25 años de arte contemporáneo

Punta del Este, Uruguay.

Ayer en un acto multitudinario quedó inaugurada esta muestra colectiva en la Sala Anexa del Museo Ralli bajo la curaduría de Diana Saravia.

Un hecho que deberíamos de celebrar en virtud de la quietud y del poco compromiso de ese museo en relación al arte contemporáneo.

La selección, compuesta por veinte y pocos artistas, como todas es un acto personal que responde a los gustos e intereses de cada curador.

A mi criterio la muestra es muy despareja y obedece más a un criterio comercial que a la oportunidad de exhibir una gama de artistas destacados y representativos de Montevideo.

El colgado convencional de una obra junto a la otra, no estimula una óptima percepción, objetivo primordial de las muestras hoy día.

El menos es más continúa siendo efectivo y acá fue todo lo contrario.

Un grupo compuesto por esculturas ocupando la parte central de la sala, resultó confusa a la vez que perjudicó a cada obra. Parecía un altar religioso más que una presentación de obras.

Temo que los espectadores hayan podido recepcionar algún artista siquiera.

En mi caso quiero quedarme con la impresión causada por la propuesta de Sofía Martínez Frinkel quien debió de luchar cual ave junto a su nido para que el pedestal donde presentó su obra fuera visualizado.

En una osada acción, Martínez Frinkel encerró en pequeños bollones de mermeladas, opto por esta opción en virtud de la dulzura implícita del sexo, bombachas de diferentes mujeres, que luego de ser usadas se las bajaron para entregar parte de su intimidad a la artista.

Esta obra está dentro de la línea del italiano Piero Manzoni (1933-1963) cuando en 1961 enlató sus heces en 90 latas bajo el título de “‘Mierda de artista”.

Un hallazgo de esta artista a la cual prestaré atención.

Solo ella, amén de la cantidad de amigos que encontrados, valió la pena.

Muy oportuna la presencia de la pintura de “Adán y Eva” bajo los retratos de José Mujica y Lucía Topolansky, obra de Julio de Sosa, con la cual Saravia en su papel de galerista logró notoriedad en lo que era su taller de marquería que fue donde se inició.

El resto de las obras, algunas muy buenas y de artistas reconocidos, se perdieron en la inmensidad de la sala sin surtir el efecto esperado.

Desconozco las condiciones del Ralli pero creo que se desperdició una buena oportunidad para llegar a un escenario que insiste en darle la espalda al arte contemporáneo rioplatense.

Una pena para nuestros artistas máxime que la exposición tuvo amplia difusión por los medios.

El tezón de Diana Saravia, galerista muy comprometida y jugada, siempre hermosa y cálida, en este caso se deslució.

De todas manera no me arrepiento en haber asistido pues apoyo cada iniciativa pero esperaba otra cosa.


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