudar de que el mismo haya sido escrito totalmente por el mismo autor y en caso de ser así, me quedo con la duda de los mares por los cuales Tabucchi también gustaba navegar.

La pregunta que me viene a la mente es: ¿por qué Tabucchi no lo quiso publicar en vida?, más allá de las versiones de sus editores.