Museo Frieder Burda

Baden-Baden, Alemania.

Europa desde hace unos años está invirtiendo y promoviendo la regeneración de varios centros urbanos. Antes de tirar abajo una casa, son ofrecidos a museos y casas de arte moderno para devolverle vida no solo al edificio sino al barrio. Esas ciudades sin atracciones turísticas están ocupando lugares de interés en el nuevo mapa con elegantes propuestas.

Baden-Baden siempre ha sido una ciudad muy elegante, punto de encuentro de personas adineradas de todo el mundo que vienen a disfrutar de una rincón apacible donde lujosos hoteles y los famosos spa con aguas supuestamente curativas. Cuenta con museos, teatros, casino, hipódromo y centros de exposiciones para el deleite de sus ciudadanos.

Allí no se puede ir de paso. Hay que vivirla y no es una ciudad muy receptiva para el turista apurado, ansioso de captar en poco tiempo el espíritu del lugar. Es una urbe muy fina que merece otra atención no siempre al alcance de todos los bolsillos.

Pero desde 2004 hay una nueva razón para llegar hasta la ciudad-balneario a partir de la inauguración del Museo Frieder Burda.

Frieder Burda (1936-2019) nació en Gengenbach a pocos minutos de Baden-Baden. Proviene de una familia dedicada a la impresión y publicación de revistas como es el caso de Bunte. La ciudad de Offenburg sede de la planta industrial de la familia, se había ganado el mote de Burdapest en virtud de que era la principal fuente de trabajo de la ciudad.

Frieder amasó una gran fortuna que ya provenía de sus antecesores e incitado por su padre que era un coleccionista incipiente y muy discreto, optó por dedicarse mas de lleno a la actividad hasta tanto desembocar en la construcción del museo. Al inicio, cuando su idea fue gestada en 2002, pensó alojarla en Mougins, sur de Francia también ciudad muy recoleta donde Picasso tenía un palacio. El hecho es que Burda contaba con una de las mayores colecciones de arte alemán y no tenía sentido enseñarla en Francia donde poco interés habría por parte de los franceses. De todas formas la idea inicial le llevó a adquirir varias obras del malagueño.

La primer obra que adquirió Burda fue una pintura roja cortada de Luccio Fontana en la documenta IV de Kassel sin tener mucha idea de lo que compraba. Siempre se guió por su gusto personal y siguió sus pálpitos.

Mismo así, tiene un gran acervo de los principales artistas alemanes de posguerra haciendo hincapié en los expresionistas.

El número de piezas ascendió a 1000 entre las cuales están Max Beckmann (padre del expresionismo alemán), Ernest Ludwing Kirchner, Georg Baselitz, Gerhard Ritcher, Sigmar Polke. También están las realizadas por los americanos Jackson Pollock, Mark Rothko y Willem de Kooning.

Llama la atención que solo posea una obra de Anselm Kiefer y ninguna del alemán Joseph Beuys padre del arte conceptual internacional.

Una vez tomada la decisión de construir un museo no dudó en consultar al arquitecto americano Richard Meier (Newmark, 1934) galardonado con el Premio Priztker en 1984 habiendo sido el mas joven en haberlo logrado con 48 años.

La inclinación hacia Meier estaba relacionado con el estilo despojado y tan etéreo que caracterizan sus edificios siempre en tonos de blanco. El flechazo fue inmediato y a las pocas semanas ya estaba elaborado el proyecto.

El museo de 900m2 fue erigido al borde del parque principal de Baden-Baden

Meier define al museo como “una joya en el parque” y las expectativas superaron tanto las suyas como las de Burda.

Con un criterio muy cauto y atinado, Meier consideró y respetó el edificio vecino de líneas neoclásicas que alberga la colección del Staatliche Kunsthalle. Tampoco quiso opacarlo y diseñó el Museo Burda de altura inferior de modo tal de no quitarle protagonismo, detalles que fueron muy bien recibidos por las autoridades gubernamentales de la ciudad.

Es fundamental para Meier el uso del color blanco al cual considera como la suma de todos los colores.

“El blanco eleva nuestra percepción de los colores de la naturaleza: la blancura permite percibir las ideas de mi arquitectura y ver la relación entre opacidad y transparencia, la diferencia entre elementos planos y lineales, y clarifica las ideas ente la piel del edificio y su interior”, – dice Meier.

Asimismo, para demostrarle aun mas cuanto era su respeto, tendió un puente transparente entre ambos a modo de comunicación fraternal como si estuviesen dándose la mano en un afán de nutrirse el uno con el otro.

Enclavado en un parque con diversidad de árboles y mucho verde que se mete a través de las ventanas, Meier recibió a partir del museo, el Premio de Honor del Instituto de Arquitectos para Arquitectura en 2006.

Está construido en vidrio y aluminio dividido en dos plantas utilizando la luz natural, así como los reflejos que se adentran a las salas en diferentes texturas y colores para lo cual utilizó parasoles metálicos que controlan el caudal de luz para evitar perjudicar las obras logrando diferentes tonalidades a todas horas del día.

La luz penetra tanto por los laterales como a través de los techos generando un ámbito muy placentero y relajante para la apreciación de las obras que lucen con su mayor esplendor apelando a la experiencia espiritual del espectador. Burda se ocupó de “llevar las pinturas al parque y al parque al museo”, dice Meier.

La cantidad de piezas no abruma pues nunca está expuesto la totalidad del acervo. El “menos es mas” esta claramente considerado.

Burda ha sido considerado entre los 200 mejores coleccionistas según la edición de ARTNews cada año entre 2005 y 2013.

Como caso anecdótico cabe señalar que fue el primer museo en albergar la obra auto destruible de Banksy rematada en Sotheby’s en octubre de 2018, en 1,18 millones de euros, momento a partir del cual dejo de llamare “La niña del globo” para transformarse en “El amor está en la papelera“ (Love is in the bin). Actualmente la obra está siendo exhibida en la Staastsgalerie de Sttugart.

El filántropo falleció en Baden-Baden a los 83 años luego de batallar contra una larga enfermedad.


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