Se puede viajar de diferentes maneras: física, mental y espiritualmente entre otras opciones.
Siempre que hemos viajado lo mejor es lo que queda en los recuerdos, como momentos atesorables que conforman nuestro mundo personal, onírico, irreal también podríamos decir (pues cada viajero va creando y conformando su propio mundo enmarcado en dimensiones personales) difícilmente repetibles.
En algunos casos, cuando hay sensibilidades similares, se podría hablar de “mundos parecidos”, pero en “nuestros mundos” siempre seremos el único poblador real. El resto, son solo productos creados por nuestra mente.
Difícil, por no decir imposible, que otra persona acceda a nuestro mismo mapa de viaje que no deja de ser virtual. Nunca “mi Hanói” va a ser igual al “Hanói” de otro viajero pues cada viaje depende del momento de nuestra vida en que lo visitamos. Amor a primera vista, o aquella oportunidad en que un lugar nos guiñó el ojo y nos prendó para siempre, amor racional e irracional, varias son las circunstancias que inducen en nosotros al momento de amar o rechazar una ciudad, por eso nada será igual para el otro.
Viajamos por el mundo real en distintas dimensiones, por galaxias diferentes.
A veces nos parece que ya habíamos estado en aquel sitio, seguramente respondiendo a emociones internas ajenas a nuestra mente, que arrastran recuerdos de otras vidas anteriores.
Recuerdo la primera vez que estuve en Oaxaca. Sentí que la ciudad me decía: “hace 3000 años que te estoy esperando…”
Estaba escrito que debía de estar allí y sentí un aire envolvente que me daba la bienvenida luego de tanta espera.
De esta misma forma tan sugestiva, Antonio Tabucchi (Pisa, 1943-2012) trata 60 relatos de viajes que realiza en su Viajes y otros viajes.
A través de su forma tan sutil, atrapante, cálida y simple que tiene para escribir, nos va llevando de la mano, tratando de introducirnos en su mundo personal.
Sin dudas se trata de un autor especial, donde nos hace discurrir en sus historias casi sin que nos demos cuenta, como si formaramos parte de la suya, como un compañero mas de ruta, pero que en forma pasiva vamos a su lado sin molestarle. Su “sostiene Pereira” es una muestra del estilo tan seductor de narrar entre otros varios libros todos recomendables.
En Viajes y no viajes, Tabucchi relata vivencias de visitas a ciudades, como viajero de la vida, pues es importante destacar que una cosa es recorrer el mundo en forma turística y otra muy diferente es ser viajero, con el compromiso implícito acorde. De la misma forma que podemos decir que la literatura es un buen compañero de ruta insustituible, podemos afirmar también como dijo un poeta que la literatura es la demostración de que la vida no nos basta.
La edición de Anagrama comienza con una entrevista que Paolo Di Paolo le realiza al autor donde conversan sobre el espacio, el tiempo, la literatura, los libros que han influido en su vida así como la definición de viajero.
Su recorrido abarca 37 ciudades como Bombay, Buenos Aires, El Cairo, Florencia, Génova, Jerusalén, Kioto, Lisboa, Nueva York, Ouro Pero y Paris entre otras de diversa índole.
Enumera algunos lugares interesantes que sin dudas mas de un lector querrá conocer donde historias particulares que hacen al paseo mas apetecible.
Cita anécdotas, como la de Picasso cuando llego a Mougins al sur de Francia, alquiló una habitación en un pequeño hotel y en una noche de incontenible inspiración pintó todas las paredes de su cuarto frente a lo cual, el propietario asombrado frente a tal arrebato le obligo a repintar como estaba.
El libro esta repleto de pequeños relatos, detalles de lugares así como de sabores a través de comidas, cafés y de pinceladas descriptivas de la naturaleza.
Cita a varios artistas, pintores, escritores, músicos y viaja en el tiempo adentrándose en ciertos casos en la historia a la hora de citar tal persona o cual lugar como puede ser el caso de Creta por citar un destino tan interesante.
Todos los relatos tienen un charme mucho mas disfrutable si el lector ha estado allí, pero también muy estimulante para nuestra imaginación si el lugar nos es desconocido.
Al referirse a Nueva York hace referencia a lo mismo que me sucede cuando visito Venecia, la ciudad mas pintoresca del mundo difícilmente inimaginable si hubiera que crearla nuevamente, donde su ritmo vertiginoso en determinado momento nos obliga a hacer una pausa. Es tanta la contención emotiva, la inabarcabilidad de impresiones, que cada vez que la visito, debo de ausentarme durante un día viajando a alguna otra ciudad cercana, para tomar aire, controlar mis emociones y regresar con nuevos bríos.
Tabucchi ahonda en el alma de cada ciudad, de cada lugar siempre a través de pequeños detalles que conforman el espíritu de cada visita.
Es bueno leerle cuando se refiere a América, como da paso a las emociones típicas de cada ciudad o país como es el caso de la saudade tan típicamente portugués o brasilero que no es lo mismo que la macaia que podemos sentir en Génova o la nostalgia que podemos sentir en Uruguay.
Saudade, es un termino muy difícil de definir. Vendría a ser “la melancolía causada por el recuerdo de un bien perdido; dolor provocado por la ausencia de un objeto amado; recuerdo dulce y triste a la vez de una persona querida”, según el diccionario portugués Morais.
Termino que se nos hace muy difícil de definir, pero que forma parte de nuestras emociones, mas aun cuando solemos trasladarnos de un sitio a otro y que suele aflorar en momentos particulares como puede ser un atardecer o un día lluvioso, ámbitos ideales para generar ese estado emocional. Pero Tabucchi aporta una faceta diferente de este termino al definirlo como la nostalgia del acto que estamos viviendo en ese momento, lo que nos lleva a definir al termino saudade también como nostalgia al futuro.
En muchos aspectos nos identificamos con su espíritu, como puede ser el caso al referirse a la fotografías que tomamos con la ilusión de llevarnos algo, pues ese momento es un claro ejemplo de saudade. Tomar aquello antes de que sea pues sabemos que luego ya no existirá. Adelantarnos al momento vivido, tratando de aferrarnos a el, pero con la pena de saber que ese momento ya no existe mas.
Las imágenes son pura apariencia, pues no deja de ser la representación de lo que el lugar y el momento nos provoca y como queremos recordarlo al contemplar la fotografía que no siempre condice con la realidad.
En este libro tan relacionado con la literatura, como dijéramos, también hay espacios para los no lugares como los casos ficticios como por ejemplo el Macondo de Gabriel García Marques o la Utopía de Tomas Moro que el autor analiza.
Cada lector, al igual que cada viajero vera su historia en este libro y se dejara seducir por diferentes relatos que le traerán recuerdos o que le provocaran ganas de conocer. En mi caso he disfrutado de ambas emociones y ya he tomado nota de algunos rinconcitos que Tabucchi cita para ir a conocer o revivir.
Y para finalizar la nota, cito un fragmento del libro que nos acerca al espíritu del mismo:
“Somos seres antiguos, pero somos también seres frágiles, y al igual que estamos expuestos a la fealdad, lo estamos también a la belleza. Ello nos turba y al mismo tiempo nos alegra. Todos los días la repugnancia del mundo nos acosa, nos es familiar en la pantalla televisiva, y nos hemos acostumbrado a ella. En cambio, la belleza puede hacernos enfermar.”
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