59ª Bienal Venecia – 2da parte

Venecia, Italia.

Lo que más llama la atención dentro de la organización de la 59ª Bienal, es el orden con el que está diagramada, como nunca se había visto antes, algo que también se puede percibir en la mayoría de los eventos en toda Europa post Covid.

En una completa guía impresa, mas allá de que el papel ha tendido a desparecer a favor de los dispositivos electrónicos, se presenta el mapa y los lugares a ser visitados con toda la información disponible para su acceso.

La tónica general percibida en las principales propuestas, es de un alto contenido ambiental muy colorido, a la vez que animados haciendo a los espectadores partícipes de las mismas.

Los pabellones de Gran Bretaña (Sonia Boyce), Francia (Zineb Sedira con una propuesta ambiental donde no faltan los aromas), Estados Unidos (Simone Leigh) y Alemania (Maria Eichorn), son siempre los más demandados con alternativas destacadas.

Sin embargo en esta oportunidad no llegaron cautivar siquiera.

Maria Eichorn presentó un obra archi vista, descubriendo partes de las paredes y pisos del pabellón, mostrando los ladrillos que dan sustento a la base del edificio. ¡No descubrió nada!

Tampoco España se lució como suele hacerlo, al contrario. El invitado fue el arquitecto Ignacio Aballí quién varió la disposición de la sala habitual dejando el espacio totalmente vacío. Algo que ya se ha visto, mismo propuesto por España ediciones atrás.

Lo ideal hubiera sido adicionar a esa nueva diagramacion, obra de otro artista logrando un vínculo entre ambos.

La falta de la presencia del idioma español en toda la bienal, siendo el idioma más hablado del mundo es inconcebible, pero es más aun en el caso de los países de habla hispana como España y de Venezuela con obra de Mila Quast, Jorge Recio, César Vázquez y Palmira Correa, quienes no pusieron textos en sus propios idiomas.

Uno de los países que mas atención logró, fue Bélgica, con obra de Francis Alÿs (Amberes, 1959), quien a partir de su residencia en México, presentó videos provenientes de ámbitos latinos que hacen referencia a juegos de niños con un trasfondo social muy contundente.

Uruguay, quien ocupa un lugar protagónico en los Giardini, presentó obra de Gerardo Goldwasser (Montevideo, 1961), quien dejó al país muy bien posicionado, como comentamos en otra nota especifica.

Nuestro pabellón está bastante escondido, más allá de formar parte del principal séquito de países mejor ubicados, lo que genera descuido por los visitantes sino se lo busca específicamente.

En función de su cercanía con el pabellón de Israel, se podría poner un cartel indicativo, puesto a la salida del mismo, se puede acceder al mismo.

La obra de Suiza es otra de las destacadas. Representado por Latifa Echakhch tanto obras, escenografía, escenario, así como el piso cubierto de piedras que enllentecen el tránsito del espectador generando una instancia especial para acercarse a la obra de una forma mas pausada.

La gran ausencia como era de esperar, fue la de Rusia, donde su pabellón vacío y clausurado, ubicado sobre la avenida principal de Giardini, fue una de las propuestas más interesantes.

En cambio Ucrania no dejó de estar presente con la obra de Pablo Makov.

Existen algunos casos de pabellones que fueron diagramados inicialmente con elementos naturales como árboles que condicionan las obras. Lo peor que se puede hacer en esos casos es ignorarlos. No es el caso del pabellón de los países Nórdicos (Finlandia, Noruega y Suecia) ubicado sobre la avenida principal de Giardini, donde los artistas integraron los árboles que emergen en el medio de la sala. Máret Ánne Sara, Andres Sunna, Pauliina Feodoroff, presentan una obra de tener ecológico que dialoga toda en su conjunto.

El acceso al pabellón de Grecia dentro de Giardini, debía de ser programado con cita previa por internet y mismo así siempre tenía una larga fila. Mala decisión pues uno se entera allí mismo.

El pabellón de Venecia, ubicado en Giardini, siempre ha estado dispuesto a actividades fuera de la bienal, pero en esta ocasión, la curadora lo utilizó para llevar acabo una puesta en escena de un escenógrafo, Paulo Fantin, quien presentó obras siguiendo el mito descrito en el libro Dafne y Apolo, con un gran poder cautivante.

Un pabellón de visita obligatoria en cada bienal y que requiere un gran esfuerzo para legar, es el de Portugal por la calidad de sus artistas. En este caso la obra de Pedro Neves no estuvo a la altura de otras ediciones.

Dentro de la propuestas nacionales, ubicado en Arsenale, Italia se luce con la obra de Gian Maria Tosatti quien ambienta una fábrica vacía, en condiciones infrahumanas, algo que nos agobia y nos lleva directamente a las situaciones de encierro que nos obligara esta reciente pandemia, entre otras sensaciones. El desasosiego agobiante producido en el espectador, da cuenta del éxito de la propuesta.

En esta ocasión llama la atención la ausencia del pabellón del Vaticano en Arsenale.

Dentro de un orden bien señalizado, que hace muy fácil el recorrido, destacan mejores los mensajes que las obras mismas, quedando la creatividad en segundo plano.

A diferencia de otras ediciones pasadas, prácticamente no se ven obras fotográficas. En cambio, prevalecen las obras con una gran destreza tecnológica, dentro de soportes virtuales como es el caso de la argentina Mónica Heller que parece venir del próximo siglo.

Hay algunos pabellones nacionales que con el ánimo de presentar la mayor cantidad posible de artistas y sin un criterio aunado y selectivo, terminan mareando ocasionando la pérdida de interés del espectador. La idea de provocar un impacto que se albergue más en el alma que en la mente, no tiene oportunidad de ser y pasan pronto al olvido. Una pena, puesto que están ocupando una de las más destacadas vidrieras de arte contemporáneo del mundo.

Recorrer la Bienal implica un gran esfuerzo físico y mental para poder asimilarlo de la mejor manera.

El cansancio producto del ajetreo, conlleva a que los espectadores presenten mayor atención a las propuestas lúdicas, que descansan tanto nuestro físico como nuestra atención. Un elemento no menor a tener en cuenta a la hora de generar interés en el público.

Mas allá del perfecto orden percibido en toda la organización, un aspecto negativo a remarcar es el limitado horario que para quienes viajan de otros lugares del mundo y específicamente, limita e incomoda. La Bienal se puede visitar de 11 AM a 18 PM y la última hora de ingreso es las 17 PM. También permanece cerrada los martes, mientras que otros lugares escogen otro día de descanso como lunes o miércoles. Tratándose de un evento puntual, deberían de hacerlo más extenso y abrirlo toda la semana.

Las diversas propuestas coloridas presentadas en esta edición, lograron crear cierta confusión entre el público, al acceder a la cafetería, la cual puede ser interpretada perfectamente como una obra de arte.

Más allá de la disposición colorida y las oferta gastronómicas, deberían de contemplar la necesidad de proveer energía eléctrica para la recarga de los dispositivos electrónicos a la hora de tomar un descanso.

En síntesis, podríamos resumir que no se ha tratado de una gran bienal. Sus obras desparejas y con propuestas menores, mas allá de la excelente diagramación y orden, no le permitirán ser recordada como una buena selección de obras representativas de su época.


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