Sables y utopías

Mario Vargas Llosa siempre ha sido un referente para mi.

No solo de literatura, de arte sino también como un pensador de nuestra época.

Es un hombre sabio que ha tenido la oportunidad de recepcionar y digerir acontecimientos socio culturales y políticos que vuelca en sus escritos.

Posee el aspecto más destacable que una persona pueda tener: la sensatez. No con ello pretendo consumarlo como hombre perfecto, ya que sería una utopía pero es una de esas personas que me resultan entrañables.

Me encantaría ser su amigo o tenerlo cerca. Hacer un viaje con él, me resultaría un buen programa.

Al leerlo pareciera tener más de 100 años de vida en virtud de tantas vivencias recogidas en la cantidad de ciudades que ha vivido o a raíz de sus viajes.

Opina de la actualidad internacional siempre con una postura sensata, humilde sin creerse el dueño de la verdad. Es muy generoso a la hora de compartir y de elogiar a otros.

Lo he abordado a través de sus novelas, ensayos así como también de sus tan enriquecedoras notas que publica en El País de Madrid, entre otros periódicos que lo difunden.

A mi criterio, reúne características que conforman un don de ser que poco a poco hemos ido perdiendo a través de las posturas de escritores, comunicadores y políticos con un estilo chabacano y vulgar que lamentablemente tomamos como referencia.

Me sirvió para comprender el conflicto Israel-Palestina en su claro y pormenorizado análisis.

Sus novelas siempre de carácter realistas que nos conectan con situaciones acaecidas en distintos lugares algunas con sesgo autobiográfico.

Su exquisito y necesario ensayo sobre la sociedad La civilización del espectáculo también me ha resultado muy interesante aportando luz a la temática.

Pero lo más importante que rescato en él es su compromiso a la hora de definir nuestro espíritu latinoamericano, concepto tan escurridizo y variado llegando a ser tan diverso como tantos latinoamericanos lo definan.

Su vida privada es discutible fundamentalmente en relación a las mujeres que han estado a su lado tratándose de primas y tías, aspecto que rechina un poco a la hora de alabarlo. Tampoco su relación con la reina de la frivolidad internacional como es el caso de su mujer actual Isabel Presley. Más allá de que algunos medios se esmeren en definirla como una mujer culta, exquisita, sensible, la imagen que da y vende, es otra. No hay dudas de su elegancia y figura pero el binomio creado en esa unión no lo deja bien parado, pero allá ellos.

«Sables y Utopías» publicado en 2009 reúne una recopilación de notas suyas sobre la visión de América Latina desde los años 70 hasta los primeros años del SXXI.

Está dividido en cinco capítulos compuestos asimismo por varias notas que fueron publicadas oportunamente: La peste del autoritarismo; Auge y declive de las revoluciones; Obstáculos al desarrollo: nacionalismo, populismo, indigenismo, corrupción; Defensa de la democracia y del liberalismo y Los beneficios de la irrealidad: arte y literatura latinoamericana.

Este quinto capítulo es para mi el más disfrutable pues aborda a diez artistas referenciales latinoamericanos dentro de nuestra cultura como son Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Octavio Paz, Fernando de Szyszlo y Frida Kahlo entre otros.

Amigo fiel de sus amigos, con anécdotas de vivencias compartidas que denotan respeto y afecto por los mismos. A modo de ejemplo vale la pena leer la nota despedida que escribiera cuando en octubre de 2017 falleciera Fernando de Szyszlo y su esposa Lila al caerse de una escalera donde ambos se desnucaron, noticia que impactó dentro del ámbito artístico internacional tratándose del artista plástico peruano de mayor reconocimiento internacional.

Duerme aún en mi biblioteca el ensayo que escribiera como ayuda para abordar la obra de nuestro Juan Carlos Onetti que creo que leeré en breve.


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